En muchas ocasiones vivimos como si nuestra vida no tuviera un día final en este mundo.
Dejamos para mañana.
No decimos cuánto queremos a quienes queremos.
Planificamos sin realizar… en el mejor de los casos; porque en un gran número ni realizamos ni tampoco planificamos, tan solo pasamos por la vida, repetimos, nos subimos al carro de la rutina.
Permitimos que el abandono se apodere de relaciones y lugares, con la esperanza de que habrá oportunidad de corregir la situación.
Derrochamos ese tesoro irrecuperable e insustituible, que es el tiempo.
Pasamos de pasa-tiempo en pasa-tiempo, porque igual habrá ocasión más tarde para estudiar, trabajar, amar, hacer, mejorar, colaborar, o lo que sea que no sea pasar el tiempo.
Nos apasionamos con un tonto partido de fútbol, o lo que sea, en la tele y mandamos callar a nuestros hijos.
Nos prendemos a la cervecita, o lo que sea, en vez de dedicarnos a construir SHALOM en lo cercano y con lo lejano.
Nos enojamos por naderías.
Envidiamos y nos ponemos celosos.
Nos angustiamos por problemitas.
Nos agitamos para no ahogarnos en vasitos de agua a las que sentimos como tifones gigantes.
Vivimos como si no hubiera muerte, postergando.
Damos el poder de nuestras vidas a otros, vegetando para no tomar decisiones y con eso ya tomando una muy mala.
Queremos saber el último chisme y repetir como si nadie lo hubiera escuchado antes el chiste que nos llegó por WhatsApp.
Dejamos de colaborar con buenas obras para no perdernos el capítulo de la telenovela turca de turno (o del origen que sea, igualmente inútil).
Pasamos mil horas con las pelotitas y diamantitos y golosinitas en las pantallitas de los juguetes modernos para adultos y chicos
Nos hacemos trampas al solitario y festejamos cuando ganamos, lamentándonos como si fuera un drama cuando perdemos.
Supongo que no muchos reflexionan de lo limitada de nuestra existencia terrenal.
Si lo hacen, no lo perciben como algo que les sucederá a ellos.
Y si se dan cuenta de que morirán, es un evento futuro, que no molesta ahora.
Pero, ¿qué pasaría si supieras, sin lugar a ninguna duda, de que estás transitando las últimas pocas horas que te quedan en este mundo?
¿Seguiría siendo tu equipo deportivo la prioridad?
¿Aprenderte la coreografía del último hot musical?
¿Tomarte un par más de aguardientes a escondidas de tu esposa?
¿Engañarla con la chica de turno?
¿Encerrarte frente al monitor para consumir la maratón de Netflix?
¿Sumar una hora extra en la oficina?
¿Dejar de hablar amablemente con tus hijos porque es más importante creerte un ente superior a ellos?
¿Harías algo realmente valioso al fin, o seguirías en la rutina habitual?
A todo esto, ¿sabes cuánto te está quedando de vida para que te pongas en campaña YA?
¿No será mejor vivir cada día a pleno, llenando de sentido y trascendencia tu vida?
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Me ha gustado este artículo. Gracias Moré Ribco.
muchas gracias