Blabla

Hay personas que insisten en hablar (y hablar y hablar y hablar y), hablan para no concretar nada.
Dan vueltas, siguen enganchados, continúan con lo ya dicho, repiten, se contradicen, mastican palabras, cansan, aburren y no llegan a nada en concreto.
Cuando parece que por fin se cansaron, que gastaron sus recursos de parla, retoman la rumiación, la ¿obsesiva y compulsiva? expulsión de ruidos desde sus laringes, como si no se dieran cuenta de que hastían, mientras que no producen absolutamente ningún resultado.

Blablabalabla, y sin crear ni ser originales.
Se puede explicar de varios modos para comprender las probables dificultades emocionales o mentales que les pudieran aquejar; pero no es este post dedicado a ello.
Si no, a contemplarnos a nosotros mismos y ver si hemos caído en este tóxico hábito. Pues, de reconocernos en ello, entonces hacer un alto en la carrera inefectiva y angustiante en la que nos encontramos.

Hablar, para comunicar, es impresionantemente importante.
Pero también escuchar activamente y comprensivamente.
Al igual que dar tiempo y espacio al fabuloso silencio. Pero, también el silencio puede ser un arma filosa, una trampa mortal, un hábito desencajado, del cual deberemos tomar nota para hacer otro estudio.
Volviendo al parlamento, a veces es necesario repetir un concepto o frase, en ocasiones con algunas variaciones para hacernos más claros o enfáticos.
También es posible que precisemos aburrir, a veces, con alguna cháchara; pero porque lo hacemos conscientemente y buscando efectos racionalmente.

Sin embargo, desabarrancar en el habla sin parar, sin sentido, sin edificación, es poco saludable.
Usar el lenguaje para comunicar, para expresarnos, para vincularnos, para generar y sostener puentes.
Emplear el idioma para construir realidades, para destruir asuntos perniciosos, para elaborar proyectos que pueden realizarse… o no, pero que al menos tienen un sentido de concreción.

Empero, el palabrerío vacío, hueco, ansioso, muerto, solamente ahoga y llena de pesar.
No ayuda, cansa, empobrece, agota.

Las palabras que hacen un interminable relato arqueológico, sin contribuir al bienestar presente; habrían de ser evitadas.
Las voces que se empantanan en el pasado y no elaboran el presente, nos hunden en un porvenir oscuro y caótico.
Las frases que fabulan el futuro, sin planearlo racionalmente y sin trabajar para su materialización, extinguen y quiebran.

Si te ves envuelto en la telaraña del blabla delirante, es hora de cortar y hacer las paces con el silencio y con la palabra bendita.

https://serjudio.com/apoyo

https://youtube.com/yehudaribco

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