La parashá de la semana comienza con la siguiente frase:
«Cuando el faraón dejó ir al pueblo, Elohim no lo guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto, porque dijo el Eterno: ‘No sea que al enfrentarse con la guerra, el pueblo cambie de parecer y se vuelva a Egipto.’»
(Shemot/Éxodo 13:17)
Hay muchísimo para aprender de este párrafo, pero vamos a quedarnos solamente con una parte, donde dice: ‘No sea que al enfrentarse con la guerra, el pueblo cambie de parecer y se vuelva a Egipto.’
El pueblo de Israel estaba recién liberado de la esclavitud de muchas décadas en Egipto.
Allí no solamente debieron estar sometidos a trabajos forzados, sino también a múltiples humillaciones, vejaciones de todo tipo, un maltrato constante en lo físico y psicológico.
Egipto no era solamente una cárcel donde se molía el alma con el trabajo agotador, sino que estaba preparado como una eficiente máquina para destruir el ánimo y la mente de las personas.
La libertad que obtuvimos en aquel primer Pésaj apenas si fue en lo físico, ahora podíamos alejarnos del amo egipcio, dejar de sentir el látigo, el grito y el insulto de faraón y sus esbirros.
Pero quedaba un enorme camino por recorrer para ir quebrando de a poco las cadenas emocionales y mentales que estaban oprimiendo a los judíos sin piedad desde dentro de sus cabezas.
Esta liberación psicológica no se obtendría en pocos días, ni tan siquiera meses o años; sino que sería imprescindible una estricta tarea de reparación, de fortalecimiento, de crecimiento, de modificación, de extirpar lo que mantiene a la persona sometida psicológicamente.
Un durísimo esfuerzo que requiere mucho sacrificio, dedicación, paciencia y entrega.
Y si miramos bien el versículo que hemos citado, ¡ni siquiera el Todopoderoso hace magia para otorgar esa redención de forma espontánea y simple!
Dios hizo montón de milagros y portentos, hizo maravillas durante las plagas y hubo otras cuestiones sorprendentes que acompañaron a los israelitas durante su trayecto por el desierto rumbo a la tierra de Israel. Pero en modo alguno operó mágicamente para que el pueblo judío y cada uno de sus miembros pudiera ser libre emocional y mentalmente.
Porque esa tarea solamente la consigue cada uno por sí mismo, con el esfuerzo, dedicación, entrega, paciencia, renunciamiento, que uno ponga para alcanzarlo. Obviamente que se puede recibir ayuda y sustento para continuar, tanto de otras personas como de Dios; pero es una labor personal que nadie más puede hacer que uno mismo.
Por esto la Torá deja muy claro que si Dios apresuraba las cosas, si los llevaba a la tierra de Israel por el camino corto, pasaría que, ni bien tuvieran la primer dificultad más o menos seria, ellos no tendrían los recursos internos como para manejarla. Por lo cual, volverían por completo a la esclavitud, también a la física.
Hasta Dios tiene que dejar que se den los procesos que se tienen que dar, duren lo que duren, con los traspiés que ocurran, para que la persona alcance el grado de libertad psicológica que consiga alcanzar.
Ahora, si llevamos esta enseñanza a la vida práctica de cada uno de nosotros, podemos dar algunas breves ideas:
1. Alcanzar metas requiere tiempo
2. Muchos proyectos se arruinan por no saber esperar
3. Dios, aunque puede, no va a pasar por encima de Sus leyes para que alcancemos algo
4. La magia no existe
5. Confianza en Dios, aunque no se dé lo que deseamos
6. Constancia, aunque las cosas parece que no resultan
7. Ser positivo, que es lo contrario a tener un “mágico pensar bien”
8. Aunque parezca malo, eventualmente puede mostrar su buena faceta
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