EGO inflado, EGO pinchado

Tu empresa puede ser exitosa o no.
No podemos saberlo previamente, aunque nuestras suposiciones fueran 99% efectivas, ese 1% restante nos convierte en incapaces de predecir a ciencia cierta el futuro.
Por tanto, ¿qué hacer?

Lo razonable es recabar información, confirmarla, evaluarla, tomar en consideración el contexto y entonces tomar una decisión.
Al alcanzarla, ejecutarla con la confianza de que hemos hecho nuestra mejor parte.
El resultado final, no depende de nosotros.

Algunos arrojados aventureros prefieren lanzarse con una confianza desmedida, ignorando los factores que indicarían ser menos arriesgados.
Este seudo optimismo no está afianzado en los hechos actuales, tampoco tiene garantías de resultados.
Pueden alcanzar la meta, como no.
Tampoco está a disposición de las buenas ondas, ni del pensamiento positivo, ni de pretender coordinar el Cosmos detrás del propio deseo.

Por el otro lado, están aquellos con una confianza disminuida, atrapados por todo tipo de miedos, que especulan con cualquier desastre. Se niegan a dar un paso, aunque estén mal en el sitio actual. Es que decidir cuesta tanto, y parece que no les entra que al no decidir cambiar están decidiendo que el cambio se abalance sin permiso sobre sus pasivas vidas.
No hacen, y si se atreven a un poco lo acometen con tanta debilidad y torpeza que las probabilidades apuntarán al fracaso seguro. En este caso el 99% pronostica la derrota, que será la más posible consecuencia de su actitud impotente.

Lo cierto es que una calibración desmedida, para arriba como para abajo, auguran tropiezos más que suertudos éxitos; porque, en caso de registrarse algún suceso, éste será fruto de la suerte (casualidad, factores ajenos que intervienen, aquello que está por completo fuera de nuestro control y nos afecta), más que de la atinada acción de la persona.
A pesar de registrar fracasos y amarguras, o sorpresivos éxitos, encontramos que los confianzudos seguramente seguirán creyéndose más hábiles y capaces de lo que son realmente, aunque los golpes y fracasos demuestren otra cosa; y los derrotistas no entiendan que si no intentan, al menos eso, difícilmente logren algo diferente y mejor.

En ambas situaciones el EGO está ejerciendo su dominio sobre la persona.
En el que se cree más, inflando sus expectativas, negando sus torpezas, borrando los registros que avisen el tropiezo, obligándoles a querer abarcar más de lo que sus brazos alcanzan.
En el que se cree de menos, pinchando sus ideas, aumentando sus debilidades, borrando sus posibilidades de triunfo, llevándoles a empequeñecerse incluso allí en donde pueden ser grandes.

También está el EGO en el pesimismo defensivo, que es cuando ya declaramos nuestras pocas chances de éxito y enumeramos listas de contratiempos, como una manera, en apariencia inteligente, de zafar del sufrimiento que produce el fracaso, la constatación de la impotencia.
Nos amargamos adrede, aunque sea de manera inconsciente, como mecanismo para tener a raya el tan temido fracaso que no podemos controlar.
¿Se entiende esta idea? Es importante tenerla en cuenta.

Más allá de todo lo que hemos expuesto, una mirada clara, positiva, de confianza, por supuesto que establece una actitud y un accionar que predispone hacia el éxito.
En parte, porque se tiene la meta precisa, un puerto al cual llegar y se harán los intentos pertinentes para alcanzarlo.
Aquel que confía, sabe a dónde quiere llegar y trabajará para lograrlo.
Esto no resta importancia a los innumerables factores que están por fuera de todo control, que podrán favorecer o entorpecer, pero sin dudas brinda una mayor concentración y aprovechamiento de los recursos disponibles.

Por tanto, tomar cuenta de la situación, saber a qué nos enfrentamos, tener conciencia de los recursos, enfocarnos en la meta, programar los medios para alcanzarla, realizar los trabajos pertinentes no son un seguro de éxito, pero se le aproxima bastante. Con confianza, la que resulta del conocimiento y de no atarse a los miedos. La confianza que surge al desbaratar las creencias, que son pensamientos automatizados y que no cuentan con valor real. La confianza que se fortalece al recuperar energías desperdiciadas en combatir fantasmas, escapar de conflictos, reaccionar torpemente ante supuestas impotencias. La confianza que da firmeza a los pasos, aquellos que se dirigen a la meta escogida y elaborada.

En ocasiones es bueno tener metas concretas cercanas, los puertitos intermedios. Esto nos facilita el trabajo, a la vez que sirve como entrenamiento y como fortalecimiento de la confianza.
El gran puerto meta, hacia el cual vamos; con escalas valiosas en cada puertito que elegimos en el viaje.

Cada meta conseguida, es un refuerzo a la confianza.
Cada puerto perdido, es una oportunidad para analizar el error y corregir el rumbo, la forma de navegación, la dilapidación de recursos o aquello que surja del análisis.

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