Parashat Vaijí concluye el libro del Génesis y describe el final de la vida de Iaakov y su hijo Iosef.
El anciano patriarca sintió que su tiempo en la tierra se acortaba y que sus días estaban llegando a su fin, por ello, convoca a su hijo Iosef y le hace jurar que lo enterrará en la tierra de Canaán. Su hijo jura y más adelante, llegado el momento, lo cumple.
Acá podríamos preguntarnos, entre otras, cosas: ¿qué necesidad de hacerlo jurar, con pedirlo no era suficiente?
Te dejo para que lo reflexiones y si deseas me envíes en los comentarios tus ideas.
Cuando Iosef se entera de que los días de su padre están contados, lo visita y trae consigo a sus dos hijos, Efráim y Menashe. Cuando el anciano y enfermo Iaacov se entera de que José ha venido a visitarlo, se fortalece, se sienta en la cama y le cuenta a su hijo la historia de su vida. Por primera vez desde su muerte, Iaacov menciona a Rajel, la madre y amada esposa de Iosef.
Luego, bendice a Iosef y a los nietos, cuando ocurre un hecho que nos detalla la parashá, que pareciera muy extraño, ya que de cierta manera Iaacov mezcla su historia personal con la vida de sus nietos. Resulta que Menashe es el mayor y Efráim es el menor, debiendo recibir la bendición del primogénito quien lo era. Pero, resulta que el anciano abuelo puso su mano derecha sobre la cabeza de Efráim, el menor, y su mano izquierda, sobre la cabeza de Menashe, el mayor. Es decir, estaba cambiando la bendición, tal como él había logrado que sucediera en su propio caso, cuando su padre Itzjac le bendijo a él con los derechos del primogénito en reemplazo de Esav.
Entonces, Iosef interviene, tratando de mover la mano derecha de Iaacov para que se posara sobre la de Menashé. Sin embargo, Iaacov insiste en cruzar las manos, y le dice a su hijo que él sabe que en el futuro el menor sobrepasará al mayor, convirtiéndose en la cabeza de la línea familiar.
Más tarde, uno por uno, Iaacov llama a todos sus hijos y los bendice. Las bendiciones son simbólicas: elige un animal u objeto cuyas características son similares a las del hijo, de modo tal de hacer una bendición que resulta en también en un vistazo al futuro de la tribu. Así pues, a Yehudá vislumbra como un líder, al igual que un león guía a los animales. Isajar es comparado con un burro que lleva cargas pesadas cuando necesita trabajar, y cuando no hay trabajo, descansa y disfruta tirado en el suelo. De este modo con casi todos los hijos, hasta que llega a los que tuvieron conductas bastante reprochables.
Por ello, Shimón y Leví escuchan palabras duras de su padre, al igual que Reubén, quien también recibe una ducha fría de su padre. Pierde el derecho a la primogenitura y no será líder por su comportamiento pasado.
En tanto que Iosef recibe la bendición de la riqueza y también la bendición del liderazgo, en otro plano en el cual ejercerá Yehudá.
Al finalizar su discurso, Iaacov muere, y Iosef y los hermanos cumplen la petición de Iaacov, enterrándolo en la Cueva de los Patriarcas.
Iosef también está envejeciendo y a la edad de ciento diez años está a punto de morir. Entonces, hace jurar a su familia que traerán sus huesos a la tierra prometida, que no lo dejen indefinidamente en Egipto. Además, predice a sus hermanos que sus descendientes regresarán a Canaán. Después de esto, falleció, siendo momificado y puesto en un sarcófago que sumergieron en el río en Egipto.
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