El gran maestro RaMBaM ha dado numerosas consejos y reglas al respecto del cuidado y promoción de la salud del individuo, de la sociedad e incluso del entorno.
Si bien vivió hace ocho siglos atrás su visión trascendente, su conocimiento sagrado, le permite seguir resonando con fuerza aún en nuestros días.
Si bien los avances de la tecnología y del saber nos han provisto de novedosas herramientas y conceptos, es bueno que demos una mirada a las palabras del maestro.
Para lo cual iremos citando y analizando someramente el capítulo 23 del tercer tomo de su magna obra “Guía de los Descarriados o Perplejos”.
Ya en su título nos encontramos con una directa relación de las mitzvot con la temática de la salud: “DE QUE LOS PRECEPTOS DIVINOS PERSIGUEN ASEGURAR EL BIENESTAR DEL CUERPO Y DEL ESPÍRITU DEL HOMBRE”.
Los preceptos divinos, es decir las mitzvot, tienen una finalidad, la cual es proveer de bienestar al ser humano íntegro, tanto en su faceta corporal como espiritual.
Notemos que en este texto es posible asimilar lo “corporal” con lo “material” del ser humano, por tanto cada vez que encontremos el término “cuerpo” o “corporal” podremos traducirlo a lo que conforma la materia del ser humano.
En cuanto a lo espiritual, es un concepto amplio y a veces confuso.
Para tener un marco compartido y eficiente de comprensión convengamos en lo siguiente:
· Nefesh –alma- hace referencia a la energía vital, aquella que nos sostiene con vida en Este Mundo.
· Neshamá –espíritu- indica al menos tres ideas simultáneas:
o La información que se recopila constantemente, consciente o inconscientemente, por parte de la persona.
o La conexión inquebrantable que conecta al hombre con Dios.
o Aquello que no es corrompido de ninguna forma por el trajinar en Este Mundo y permanece en existencia luego del deceso del individuo.
Así pues, Maimónides nos asegura que los mandamientos que el Eterno ha dado a cada uno para cumplir necesariamente llevan a un estado de salud tanto en lo material como en lo espiritual.
Al ser lo espiritual un fondo incorruptible, se está indicando que las acciones de salud no solamente tendrán efectos en Este Mundo sino que también en el Mundo Venidero.
Continuemos con el texto del maestro: “El designio general de la Torá es doble: Asegurar por una parte la felicidad del espíritu, y por otra, el bienestar del cuerpo.”
El objetivo de la Torá es que la persona alcance la felicidad en su plano espiritual al tiempo que su plano material goza de bienestar.
Es interesante que notemos que no habla del bienestar del espíritu, sino de su felicidad.
Uno de los motivos podría ser que el espíritu en sí mismo jamás es modificado por la conducta de las personas.
Lo que se puede dañar y reparar es el nexo que se establece entre el espíritu y el cuerpo, pero nunca se llega a modificar el espíritu en sí mismo.
El espíritu es un lazo divino, está por fuera de los parámetros tiempo/espacio que conforman lo material. Es la conexión continua y constante que no depende de nuestra voluntad o conducta.
Sin embargo la conexión a nuestro espíritu es pasible de cambios a causa de nuestra conducta.
Cada acto erróneo, cada pecado, cada transgresión, es como una mancha, como una cáscara que se interpone entre nuestra esencia espiritual y nuestro Yo Vivido.
Cuanto más nos hundimos en errores o pecados, significa que más cáscaras hemos permitido que bloqueen el influjo positivo que irradia desde el plano espiritual.
Nada de lo que hagamos afecta nuestro espíritu, ni para bien ni para mal. Sin embargo nuestro ser íntegro se afecta, puesto que no recibimos la “luz” espiritual desde nuestro interior, al tiempo que nos poblamos de información negativa.
Para comprender mejor estas ideas precisamos de dos imágenes que nos sirvan como analogía.
La luz de este farol no cambia ni se perjudica si el vidrio que la circunda se va llenando de manchas que la oscurecen.
Hacia fuera hay menos luz, pero ésta permanece en realidad tan brillante y diáfana como siempre.
Cuando se limpia el vidrio, cuando se van quitando las manchas, es que la luz vuelve a ser percibida por el afuera. En apariencia hay más luz, cuando en realidad lo que hay es menos cáscaras interponiéndose entre ésta y el afuera.
Así pues, ninguna acción nuestra toca la llama, aunque a la vista pareciera que sí.
La segunda analogía es cómo se llena de información negativa y sin embargo no se afecta.
Probablemente hemos escuchado hablar de la fibra óptica.
Un material transparente por el cual fluye un haz de luz que transporta información.
Millones de datos viajan a velocidad fantástica en forma de luz, la cual no cambia su esencia.
Los preceptos divinos permiten llenar de información positiva, de felicidad, esas transmisiones que se establecen en el espíritu personal. Es gozo que deleita en Este Mundo pero que queda también para ser disfrutado en el Mundo Venidero, en lo que podemos entender como el deleite del paraíso.
Al ser definida como felicidad le reconocemos un componente subjetivo, pues cada quien percibe la felicidad de acuerdo a quien es. Sin embargo el generador de esta felicidad espiritual siempre está vinculado a la acción en consonancia con los mandamientos divinos que corresponden a cada quien.
Esto es, ninguna felicidad verdadera puede estar en desequilibrio con los mandamientos.
Para este plano material el objetivo de la Torá es brindar bienestar, que es un concepto que incluye lo objetivo y lo subjetivo. Al respecto trataremos más adelante.
Al actuar conforme a la Torá se estaría posibilitando el bienestar y felicidad para la persona.
Continuemos con la palabra de Maimónides: “Promuévese la felicidad del espíritu gracias a las correctas opiniones y doctrinas que comunica la Torá al pueblo, según su capacidad.”
Como habíamos mencionado anteriormente, al actuar conforme al sentido de la Torá se reducen los bloqueos entre el espíritu y lo material. Se eliminan falsas creencias, se extirpan las supersticiones, se desvanece el poder de las religiones, las ideas fantasiosas ocupan el lugar que merecen, las ideas se ordenan, por lo que la persona tiene un pensamiento más claro, una conducta más equilibrada.
Sigue el maestro: “Algunas de estas doctrinas se comunican en forma llana y sencilla, otras, en alegoría; porque ésas son manjar demasiado fuerte para que la común capacidad del vulgo las asimile.”
Algunas ideas se expresan de modo directo, por ejemplo: “No robes”. Para la generalidad de las personas es comprensible vertido de tal modo.
En ocasiones las ideas son extraídas de historias, de relatos, de ejemplos, de un modo indirecto, para que así sean captadas por las personas o se extraigan moralejas que resultara árido expresar de otra manera. Ejemplo: el patriarca Avraham se había circuncidado hacía tres días, tenía dolor y fiebre y sin embargo salió presuroso a recibir a tres extraños para hospedarlos, les brindo agua y buena comida, los acompañó, se encargó de ellos como si fueran príncipes. De esta anécdota se derivan numerosas ideas, de las que mencionamos: recibir visitantes, ser solidario, no juzgar por apariencias, el altruismo libera del dolor, entre otras ideas sublimes y necesarias.
Al actuar en sintonía con estas buenas enseñanzas, tanto las formuladas de manera directa como indirecta, estamos rompiendo la esclavitud al EGO, liberándonos de las celditas mentales que nos encierran, adoptando estilos de vida saludables.
Todo esto nos provee de gozo, de aquella felicidad que corresponde al plano espiritual.
En cuanto a lo material: “Consolídase el bienestar del cuerpo mediante la adecuada ordenación de las relaciones conforme a las cuales vivimos unos con otros. De dos maneras puede alcanzarse esto: la primera, alejando la violencia de nuestro medio, esto es, logrando que cada cual haga, no lo que le place, puede y desea, sino lo que contribuye a la común felicidad; la segunda, enseñando a cada cual las normas morales susceptibles de producir un buen orden social.”.
El bienestar radica en un “estar bien”.
Esto es, que cada componente se encuentre en su lugar y orden correspondiente.
Que se establezcan las relaciones armónicas y por tanto se reduzca el efecto perjudicial del caos.
El orden incluye un apartarse de lo que es prohibido, por ser perjudicial; pero también un aproximarse a aquello que es permitido, por ser beneficioso.
El EGO rechaza el orden, promueve el caos, puesto que en esa situación es que impera la impotencia, la cual es aprovechada por el EGO para seguir manteniendo su dominio sobre la persona.
Por lo cual, al actuar de modo altruista, solidario, generoso, comprometido, reconociendo los límites, se está destituyendo al EGO de su falso sitial de predominio para permitir a la persona desarrollar sus potencialidades, hacer uso de sus capacidades, encontrar el bienestar armónico interno y externo.
En tanto sea el EGO el que comande las acciones, el caos seguirá imperando, la impotencia no dejará de sentirse en cada ocasión, la persona estará reducida a la esclavitud y a la enfermedad.
La salud individual no es independiente de la salud colectiva y del entorno.
Por tanto al irse ordenando las relaciones entre los factores internos, entre las personas, entre ellas y su medio, la salud se extiende y fortalece.
Por tanto, parece necesario ampliar el alcance de nuestra idea de salud y de nuestra idea de persona. No basta con centrarse en el individuo, y así es como lo entendió y manifestó Maimónides: “Porque ha sido hallado que el hombre goza de una doble perfección: La una es la perfección del cuerpo, y la otra la del espíritu. Consiste la primera en la salud que sólo es posible cuando el hombre puede suplir sus necesidades a medida que se presentan, alimento, abrigo, baño, vestido, y cosas del mismo linaje. Pero el hombre no podría a solas procurarse todo esto; es imposible que un hombre aislado alcance bienestar y comodidad, lo cual sólo es hacedero viviendo en sociedad, pues que, como bien sabes, el hombre es por naturaleza sociable. “
El plano material, por su misma naturaleza es cambiante y formado por diversos elementos.
Para facilitar nuestra comprensión señalamos cuatro dimensiones que la forman:
· Mental: pensamiento, imaginación, creación, razonamiento, creencias
· Social: valores, códigos compartidos, cultura, tradiciones, lenguaje, reconocimiento
· Emocional: estima, disfrute, afecto, intimidad, autovaloración
· Físico: el cuerpo y sus necesidades básicas, que son objetivas y sin las cuales la persona muere.
Estas dimensiones están íntimamente entrelazadas, es muy difícil encontrar que se pueda aislar una de las otras. Cada una afecta y es afectada de manera diversa.
Si bien es posible discernirlas, elaborar ideas al respecto de ellas, no dejan de asentarse en lo corporal, no dejan de ser elementos que constituyen un sistema complejo.
Por tanto, aquellas doctrinas que niegan alguna de las satisfacciones necesarias a cualquiera de los planos, están en discordancia con el plan de Dios expresado en la Torá, reniegan de la salud, atentan contra el bienestar de la persona y de la comunidad.
Es imposible pretender aislar al hombre, cercenarle sus derechos, impedirle la obtención de aquellos satisfactores que no colisionan contra la Divina Voluntad.
Una cosa son los mandatos del EGO, que impulsa el caos, que deteriora la salud individual, colectiva y ambiental; y otra cosa es el reclamo o anhelo por alcanzar la satisfacción en aquellos factores que son permitidos.
Prosigue Maimónides: “La segunda perfección consiste en que llegue a ser de hecho inteligente. Esta segunda perfección ciertamente no incluye cualquier acción o conducta, sino sólo conocimiento, al cual se llega reflexionando e indagando. Y es claro que esta segunda y superior categoría de Perfección sólo puede ser alcanzada cuando ha sido satisfecha la primera; porque la persona; que padece hambre, sed, calor o frío en demasía, no puede concebir una idea, ni cuando se la comunican otros, ni menos aun cuando ha de alcanzarla por propio razonamiento.”.
Es imposible pensar correctamente cuando los tres planos anteriores están desbalanceados.
Por tanto, la salud requiere no solamente de un organismo en armonía, sino también de las emociones correctamente balanceadas, relaciones sociales saludables lo que permite el despliegue mental acorde a la capacidad personal.
El plano mental ejerce su potencial de acuerdo a su capacidad biológica, a los contenidos con los que ha sido llenado y a las facilidades que permite el entorno.
Entre los contenidos que repercuten en lo mental están los mensajes que provienen de afuera pero también de las propias emociones.
Por otra parte, es necesario comprender cómo el plano mental sirve como puente hacia el plano espiritual.
El plano espiritual se satisface por medio del cumplimiento de mitzvot (aquellas posibles y pertinentes) y por medio del estudio de Torá (lo que sea pertinente).
Como menciona Maimónides es necesario el orden para alcanzar la perfección.
Un pensamiento ordenado, en el cual los factores emocionales impulsan hacia la armonía, los elementos aprendidos potencian la creatividad y el razonamiento, en un entorno cultural que favorece el análisis y la investigación, es un factor sustancial para adquirir el conocimiento necesario para llevar a cabo los mandamientos así como extirpar las creencias y doctrinas que entorpecen el desarrollo personal y colectivo.
Sigue Maimónides: “Una vez conseguida la primera perfección es posible llegar a la segunda, la más noble, sin duda alguna, ya que merced a ella sola el hombre es inmortal.”.
Como ya hemos explicado, lo que queda del individuo tras su muerte es su espíritu con la información que recabó durante su transcurso de existencia mundana.
La inmortalidad, la eternidad, la vida postrera por tanto depende de alcanzar grados de equilibrio corporales que permitan un correcto despliegue del ser humano, que lo lleve a actuar conforme la Torá, por medio del cumplimiento de los mandamientos que le corresponden. De tal forma adquiere su porción de gozo para deleitarse en el Mundo Venidero.
Pero si el hombre padece, sobrevive entre carencias, lleva su vida por caminos de insatisfacción en cualquiera de los planos que lo conforman, está poblando de información negativa su porción de eternidad.
Es por tanto imperioso lograr un equilibrio multidimensional, para uno y para el conjunto de los miembros de la sociedad.
Esto permite el despliegue de los propios potenciales, el bienestar y la felicidad, que son finalidad de la Torá, según resalta Maimónides.
Concluye el maestro: “La verdadera Torá, que es una, y fuera de la cual no hay otra Torá, de nuestro Maestro Moisés, aspira a otorgarnos esta doble manera de perfección.”
Refuerza lo expuesto anteriormente e indica que no hay otra “ley espiritual”, ninguna forma de reemplazar las enseñanzas y mandamientos que la Torá provee para una salud completa, que incluye lo espiritual.
Una síntesis, tal cual amplía Maimónides en el Capítulo 31, podría ser: “El verdadero objeto de los seiscientos trece preceptos es inculcar alguna verdad, desvanecer alguna opinión errónea, consolidar el trato social, disminuir el mal, educarnos en buenas maneras y advertirnos contra las malas costumbres.”
Esta prédica del maestro no son conjeturas o sabias ideas personales, sino que se fundamentan profundamente en la propia Palabra del Eterno:
“Y el Eterno nos mandó que cumpliéramos todos estos estatutos y que atendiéramos siempre al Eterno nuestro Dios, para que nos fuera bien todos los días y para conservarnos la vida como en el día de hoy.” (Devarim/Deuteronomio 6:24)
El bienestar todos los días, por medio de atender la Palabra del Eterno y cumplir con los mandamientos.
El preservarnos con vida como hoy, a pesar de ya haber dejado Este Mundo.
No vemos al hombre como desconectado, como aislado, como caótico, pues tal es el engaño que promueve el EGO.
En tanto que el hombre integrado, en armonía interna y externa, es el camino que establece la Torá. Una integración del hombre consigo mismo, con el prójimo, con el colectivo, con el mundo y con lo eterno. Todo esto atravesado por su conexión con Dios.
La salud se forma entonces por el desarrollo de un estado de desconexión hacia uno de mayor integración y conectividad multidimensional.
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