Estuviste en el momento de pactar con Dios

En Parashat Nitzavim, Moshé le dice a la gente del pueblo de Israel que está convocada que el pacto que Dios hace con ellos en ese momento, en realidad no solo es con la generación actual, sino también con las siguientes generaciones.
Es decir, en nombre de la posteridad sellan el pacto, para que indefinidamente exista ese vínculo especial entre Dios y el pueblo que Él escogió para que sirvan como los maestros de Sus enseñanzas.
Varias cuestiones suelen surgir ante esto, mencionaré solo un par.
La primera es: ¿por qué los descendientes quedan obligados a respetar un pacto que firmaron sus padres, siendo que a ellos nadie les consultó?
La segunda: ¿era necesario sellar un pacto intergeneracional, no alcanzaba con que Dios expresara que Él escogió a los judíos y deberían, por tanto, cumplir con lo que Él mandase?

Respondamos a la primera, con una de las varias respuestas habituales.
En realidad no somos este cuerpo, sino que somos NESHAMÁ, es decir, espíritu, chispa de la Divinidad.
Por tanto, es cierto que hubo una generación presente físicamente en el momento que se selló el pacto con Dios, pero espiritualmente estuvimos todos los judíos de todas las épocas, de todas las circunstancias allí presentes. Recordemos que para la NESHAMÁ no existe tiempo y espacio, pues es parte del Eterno. Mientras transitamos esta vida, en este mundo, estamos encadenados a las circunstancias de lo material, somos presos del tiempo y del espacio. Pero, cuando se termina este pasaje terrenal, volvemos a esa realidad incomprensible, indescriptible, que es la del mundo espiritual. Por tanto, fuera de todo tiempo y espacio, lo que habilita a que todas las esencias individuales estuvieran presentes en los momentos claves del proceso de firmar el pacto con Dios.

Otra respuesta a la primera pregunta.
Existe lo que se dio en llamar como «contrato social», por lo cual, somos responsables de continuar con los valores, mandatos, lineamientos de nuestros antecesores, y solo variarlos dentro de los marcos establecidos. De esta forma, aceptamos continuar con lo que pactaron nuestros ancestros, por voluntad propia, dando cuenta de que aceptamos y reafirmamos el pacto.

Con esta respuesta ya podemos ir dando respuesta a la segunda pregunta.
Dios no nos quería imponer Su Voluntad, sino que eligió hacernos Sus socios.
Por lo cual, pactó con nuestros ancestros, y con nosotros, para que tomemos conciencia de nuestro rol y no actuemos como esclavos, sino como hijos y activos socios de la empresa que Él creó y dirige.
Si nos hubiera creado sin libre albedrío, si nos hubiera impuesto Sus decretos sin darnos lugar para aceptarlos libremente, no seríamos más que títeres, herramientas, vasijas, sin ninguna responsabilidad ni comisión.

Aquí se hace hincapié en la importancia de la conexión entre todas las generaciones y el continuo intergeneracional.

¿Qué te da para pensar todo esto?

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