Ansiedad

Ahí está la ansiedad.
La sientes.
Tu corazón late más rápido, percibes como un hormigueo, la sangre fluye con más fuerza, se acelera la respiración, piensas más rápido (y probablemente previendo algo catastrófico o caótico), es tu cuerpo que se puso en estado de alerta ante un eventual peligro.
No hay nada concreto, externo, que señalar como peligroso, absolutamente nada objetivo que dispare estos cambios, pero surgen.
La ansiedad es una reacción normal del organismo ante una imagen/creencia de peligro, que por lo general se relaciona con sentirse en impotencia ante la agresividad o la sexualidad.
Entonces, el disparador fáctico pudo haber sido a causa de un malestar gástrico, un golpe de calor, un período de estrés, un pequeño accidente sin mayores consecuencias, algo que escuchó al pasar, nada en concreto pero allí está la presencia oscura.

Sientes la ansiedad, y puedes querer huir, pero no sabes de qué; 
hacerte el desentendido, pero no tienes idea cómo pensar en otra cosa;
esperar a que mágicamente desaparezca, y angustiarte porque no se va;
intentar con algún amuleto o remedio alternativo, y caer en supersticiones y otros timos que servirán para confinarte más;
aguardar a que alguno te rescate, dependiendo y sintiéndote inepto e ineficaz;
aprender a convivir con ella, creyendo que te acostumbras al malestar;
padecerla, de manera estoica y sufrida;
dar los pasos necesarios para superarla, lo cual sería genial.

La ansiedad se hace sentir en su nebulosa caótica y poco definida, que pesa y trastoca la normal experiencia de vida.
Es pariente del miedo, el cual suele depositarse sobre algún objeto, situación o persona que son específicos y reales (para la persona que lo padece al menos, porque Satanás, embrujos,  maldiciones no tienen existencia en el mundo real).
Para el miedo, el mecanismo automático de respuesta es el que provee el EGO, que dispara sus herramientas para tratar de controlar aquello que le impone el sentimiento de impotencia. Manipulará, llamará la atención, llorará, gritará, pateará, se desconectará de la realidad, lo que sea necesario y esté a su disposición para obtener dominio (real o imaginario; directo o indirecto) y así sortear el miedo, sepultar el sentimiento de impotencia, obtener satisfacción. Tengo miedo a que el perro me muerda, entonces mi cuerpo responderá de manera automática para evitar esa impotencia (ataque canino). Tengo miedo a hacer el ridículo en una reunión social, las herramientas del EGO se encargarán de hundirme más en ese miedo o conseguirán manipular la situación para sortearla, aunque sin resolver las causas ni evitar efectos secundarios. Tengo miedo a lo que me deparará el más allá, entonces hago supersticiosas negociaciones con entidades sobrenaturales, compararé expiaciones religiosas, me someteré a rituales y dogmas, todo ello con el afán de contener al miedo y obtener un supuesto poder (sobre lo que nadie domina). El EGO tiene sus trucos y los sabe usar, de paso mantiene sometido, esclavizado, a su amo. El EGO salva (o eso parece), pero no libera, ni admite la felicidad, ni empodera a la persona.

Pero ante la ansiedad las herramientas del EGO parecieran como si no se dirigieran hacia fuera en procura de satisfacción o dominio (librarse del sentimiento de impotencia), sino más bien se quedaran a medio camino, descargando su acción sobre uno mismo. Es que, al no haber algo concreto contra lo cual luchar, ni alguna necesidad real para satisfacer, ni impedimento del cual librarse, resultan ineficaces las herramientas del EGO. Así pues, a la impotencia que motiva la ansiedad se le suma otra impotencia, la de no tener ni siquiera las rudimentarias (pero sumamente efectivas) herramientas del EGO.
Así, por lo general no hay llanto, grito, pataleo, sino que será sofocación, dolor de cabeza/cuello/espalda, dificultad para respirar y/o tragar, mareos, sensaciones corporales desagradables, sensación de perder el contacto con la realidad, hiperventilación. Sí, las herramientas del EGO que se quedan sin expresión externa y corroen desde dentro hacia adentro.

Entonces, la ansiedad puede ser usada para formar la creencia de que existe un peligro concreto, palpable, justificable (lo que significa que ahora también hay un miedo), por ejemplo a estar enfermo, probablemente con ataque de pánico, a enloquecer, a engordar, a ser humillado, a morir, o cualquier otra idea apocalíptica que justifique ese cuadro de intenso malestar.
Ya no es solamente la ansiedad, que puede desaparecer o mantenerse, sino también la aparición de un miedo, la energía que se ancla a un objeto, situación, persona.
Esto puede resultar beneficioso, puesto que al tener un enemigo en concreto es factible buscar soluciones emocionalmente valiosas, o al menos recurrir a las estrategias del EGO para eludir momentáneamente los embates provocados por el EGO.

La ansiedad puede también mantenerse en el tiempo, sin enfocarse en nada en particular. Entonces la persona se siente fatigada, irritada, inquieta, tensa, duerme mal, se deterioran sus lazos afectivos y sociales.
Está “estresada”, porque sostiene por demasiado una reacción de preparación para el peligro que debiera ser fugaz. Nuestro cuerpo no está especializado para ese incesante estado de alerta y reacción.
En esta situación no formó un miedo particular a partir de las sensaciones ansiosas, sino que mantiene la energía difusa, debilitando a la persona, envolviéndola cada vez más en su telaraña.
Recuerda que nuestro cerebro primitivo no tiene manera de distinguir si un estímulo proviene de una amenaza real, concreta, material, presente; o es una que imaginamos, producto de la ficción (película, teatro, lectura, etc.) o de la imaginación. Solamente percibe algo riesgoso y reacciona al mismo. No está fuera la amenaza y por tanto tampoco la solución efectiva.

Sea que se forme un miedo o se mantenga la ansiedad persistente, se toma los síntomas de ansiedad como “prueba” de que algo malo ocurre, como demostración de que en realidad sí hay algo mal en la persona. Esto aumenta el malestar, provoca mayores reacciones ansiosas, lo que encierra a la persona en un círculo vicioso, en su celdita mental.

Como mencionamos más arriba, la causa que dispara la ansiedad suele ser banal e indeterminada, pero hay condiciones de base que la posibilitan:

  • Haber tenido criadores (padres, abuelos, nana, etc.) ansiosos.
  • Vivir en un entorno que presiona y descalifica.
  • Imponerse metas irreales (como la perfección), en donde se esfuerza para alcanzar el podio pero se llega siempre al fracaso.
  • No emplear la Comunicación Auténtica de manera cotidiana.
  • Confundir los necesito con los debo.
  • Esperar la aprobación externa.
  • Enfocarse en lo negativo en lugar de valorar lo positivo.
  • Compararse y competir en áreas o momentos que no son apropiados para ello.
  • Pretender controlar aquello que está por fuera del control.
  • Imaginar siempre el peor escenario.
  • Rumiar acerca del fracaso, fallos, errores, ocurrencias de daños, etc.
  • No estar con ambos pies firmemente parado en el aquí y ahora, sino estar con uno o dos en el pasado/futuro.
  • Juzgarse por el resultado de la acción.
  • Esperar sentirse mal.
  • Calificarse negativamente, en desmedro de sus logros alcanzados y los potenciales.
  • Dramatizar cada situación.
  • Evitar de manera consecuente el contacto con lo que incomoda o es sentido como peligroso.
  • Dejar para mañana.
  • Emplear un léxico negativo, de auto desvalorización, de verse en impotencia.
  • Concentrarse en las sensaciones de ansiedad.
  • Concentrarse en las sensaciones de ansiedad para evitar sentirlas.
  • Esperar la ayuda mágica que resuelva la situación, o creer que no existe solución posible.
  • Usar la ansiedad y los trastornos derivados para obtener beneficios secundarios.

Una buena manera de afrontar la ansiedad es convertir cada uno de los ítems recién sentidos en su inverso, en la medida de lo posible:

  • Reconocer los patrones de conducta que hemos adquirido y no nos favorecen. Acepar y perdonar. Dejar ir.
  • No admitir más descalificaciones o juicios.
  • Evaluar cuáles podrían ser las metas reales y aceptar que el fracaso, o el error, son parte de la ecuación.
  • Emplear la Comunicación Auténtica de manera cotidiana.
  • Establecer con claridad qué se necesita y que es una imposición.
  • No depender de la aprobación externa; si se recibe- bien, si no se recibe- bien. Es el aplauso interno el que debemos aprender a darnos y escuchar. Aceptar las opiniones de los demás, respetarlas como expresión de ellos, pero no convertirlas en “la verdad” o lo único que otorga valor y validez a la existencia.
  • Reconocer lo negativo así como lo positivo. Valorar lo positivo y enfocarse en ello.
  • Competir cuando es apropiado. Compararse con uno mismo, para mejorar el funcionamiento siempre y cuando no vaya en desmedro de la salud y felicidad.
  • Controlar solamente aquello que está a nuestro alcance controlar. Lo que no se puede dominar, dejar que fluya.
  • Usar la imaginación para visualizar opciones de manera constructiva e imaginativa.
  • Aceptar el fracaso, fallos, errores, ocurrencias de daños, etc., reparar lo que sea mejorable, comprometerse a un accionar más pulido –dentro de las posibilidad- y luego dejar que pase ese pensamiento .
  • Vivir a pleno el aquí y ahora, sin desprenderse de las lecciones valiosas del pasado ni comprometer negativamente el futuro.
  • Juzgar la acción en su contexto.
  • Esperar con confianza.
  • Calificarse positivamente,, valorando con precisión y realismo los  logros alcanzados y los potenciales.
  • Des-dramatizar cada situación.
  • Entrar en contacto con lo que incomoda o es sentido como peligroso, sin por ello dejar de lado la precaución saludable. Para lo cual hay que aprender el límite sano entre miedo y precaución.
  • Realizar lo que está a nuestro alcance.
  • Emplear un léxico positivo, amable, de confianza y reforzamiento de la seguridad.
  • Concentrarse en la tarea a realizar cuando haya que hacerla. Disfrutar del momento.
  • Evitar entrar en círculos viciosos. La mejor manera de no luchar afanosamente por salir de en un pozo es no entrando en él.
  • Analizar posibles soluciones y alternativas y actuar en consecuencia para lograr aquello que se puede.
  • No usar excusas para seguir encerrado en celditas mentales.

Así pues:

  1. Educa tu mente.
  2. Ordena tu vida.
  3. Acciona constructivamente.
  4. Aprende a respirar.
  5. Conversa con Dios.
  6. Haz obras de bondad y justicia que beneficien realmente a otros y sin esperar absolutamente nada a cambio.

En ocasiones será necesaria la visita al médico (específicamente, el psiquiatra) para tener una visión concreta del problema y obtener quizás algún apoyo químico o derivación a terapia psicológica. No temas en recurrir al auxilio profesional, no siempre podemos resolver todo solos (ni consultando a un rabino, ni pidiendo el consejo de un sabio, ni esperando la bendición de un santo o rezando a más no poder).

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No parece cierto que temas tan importantes no sean tan comentados.
Pero lo cierto es que son una ayuda en esos momentos en los que uno le está restando importancia a lo que siente, pero se detiene a analizarse, y encuentra que el estado que se experimenta tiene causa y solución posible.

A mi en lo personal, tengo que estar releyendo estos «panes»; porque en una autoevaluación objetiva, se me olvida muchas veces como actuar y que hacer.

Jonathan Ortiz

Releyendo, releyendo!

Resulta de gran ayuda, para empezar (o continuar) con nuestro proceso de mejoramiento (o de accionar como el Yo Auténtico que podemos ser) el hecho que la ansiedad se presenta por una retención de los mecanismos del ego, o del cerebro primitivo; bajo el riesgo de caer en la neurosis.

Nuestra dimensión humana es tan maravillosa y tan compleja que no experimentarla para darle campo a la superstición es realmente un desperdicio de tiempo.

Jonathan Ortiz

Curioso que cada vez que leo un post que ya he leído y comentado en otros años, este toma otro matiz y mantiene su vigencia.

Jonathan Ortiz

Cuando lei este post por vez primera pensé en que me acordaría de las pautas y consejos para manejar la ansiedad. Ahora que lo leo pienso «cómo no me acordaba de esto?» Y es que la situación actual en mi país produce mucha ansiedad.

Este fin de semana estuvo «normal», mañana supuestamente será normal de nuevo, pero estamos en el país donde es un hecho que cualquier cosa es posible. Eso causa ansiedad y me gusta estar preparado para manejar cada situación lo más inteligentemente posible, aunque a veces el único recurso sea mirar al Cielo y suspirar.

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