La energía cuántica de las primicias

La Torá, en el inicio de la parashá Ki Tavó, indica que sean llevados al Templo del Todopoderoso en Jerusalén, los mejores frutos de la primera cosecha que se cultiva en la tierra de Israel.
Estos frutos son los llamados BIKURIM, que se traduce como las primicias.
En el Beit haMikdash se realizaba una festiva y significativa ceremonia, en la cual el agricultor reconocía la bondad del Eterno, pero también se hacía énfasis en recordar las dificultades que se presentan en la vida y sin embargo salimos adelante.
No nos quedamos amargados imaginando los fracasos, ni hacemos de los obstáculos el foco de nuestra atención, simplemente los admitimos, tratamos de aprender para el futuro y seguimos adelante.

Luego, los ricos frutos eran compartidos con el resto de los asistentes y se tenía especial atención para que también el beneficio alcanzara a los que no son de la parentela. Así la fiesta se generalizaba por toda la ciudad y se difundía al resto del país.
Con la alegría de estar en comunidad, compartiendo, disfrutando, rezando, cantando, aprendiendo.
De esto trata el meollo de la alegría, y no de la posesión egoísta de las cosas.
Al menos, así nos lo enseña la Sabiduría cuyo origen es el Creador.

No es casualidad que el Midrash dice que el mundo entero fue creado para la energía que se libera con estos primeros frutos.

Desde un punto de vista cabalístico, esta enseñanza se explica diciendo que, mientras estamos en este mundo tenemos trabajo para hacer, esforzarnos para que nuestros proyectos den frutos. Habrá obstáculos, no faltarán los contratiempos, pero no debemos rendirnos, sino seguir en nuestra tarea.
Porque de últimas, hay un Dios que está al tanto de todo y conoce nuestros méritos y oportunamente paga según nuestro trabajo y no de acuerdo al resultado final.
Porque Dios valora el proceso, el camino que andamos, el esfuerzo genuino dedicado y el estudio aplicado; luego, lo que sale finalmente no depende de nosotros, sino de una infinidad de factores.
Por tanto, el mérito está en hacer a pleno nuestra parte y no creernos los responsables de toda la creación.

Con nuestra labor conseguimos que de la tierra broten los primeros frutos y luego no debemos hacer acopio de ellos, no debemos esclavizarnos al deseo de recibir, sino abrirnos con generosidad y sabiduría al prójimo, para que podamos dominar nuestro egoísmo y transformarnos en seres de luz en este mundo.

Ahí está la clave de la alegría, saber que somos parte de una comunidad, que no estamos solos, que no vivimos para competir y sacarnos los ojos por cuestiones que son pasajeras.
Sino cada uno hacer su parte y entre todos llegar a una convivencia mucho más feliz y armoniosa.

Suena a una utopía, pero es la que propone la Torá para nuestras vidas y que desde hace siglos conocemos por el nombre de Era Mesiánica, pues eso es lo que esperamos en verdad que suceda cuando venga el Mashiaj.
Que el mundo mejore, pero no solamente en lo material, sino en todos los aspectos, permitiendo que el egoísmo cumpla su limitado rol y nos deje en paz para vivir prósperos, saludables y felices.

Que lo podamos hacer y experimentar.
Shabat shalom y plenitud de bendición para todos nosotros.

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