Shalom amigos:
Nitzavim arranca con una escena que no es de museo, sino de vida: “Todos ustedes están hoy de pie ante el Eterno su Dios”. No dice “los tzadikim”, ni “los que se portaron bien este año”, sino todos. El líder, el anciano, la mujer sencilla, el que duda, el que se siente lejos… todos.
Estamos a las puertas de Rosh Hashaná, el gran llamado a revisar el rumbo. Y Nitzavim nos grita una verdad que vale oro: no llegamos solos ni como perfectos, sino como un pueblo que se sabe parte de un pacto. Un pacto que no caduca con el calendario, que no depende de modas ni de la imagen que proyectamos.
Rosh Hashaná no es una fiesta de maquillaje espiritual. Es el momento de mirarnos sin disfraces, de reconocer errores, de aplaudir con humildad los logros, de agradecer lo bueno y de elegir –¡sí, elegir!– la vida: “Uvajarta bajaim”, escoge la vida, dice la Torá. Elegir vida es optar por el bien, por la conexión, por el futuro. Es pararse con firmeza contra el mal, mirarlo a los ojos y derrotarlo sin piedad.
Que este Rosh Hashaná nos encuentre de pie, con la frente alta y el corazón dispuesto. Juntos, como en Nitzavim, cada uno indispensable, cada uno llamado. Porque el Eterno no busca ángeles, sino seres humanos que deciden crecer.
שנה טובה ומתוקה – ¡Shaná tová umetuká!
Que sea un año de vida plena, de emuná firme y de pasos valientes hacia la verdadera paz.
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