Los chicos jugaban debajo de su ventana y le molestaban profundamente con sus gritos y ruidos.
El hombre ya no soportaba más, pero sabía que salir a echarlos solamente incrementaría el ruido. Quejarse con los padres, traería altercados vecinales… no era gente amable.
Entonces tuvo una idea muy ingeniosa.
Les propuso a los chicos que vinieran a jugar ruidosamente debajo de su ventana y que si hacían eso les pagaría 50 pesos por semana.
Los niños quedaron fascinados con la propuesta de seguir haciendo lo que estaban haciendo, pero ahora recibirían un interesante salario por ello.
Al cabo de una semana, y tras pagar los 50 pesos, el hombre les dijo que la economía no estaba muy bien y que les podía pagar 20 pesos para que siguieran jugando debajo de su ventana.
Los niños dijeron, entre eso y nada, mejor eso. Así que reformularon su contrato para cobrar menos plata.
Pero, tres días después viene el hombre con cara de amargura y les dice que hubo un problema muy grave, que ahora solo podría pagar 1 peso por semana, que por favor siguieran jugando allí.
Los niños malhumorados le respondieron: “¡Te piensas que somos unos mendigos! Por un peso ni locos vamos a jugar debajo de tu ventana.” Y se fueron para no volver.
Así con astucia e inteligencia el hombre pudo disfrutar nuevamente de su casa en paz.
En la parashá Shoftim encontramos el siguiente pasaje:
«No tuerzas el derecho; no hagas distinción de personas ni aceptes soborno, porque el soborno ciega los ojos de los sabios y pervierte las palabras de los justos.»
(Devarim/Deuteronomio 16:19)
Cuando nos “compran”, con dádivas, regalos, elogios, pagos, o de cualquier otra forma o manera, terminamos prisioneros de nuestro inconsciente.
Perdemos la capacidad de evaluar racionalmente y procedemos a ser conducidos por factores que no dominamos.
Entonces, realmente sin quererlo, privilegiamos a ciertas personas, o podemos perjudicarlas. Nuestra mente no capta la motivación que está operando, porque así es como funciona este soborno.
En la historia que compartimos al inicio, con gran astucia y destreza el señor obtuvo lo que quería.
¿Cómo?
Sobornando a los pequeños ruidosos.
Alteró con su pago la voluntad de los chicos, y sin provocar altercados, ni ponerse en una postura desafiante, ni siquiera promoviendo el malestar, él logró su cometido.
Hay unas cuantas grandes enseñanzas prácticas de esto.
1. No confiemos en que dominamos fácilmente nuestro pensamiento, porque hay una enorme zona sumergida en lo profundo de la mente sobre la cual no tenemos idea ni control.
2. Seamos cuidadosos para que podamos actuar con objetividad, imparcialidad y justicia.
3. Hasta los sabios quedan tontos y los justos pierden el sentido a causa de la corrupción, por tanto, actuemos con moderación y no seamos demasiado exigentes, sin por ello ser demasiado permisivos.
4. Usemos nuestras capacidades para construir SHALOM, ideando mecanismos alternativos para generar entendimiento, menos fricción entre las personas, concordia.
5. La mayoría de las veces no es con el martillo que podemos entablar acuerdos y comunicación, sino con la elegancia y flexibilidad. Las ocasiones que ameriten palo, existen pero no son las frecuentes.
6. Mejor invertir 50 pesos en promover ruidos y gritos, para luego obtener el éxito, que ahorrarse esos pesos y más tarde gastar fortunas en el médico o el abogado.
¿Se te ocurren más enseñanzas prácticas, útiles y necesarias?
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