Lo que mata no es solamente el virus

El sedentarismo mata.
Así que, a moverse.
Que la encerrona a causa de la pandemia no sea una nueva excusa para someternos a la impotencia.

Existen otras varias conductas demasiado frecuentes y normalizadas, que también matan.
Beber alcohol, fumar, comer con sal, el azúcar, estresarse sin motivo real y así podríamos ir sumando.
Por lo general, aunque tengamos en mente bien comprendido el mensaje, otras partes de nuestra personalidad igualmente nos impulsan hacia la impotencia.

Esto no se limita a cuestiones físicas, puesto que también hay conductas emocionales, sociales y mentales que matan.
La falta de comunicación auténtica, la superstición, el resentimiento, la apatía, la violencia silenciada, el abuso privado, entre un gran número de otras conductas perjudiciales.
Y sin embargo, aunque notemos su gravedad e incluso si nos damos cuenta de que estamos esclavizados por alguna de ellas, igualmente encontraremos la justificación para continuar esclavizados a lo que finalmente nos hunde en impotencia.

La superstición destroza y luego también mata. Esa forma de superstición aprobada socialmente llamada religiones, por supuesto que cargan con muchos terrores y duelos sobre sus espaldas. (Recordemos que judaísmo y noajismo NO son religiones, por más que algunos de sus “usuarios” se desvivan por hacerlas pasar por tales).
La ignorancia destruye y arruina, pero es insensible a los efectos y gravedad de su accionar a causa de su propia incapacidad por identificar los hechos y manejarlos con conocimiento.
Pero, se ensalza dioses y pastores, se aplaude y beneficia a proveedores de narcóticos que paralizan la mente y enturbian el razonamiento emocional. (No solamente drogas químicas, pues están los otros estupefaciente tales como creencias, espectáculos, diversiones, etc.).

El EGO, en todas sus formas y disfraces, cuando está fuera de su función natural, es el voraz desolador de personas y mundos.
Hace tronar sus dedos y desaparece la bondad, se anula el entendimiento, se destruye la existencia.
Es el EGO al que la gente adora cuando habla de sus dioses, santos y salvadores (y tristemente también cuando muchos piensan y predican al Eterno como si un dios de pacotilla se tratase).

Todo esto se potencia, negativamente, en estas épocas del reinado del Coronavirus.
Por tanto, podemos desmoronarnos junto a la economía mundial, a los roles sociales tradicionales; o podemos aprender para desaprender.
Que el momento de crisis nos sirva para mejorar y que salgamos fortalecidos.

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