Al despertar tenemos por delante toda una jornada, si Dios quiere la terminaremos cuando nos retiremos a dormir a la noche.
Esas horas son para cumplir alguna meta, transformar cada instante en valioso, haciendo que tenga un sentido trascendente.
La Tradición sagrada nos dice que lo iniciemos recitando el «modé aní», donde reconcemos al Creador por Su infinita bondad y su fidelidad hacia nosotros, pues nos devuelve la oportunidad de seguir vivos por este nuevo día.
También en nuestra tradición, más precisamente en el inicio del Shulján Aruj, nos encontramos con esta propuesta para el momento del despertar:
Que sea fuerte/valiente como león para levantarse a la mañana para servir a su Creador –
יתגבר כארי לעמוד בבוקר לעבודת בוראו
Así mismo es, llenarse de vitalidad, esforzarse para salir con determinación de mundo del ensueño para comenzar una jornada que sea completa al servicio del Eterno. Por supuesto que este servicio sagrado no implica estar todo el rato en el templo rezando, ni estudiando Torá, ni realizando actos de los llamados rituales. Pues el servicio al Eterno se hace constantemente, cuando cada acto es «leshem shamaim», es decir, en honor a Dios.
Así pues, comer, ir al baño, trabajar, pasear, estudiar, enseñar, jugar, descansar, etc. y más etc., todo puede ser hecho al servicio del Creador.
Si arrancamos así el día, con agradecimiento pleno, con reconocimiento del Eterno, con gratitud por esta nueva oportunidad de vivir, con la determinación de hacer cada segundo brillante y de conciencia de espiritualidad, disposición para ser bueno genuinamente con el prójimo, con la determinación de construir SHALOM en pensamiento, palabra y acto, seguramente que al final del día podremos ir a reposar en paz, en equilibrio, aunque el mundo de las limitaciones en el cual peregrinamos nos haya presentado infinidad de pruebas y amarguras.
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Muchas gracias Moré!