En la parashá anterior asistimos al final de la vida de la primera generación de nuestra gran familia, pues leímos acerca de la defunción de Sará y Abraham. Pero también se hizo énfasis en la importancia de mantener la tradición, pues se nos contó con detalle la responsabilidad que asumieron nuestros ancestros para que la llama del naciente judaísmo no se apagara.
Ahora la Torá se enfoca en la nueva generación, al narrarnos algunos aspectos de las vidas de Itzjak y Rivcá.
Al comienzo mismo de la parashá nos encontramos con las tefilot de ambos pidiendo a Dios por hijos, pues Rivcá, al igual que había sucedido con Sará, no podía concebir. Dios escucha sus pedidos y queda embarazada, pero no es una gestación sencilla, pues siente muchos dolores. Consulta a Dios al respecto, el cual responde que sus dificultades se deben a que tiene gemelos en el útero, que están como peleando entre sí. Agrega el Eterno en visión profética, que ellos comenzaron una contienda que seguirá por mucho tiempo, y queda anunciado que el menor será quien tenga éxito sobre el mayor. La historia de la compleja relación entre estos dos hermanos será la trama principal del resto de la parashá.
Al nacer les ponen como nombres Esav y Iaacov, ya desde entonces demuestran que seguirán caminos diametralmente opuestos. Esav es descrito como un hombre que sabe cazar y experto en asuntos de campo, en tanto que Iaacov es descrito como un hombre ingenuo que prefiere quedarse en la casa. Estas diferencias en la naturaleza de los niños también conducen a actitudes diversas de los padres hacia ellos. El padre tiene una mayor afinidad con Esav, en tanto que Rivcá congenia mejor con Iaacov.
La parashá nos cuenta un momento crucial, cuando Esav vuelve muy cansado del campo, donde estuvo tratando de conseguir alguna presa para comer, pero sin éxito. Al llegar a las casas, ve a su hermano que está preparando un guiso de lentejas rojas. Esav le dice que muere de hambre y que le comparta de esa preparación, a lo cual Iaacov responde que con gusto le dará, pero a cambio del derecho a la primogenitura. Esav siente que está literalmente muriendo de hambre, por ello confirma este extraño trueque, y argumenta que de nada le sirve el derecho a la herencia como primogénito, cuando está a punto de morir de hambre.
Otro hecho bastante dramático nos trae la parashá. Itzjac siente que está llegando la hora final de su vida y quiere bendecir con el derecho del primogénito a Esav, al parecer no sabía que su hijo había cedido el derecho, y éste no le contó tampoco. Lo llama y le pide que vaya a preparar una rica comida, así estará de buen ánimo para darle una suculenta bendición. Esav sale a cazar para preparar ese platillo, sin saber que su madre había oído todo y ahora le decía a Iaacov que se hiciera pasar por su gemelo, así él era quien obtendría la bendición del padre con todos los beneficios consiguientes.
Como Itzjac casi no ve, Iaacov se puso la ropa de su hermano, que hedía con su rústico olor habitual, además la madre le puso vellones de lana en los brazos, para que ocultara que era lampiño.
Estaba disfrazado como su hermano, y así ofreció la rica comida a su padre, el cual comió y bendijo a Iaacov.
Así pues, Iaacov obtiene lo que había adquirido de Esav a cambio de un plato de lentejas.
Cuando Esav regresa con su padre, descubre que Iaacov ya había estado por allí, y él asume que le robó su bendición. Queda muy enojado y decide que después de la muerte de su padre, matará al hermano que le quitó tanto la bendición como la primogenitura.
La madre, que comprende las intenciones de su hijo mayor, decide actuar y se dirige a su marido para que le indique a Iaacov que vaya a buscar una esposa a su tierra natal, Jarán. Itzjac escucha la idea de su esposa, envía a Jacob, y así salva su vida.
¿Cómo se las arreglará en la tierra lejana? ¿Qué mujer encontrará? ¿Y cuándo volverá? ¡Sobre eso continuaremos aprendiendo en la próxima parashá!
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