En la parashá anterior vimos como padecieron los egipcios de sangre, rana, piojos, bestias depredadoras, peste en los animales, pústulos sarnosas en ellos y de bolas de hielo y fuego que vertía el cielo sobre ellos. Con todo, el faraón no debaja salir al pueblo hebreo a la libertad.
¡Qué duro el EGO con aquel que es su esclavo!
En nuestra parashá nos encontraremos con las últimas tres plagas que atormentaron a los egipcios, su tierra y sus creencias (dioses y supersticiones), hasta que el faraón finalmente accedió a liberar a los hijos de Israel. Después de la tormenta de granizo no quedaron demasiadas frutas y verduras en los campos de los egipcios, y les resultó difícil sobrevivir. Moisés y Aarón vuelven a plantear la demanda: ‘Deja salir a mi pueblo y me servirán’, si faraón se obstina, entonces vendrá la plaga de langostas, de una magnitud nunca antes sufrida en la región. Pero el faraón seguía obstinado y con el corazón endurecido, a pesar de que sus siervos le rogaron que los soltara ya.
Debido a la negativa de Faraón, Dios inflige un golpe a los egipcios con legiones de langostas, una especie de saltamontes voladores, que llegaron a Egipto para sumergirlo en la devastación, ya que destruyeron los árboles y las plantas que aún permanecían en pie. A Egipto no le quedaba nada para comer.
Cuando el Faraón ya no pudo resistir, llamó a Moisés y Aarón y suplicó que cesara la plaga, a lo cual Dios accedió, sin embargo, el faraón continúa sin liberar al pueblo.
Luego sobreviene la novena plaga, con sus tres días de espesa oscuridad. Era tanta la oscuridad, que todo movimiento se detuvo. Incluso, se podía llegar a tocar esa oscuridad. Sin embargo, para los hijos de Israel había luz, en su lugar de morada.
Entonces, faraón dice que está listo para que vayan a adorar a su Dios, ¡pero deben dejar a sus animales!.
Moisés rechaza esa propuesta, entonces creció la ira de Faraón y nuevamente se negó a liberar a los hijos de Israel.
Luego, en el punto álgido de la tensión, Dios le dijo a Moisés: “Golpearé a los egipcios una vez más, y luego los liberarán. En medio de la noche, todos los hijos primogénitos en Egipto, de la gente y los animales morirán, pero entre los hijos de Israel no ocurrirá, siempre y cuando marquen las entradas de sus casas con la sangre de cordero que matarán y comerán la noche del 14 al 15 del mes primero.
Los israelitas que confiaban en el Eterno, tomaron un corderito por familia, lo tuvieron atado a la pata de la cama por varios días, hasta que finalmente cada grupo familiar lo faenó para comerlo asado, junto a matzot y hierbas amargas, preparados para salir de la esclavitud. Siempre y cuando, pusieran la señal ordenada por Dios en sus entradas.
En medio de la noche murieron todos los primogénitos en la tierra de Egipto. Faraón y los egipcios llamaron a Moisés y Aarón y les gritaron: “¡Salid! ¡Fuera de Egipto ya!».
Los hijos de Israel no esperaron, tomaron a los niños, los animales y las pertenencias que acopiaron y se apresuraron a marcharse.
Se fueron rápidamente, antes de que el faraón cambiara de opinión, por lo que no tuvieron tiempo de prepararse el pan como un viaje adicional. La masa ni siquiera leudó.
Para conmemorar el Éxodo, Dios ordenó celebrar la festividad de Pésaj, todos los años. Y tú, ¿cómo la celebras?
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