La verdadera libertad: UNA perspectiva judía.

El mundo moderno nos bombardea con el mensaje de la libertad individual, de la autoexpresión sin límites. Se nos anima a «ser nosotros mismos», a abrazar nuestra singularidad. Pero, ¿qué significa realmente ser libres? ¿Es simplemente la capacidad de hacer lo que queramos, sin importar las consecuencias? El judaísmo ofrece una perspectiva diferente, más profunda y significativa.

La Torá nos enseña que la verdadera libertad no reside en la ausencia de restricciones, sino en la capacidad de elegir el bien. No somos libres para dañar a otros, ni a nosotros mismos. Nuestra libertad está intrínsecamente ligada a nuestra responsabilidad. El Talmud dice: «No seas libre para hacer el mal, sé libre para hacer el bien».

La aparente «libertad» que nos ofrece el mundo actual, a menudo nos encadena a deseos superficiales, a hábitos destructivos, a la tiranía de las apariencias. La obsesión por la imagen corporal, la normalización de la comida procesada, la dependencia de la medicación y las drogas, el consumismo desenfrenado… todas estas “libertades” nos alejan de nuestra esencia, de nuestra conexión con lo divino.
La tal mentada «libertad» es otro nombre para la moderna esclavitud.

Por otra parte, no hay alguien menos libre que aquel que está adoctrinado y encadenado a los designios del EGO, tal como es fomentado en las culturas actuales, tanto de oriente como de occidente.

El judaísmo nos invita a cultivar una libertad diferente: la libertad interior. La libertad que surge de la autodisciplina, del estudio de la Torá, del cumplimiento de las mitzvot, de actuar en consonancia con nuestra identidad espiritual, de librarnos del yugo del EGO para vivir como reflejo de la neshamá que somos.
Estas prácticas, lejos de ser restricciones, son herramientas que nos ayudan a pulir nuestro carácter, a conectar con nuestra alma, a encontrar nuestro propósito en la vida.

Es más, nos enseñan a que no hay «salvación personal», sino que la única redención posible, es la colectiva.
No hay libertad, mientras haya un solo esclavo.
Y, en la actualidad, siguen habiendo esos esclavos de antaño, los que son robados de sus vidas, llevados a la degradación, etc.; así como también los esclavos del EGO, en todas las clases sociales y con todas las supuestas libertades civiles a disposición.

El Shabat, por ejemplo, es un ejemplo perfecto de esta libertad. Al desconectarnos del ajetreo del mundo, al dedicar tiempo a la familia, a la vivencia espiritual, nos liberamos de la tiranía del tiempo y del materialismo, y nos conectamos con lo verdaderamente importante.
Al dejar de enfocarnos en mi yo, aquí y ahora; para sumarnos a un nosotros eterno, en comunión con el Eterno, algo mejor surge.

La verdadera libertad no se encuentra en la imitación de las modas pasajeras, ni en la búsqueda de la aprobación externa. Se encuentra en el desarrollo de nuestro potencial espiritual, en la búsqueda de la verdad, en el servicio a los demás. El judaísmo nos llama a ser «una luz para las naciones», a ser un ejemplo de vida ética y significativa.

Así que la próxima vez que escuches el mantra de la «libertad individual», pregúntate: ¿libertad para qué? ¿Libertad para perseguir placeres efímeros, o libertad para construir una vida plena de significado y propósito? La elección, como siempre, es tuya. Elige sabiamente.

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