Abriendo nuestros corazones en la era moderna

Uno de los tantos mensajes que encontramos en la parashá Ekev nos invita a reflexionar sobre la importancia de abrir nuestros corazones, no solo a Dios, sino también a nuestros semejantes.

La frase en Devarim/Deuteronomio 10:16 se traduce como «Circuncidarás el prepucio de tu corazón, por lo tanto, y no serás más terco«, nos habla de la necesidad de eliminar las barreras que nos impiden conectar con lo divino y con el prójimo.

Rashi, el gran comentarista de la Torá, explica que la «circuncisión del corazón» representa las barreras que nos impiden sentir la presencia de Dios. En la era moderna, estas barreras pueden tomar muchas formas: el estrés, el materialismo, la indiferencia, la desconfianza.
Sin embargo, desde que el humano es humando, siempre ha sido la misma barrera con diferentes etiquetas: el EGO.
Porque, al igual que nuestros ancestros, que habían experimentado la esclavitud y la incertidumbre, nosotros también tenemos otras formas de dominio del EGO sobre nuestras vidas.
Pero, tal como los antepasados pudieron andar por el camino de Egipto a la Tierra Prometida, nosotros también podemos dejar atrás las experiencias negativas que nos han endurecido el corazón. Abrir nuestra conciencia, nos permite liberarnos del trauma del pasado y conectar con la compasión y la bondad.
Dejar de aferrarnos a Egipto, para alcanzar la plenitud de Israel, esa es una buena imagen de lo que tenemos por delante.

En un punto que parece tocar otro tema, el texto continúa diciendo que debemos amar al extranjero, ya que nosotros también fuimos extranjeros en Egipto. Esta enseñanza nos invita a profundizar en verdad en la misma temática, la de no abandonarnos a las miserias del EGO, porque nos recuerda la importancia de la inclusión y la empatía en un mundo donde la necesidad de aceptación de la diversidad es cada vez más evidente.
Y no se trata solamente de personas diferentes, por etnia, cultura, religión, etc., sino que nos adentra a aceptar nuestras diferentes partes, no dejar que las cosas permanezcan ocultas en nuestra interioridad, sino que entender cómo funcionamos y aprender a integrar y conciliar nuestras divergencias internas.

Más allá de lo cual, es cierto que también se nos invita a reflexionar sobre cómo podemos abrir nuestros corazones en un mundo marcado por la polarización y la deshumanización. Podemos hacerlo a través de actos de bondad, de diálogo constructivo, de empatía hacia quienes son diferentes a nosotros. En la diversidad se encuentra el poder de la unidad. Por ello, construir SHALOM interno y externo, a través de pensamientos, palabras y acciones que combinen sabiamente la justicia, la bondad y la lealtad al Eterno.

La parashá Ekev nos recuerda que abrir nuestros corazones es un proceso continuo. Es un camino que requiere esfuerzo, pero que nos lleva a una vida más plena y significativa. No es una cuestión de fe, de religión, de dogmas, ni de pensar doctrinariamente y repetir lemas. Sino de confrontar la sombra del EGO y llevar luz a regiones oscuras de nuestra propia interioridad.

Por tanto, la parashá nos invita a experimentar la alegría de abrir nuestros corazones y conectar con lo divino y con el prójimo. Es un esfuerzo sagrado, pero arduo, que podemos y debemos encarar y realizar.

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