La autoridad del líder

El recién coronado rey de Israel, Rejabam hijo de Shelomó, fue puesto ante una difícil situación: el pueblo reclamaba pagar menos impuestos, al tiempo de gozar de mayor libertad civil, o habría una revuelta y secesión.
El rey debía escoger, era su obligación decidir, estaba en la urgencia de brindar una respuesta autorizada y llena de poder, pero no se sentía capacitado para hacerlo… ¿o tal vez no se tenía suficiente confianza?
El hecho es que demostró su inseguridad, su falta de vigor emocional, su incapacidad de liderazgo.
Era rey pero actuaba como niño, en muchos aspectos y en pocos versículos de conocerlo.
Entonces, al menos hizo algo inteligente:

"…el rey Roboam consultó a los ancianos que habían servido a su padre Shelomó [Salomón], cuando aún vivía, y preguntó: -¿Cómo aconsejáis vosotros que yo responda a este pueblo?
Y ellos le respondieron diciendo: -Si te constituyes hoy en servidor de este pueblo y les sirves, y al responderles les hablas buenas palabras, ellos serán tus siervos para siempre."
(1 Melajim / I Reyes 12:6-7)

Es un consejo muy sabio, de gente entendida y experimentada.
Hábiles políticos a cargo, personas con esa ductilidad propia de los que manejan las cuestiones gubernamentales y empresariales.
Un consejo saludable, cuando es aplicado con bondad y justicia; un consejo realmente maquiavélico cuando está motivado por el deseo de manipular y conquistar al otro.
Si quieres ejercer verdadera autoridad sobre otros, y no autoritarismo; si quieres ejercer tu poder y no tu prepotencia, entonces, sé humilde, sé manso, sé servicial con aquellos que quieres que te sigan.
El prócer uruguayo, Don José Artigas, tiene una famosa frase a su haber: “Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.
Esa es la idea esencial, el verdadero poder del líder no se encuentra en su capacidad de aplastar a los súbditos, ni en reprimir con violencia, ni de censurar injustamente, ni de bloquear las comunicaciones, ni de restringir el crecimiento de los ciudadanos, ni de aprovecharse de las debilidades y falencias, ni de mentir y llevar por sendas de dolor y oscuridad, nada de eso es lo que caracteriza a un verdadero líder.
El líder está para conducir al pueblo con bien y bondad, con justicia y rectitud, con lealtad.
Cuando el que se pone en el lugar de líder abusa de la gente, se aprovecha, fabula para manipular, presiona, amenaza, secretea, usa información privilegiada para esclavizar a los otros, todo ello es síntoma de que no cuenta con la capacidad de liderazgo pero sí con la oscura habilidad del manipulador.
El buen líder habla con palabras bondadosas, incluso cuando debe amonestar o prohibir o castigar.

Sin embargo, tengamos cuidado.
Los hábiles manipuladores, seudo rabinos, pastores, clérigos mesiánicos o seudo noájidos, líderes “adámicos”, fetraficantes de superación personal, cabalisteros, así como otros artistas del engaño y la perdición aprenden bien pronto las técnicas de la venta fraudulenta, de la trampa, de la estafa, de la manipulación emocional. Te dirán cosas bonitas, te harán sentir como en casa, te darán dulces, te ofrecerán su supuesta amistad, te serán consejeros amables, te inventarán paraísos y esperanzas nulas en la realidad, serán buenos contigo, solamente porque quieren que tú seas sus esclavos por siempre. Míralos como se arrastran para conseguir tus ofrendas, tus diezmos… obsérvalos coquetear para obtener el sexo prohibido… atiende a sus gestos perversos, cómo te ordenan repetir lemas, asistir a reuniones, leer libracos, pagar cursos, decir “amén”, levantarte y sentarte, alzar tu mano derecha, cantar lo que no te interesa, bailar como idiotas, comer lo que te asquea… sí, presta atención, ellos están ahí, seguramente ante ti, son tus pastores, tus jefes de congregación, los cabezas de tus células, los que son dueños del garaje o local en donde te congregas para rezar a muertos e inexistentes…
Astutos como su maestro, el serpiente del Edén. Taimados como su maestro, Pablo el falso judío de Tarso. Gente que no te dirá de frente cosas desagradables, pero a solas te hará sentir que eres peor que una inmundicia. Ante la comunidad te afrentará, te echará, amenazará, maldecirá… no tienes derecho a preguntar, a opinar, a pensar, solamente a ser oveja, a reír por sus estúpidos chistes, a repetir sus insulsas palabras poéticas-proféticas sin sentido, a ser uno más de sus peones en sus juegos diabólicos.
Y tú… tú lo haces…
Y te enfadas porque te aviso que estás siendo manipulado. Y te encierras aún más en tu celdita mental, tan pequeñita que ni luz entra ya.
Te aferras a tu pastor, te encadenas más fuerte, rechazas el consejo sabio, te fatigas de solo pensar en vivir de una manera más digna.

Eres cómplice del estafador, porque a sabiendas colaboras con él en su arte de estafarte.
Y te piensas muy vivo, genial, porque vives en tu mundo de fantasías, mediocre, sin sentido, plagado de mentiras, lleno de supersticiones, impotente, postrado, con miedo, inútil.
Dejas marchitar tu potencial sagrado.
Te burlas de los demás y crees que eres más listo que Dios.
Pero no puedes engañar a tu esencia espiritual, ni cambiar la realidad porque imaginas que con secretitos mágicos el mundo se postra a tus pies.
Tendrás que rendir cuentas de tus actos.
No habrá más excusas, ni mentiras, ni tontas justificaciones.
Ahora echas culpas, te haces la víctima, dejas que te manipulen, pero llegado el momento de la verdad… ¿adónde te piensas que te podrás escapar?
Te cavas tu fosa y te introduces de lleno en ella.
Te crees muy vivo, o tan torpe que dejas que el pastor sea quien te controle con su mando a distancia.

Haces caso a la voz corrupta del EGO.
Tienes tanto por des-aprender antes de poder aprender a ser…

No tienes poder, no tienes autoridad, no tienes futuro, a no ser que rompas el yugo oscuro que te has adosado sobre tu cuello.
Rompe ya los lazos tóxicos con ese líder enfermo que te gobierna y con la congregación de desbarrancados que te rodean.
Lava tu alma, remienda tu corazón, acepta tu fracaso de vida, porque cuando lo haces es que puedes comenzar a purificarte, a santificarte, a crecer.

Dios te espera.
Una buena vida te espera.
Pero depende de ti.

Tú tienes la autoridad, el poder, la capacidad.
Solamente si así lo quieres y das los pasos necesarios para hacerlo real.

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