Exilio y Redención de Av

El ayuno de Av es la el día más oscuro de la nación de Israel. Numerosos acontecimientos trágicos y espantosos han pasado en esta fecha y su entorno, marcándolo como especial, o identificándolo como tal. El día de la amargura extrema, el polo de la negatividad para los judíos.
Al mismo tiempo, en la sagrada Tradición se menciona que el Mashiaj ha nacido en este día, junto a la destrucción del Templo nació el redentor. Es la esperanza entremezclada con la amargura, el optimismo aún en la mayor de las angustias, una modo típicamente judío de contemplar la realidad.

El ayuno  de Av recuerda el llanto de aquellos judíos que se negaron a confiar en Dios y prefirieron la muerte en el desierto a la toma de la Tierra Prometida. Recuerda la destrucción de los dos templos, con siglos de diferencia, junto a la masacre de miles de judíos y el fin de la independencia de Israel. Recuerda el exilio nacional y colectivo en numerosas instancias. Recuerda la matanza y persecución, la conflictiva estancia de los hijos de Dios entre las naciones idólatras.
El resumen es el exilio, el estar fuera del lugar indicado, el vivir una existencia pasajera y de apariencias en lugar de la propia identidad en su plenitud.

En la tradición mística más esmerada se reconoce también su faceta personal, interna.
Estamos en exilio personal, alejados de nuestro Yo Esencial, esclavizados por el EGO, sometidos a los disfraces del Yo Vivido, encerrados en celditas mentales, en una diáspora casi constante.
Cuando armonizamos nuestras dimensiones, cuando sintonizamos nuestro Yo Vivido a la luz del Yo Auténtico, cuando dejamos de doblegarnos ante el EGO para tomar el verdadero control de nuestras vidas, es que estamos ingresando a la Era Mesiánica individual, una en la cual es nuestro príncipe interno nos gobierna y nos redime. Ya no es el EGO el que manda, sino el AMOR.

El profeta del desastre, el testigo del fracaso en la época del primer Templo, el gran Irmiá/Jeremías lo deja ver en numerosas ocasiones, pero quizás resalta en esta frase:

"El aliento de nuestra vida, el ungido del Eterno, ha sido atrapado en sus fosas; aquel de quien habíamos dicho: ‘A su sombra viviremos entre las naciones.’"
(Eijá / Lamentaciones 4:20)

Así es.
Nuestra neshamá, nuestra esencia espiritual, nuestro Yo Esencial, ese que es nuestro nexo sagrado con Dios y el cosmos, lo más auténtico de nosotros en nosotros, el aliento de nuestra vida, lo que es del Eterno en nosotros, está atrapado entre las cáscaras y costras que impone el EGO a través de las instancias del Yo Vivido.
Estamos en exilio de nosotros mismos, apartados de nuestra identidad, reconociendo que somos tal o cual que en verdad no somos. Estamos en búsqueda de dioses y salvadores, de reyes y pastores, de mesías y redentores, cuando la solución está dentro nuestro. Allí vive nuestro Mesías personal, nuestro redentor. Nuestro Mesías que está acosado por el falso salvador, por el “Jesús”, que es el EGO. El EGO que se presenta como salvador, que nos impone sus inflexibles reglas de muerte, que nos hace padecer, pero tiene el descaro de aparecerse como el único que nos salva. Ese que nos obliga a adorar dioses, que son impostaciones suyas, ese que nos hace creer cosas adversas y sentir impotencia, para seguir sometiéndonos a su imperio de perversión.
Y nuestra neshamá está encerrada, atrapada en una fosa oscura, en donde la relegamos.
Es por esto que también penamos y padecemos en el ayuno de Av.
Porque el exilio nacional, la destrucción de los templos, las masacres, las agresiones, todo el mal externo y material que tenemos presente en este ayuno, son materializaciones de lo que sucede en nuestro interior, a causa del EGO.

Es posible romper el yugo del EGO. Podemos retornar a nuestra patria, a ese Templo sagrado que mora en nuestro interior (Shemot / Éxodo 25:8) y que tanto desconocemos. Podemos encontrar la estabilidad, la paz, la confianza, la fuerza, la belleza. Y no dependemos de medios externos, ni de dioses, ni de mediadores, ni de congregaciones, ni de conversiones a nada. El Templo está en nuestro interior, el nexo santo está en nosotros, ¡somos nosotros!
Nuestra parte más pura, auténtica e intachable está allí, a la espera de que ingresemos a la Tierra Prometida, unjamos a nuestro Mesías personal, inauguremos nuestro Templo, vivamos a pleno la Era Mesiánica. Pero no lo hacemos. Damos excusas, nos negamos, preferimos morir en el desierto, seguir en el exilio, justificarnos, inventarnos religiones, buscar conversiones, hacernos extremistas, fanatizarnos, llenarnos de eslóganes, repetir lemas, ser religiosos, vivir en exilio y en apariencia disfrutarlo y llamarlo hogar.

Por esto, este ayuno de Av es ocasión de reflexión, de conocimiento interno, no solamente de llanto por lo que pasó hace siglos, no solo recordar a los inocentes masacrados, no solamente penar por la independencia nacional perdida, no solo los Templos… sino por el exilio interno, ese que nos obliga a ser extraños en nuestra propia tierra. Ese exilio que pone ídolos en los atrios del Templo, al EGO en el sitial de un dios.

Aprovechemos este ayuno, o cada ocasión que podamos, para hacer el camino de regreso al hogar. Podemos hacerlo.

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