El vehículo de santidad

No es por casualidad que estamos en este mundo.
Ni tampoco es una especie de prueba terrible que alguna deidad sádica disfruta de ponernos.
Ni tampoco es un valle de lágrimas que debemos recorrer sufriendo y aguantando.

Es un lugar espectacular y hermoso que sirve como campo de entrenamiento y centro fantástico de estudios.
Porque, cuando existimos en este mundo, por medio de nuestro cuerpo y experiencias estamos dando a la NESHAMÁ (espíritu, chispa Divina, Yo Esencial) una infinidad de sensaciones, recuerdos, placeres que no tendría de otra manera.

Estamos aquí para sentir hambre y entonces comer.
Para disfrutar con el paladar y el olfato, recrearnos con la textura del alimento, deleitarnos con sus colores y composición estética.
Y también para agradecer antes de alimentarnos y después de satisfacernos.
Para sentir la energía que se desprende de los nutrientes y las sustancias que fortalecen nuestro bienestar.
Para darnos cuenta de lo terrible de pasar hambre y el lujo de llenar el estómago.
Maravillarnos con los complejos e inimaginables procesos que se producen para que estemos ante ese plato de comida.
Y seguir disfrutando multidimensionalmente.
Todo ello porque sentimos hambre ya que pasaron tres horas desde la última comida.
Y toda esta experiencia se transforma en recuerdos de vida que son retenidos por la NESHAMÁ, la cual ahora alcanza una vivencia diferente, en un plano mucho más profundo y completo de la creación.

Así como con el ejemplo de la comida, con todo lo que se va acumulando y organizando como recuerdos en la infinita NESHAMÁ.
Por ello es tan sustancial cuidarnos de las memorias que grabaremos en ella. Todo lo que sea en armonía con nuestro código ético/espiritual (noajismo para gentiles, judaísmo para judíos) estará siendo recordado desde el placer, desde el baño radiante con la energía positiva del Creador. Todo lo que entre en conflicto con el código ético/espiritual, produce memorias oscuras, amargas, de sufrimiento… lo que los poetas llaman “fuegos del averno”.

Es por ello que debemos conocer, cuidar, respetar nuestro cuerpo.
Que nos permite desplegar el potencial espiritual, con las experiencias que recaudamos y con las buenas acciones que vamos destilando en nuestro entorno.

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Muchas gracias.



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