Egla Arufá, la responsabilidad de los que mandan

La Egla Arufa (también conocida como «becerra decapitada») es un concepto presente en la tradición judía que se encuentra en el libro de Deuteronomio, en el Tanaj, parashat Shoftim. La Egla Arufa se describe como un ritual que se llevaba a cabo en el caso de un asesinato no resuelto en una comarca y que implica la responsabilidad de la comunidad:

«Cuando se encuentre en la tierra que el Señor tu Dios te da para que la poseas, un hombre muerto en el campo, y no sepa quién lo mató, entonces tus ancianos y tus jueces saldrán y medirán la distancia hasta las ciudades que están alrededor del lugar donde se encuentre el cadáver. Y los ancianos de la ciudad más cercana al cadáver tomarán de las vacas una becerra que no haya trabajado ni haya llevado yugo. Los ancianos de esa ciudad llevarán entonces la becerra a un valle rocoso donde nunca se haya arado ni sembrado, y allí romperán el cuello a la becerra en el valle. Entonces los sacerdotes, los hijos de Leví, se acercarán, porque el Señor tu Dios los ha escogido para que le sirvan y bendigan en el nombre del Señor, y por su palabra decidirán todo pleito y toda ofensa. Y todos los ancianos de esa ciudad más cercana al cadáver lavarán sus manos sobre la becerra cuyo cuello fue roto en el valle; y protestarán y dirán: ‘Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos la han visto derramar. Perdona, oh Señor, a tu pueblo Israel, al cual has redimido, y no pongas la sangre inocente en medio de tu pueblo Israel’. Así se expiará la sangre inocente de en medio de ti, cuando hagas lo que es recto ante los ojos del Señor».
(Devarim/Deuteronomio 21:1-9).

Según la ley judía, si se encontraba el cuerpo de una persona asesinada en un campo y no se sabía quién era el perpetrador, los líderes de la ciudad más cercana debían llevar a cabo un procedimiento específico. Se seleccionaba una becerra joven que no hubiera trabajado antes, y se la llevaba a un valle con un arroyo, donde se le rompía el cuello.

Luego, los ancianos y los jueces de la ciudad debían lavarse las manos sobre el animal sacrificado y declarar: «Nuestras manos no han derramado esta sangre, ni nuestros ojos la han visto derramar». Esto simbolizaba la exoneración de la comunidad local de cualquier responsabilidad por el asesinato.

La Egla Arufa era un acto simbólico que expresaba el lamento de la comunidad por la pérdida de una vida y su compromiso de hacer todo lo posible para evitar futuros actos de violencia. Además, se consideraba una forma de apaciguar la ira divina y buscar la expiación por el asesinato no resuelto.

Es importante tener en cuenta que la Egla Arufa era un ritual específico que se practicaba en el antiguo Israel y estaba sujeto a las leyes y regulaciones de ese tiempo y lugar. En la actualidad, no se lleva a cabo, ya que la tradición judía ha evolucionado y se ha desarrollado en diferentes formas a lo largo de los siglos.

Mañana estará posteado una profundización de este tema, en este mismo sitio: https://wp.me/p3cYr1-52o

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