En alguna oportunidad hablamos acerca de la necesidad de preguntarse “para qué” antes de realizar alguna acción, hablar, decidir, etc.
Es un instrumento poderoso para evitar conflictos al tiempo que permite dirigir con mayor precisión y acierto los recursos disponibles.
Hoy quisiera comentarte brevemente de otra herramienta útil y necesaria.
Se trata de establecer el motivo y el objetivo de una acción, comentario, decisión, etc.
¿Qué me motiva a decir/hacer esto?
¿Qué pretendo alcanzar con ello?
Es normal que pueda resultar difícil darse cuenta de uno y otro, pues por lo general no vamos analizando nuestra vida sino que nos dejamos llevar por cuestiones del momento, emergencias, elecciones inconscientes, etc.
Pero, es bueno darse el tiempo para ejercitarse y aprender a hacerlo.
De pronto podrás indicar varios motivos y más de un objetivo, y en ocasiones podría ser adecuado.
Sin embargo, sería mejor que definieras exactamente EL motivo y EL objetivo, aquello único, o central, o principal.
Por supuesto hay objetivos a diferentes plazos, está bien que así sea.
Como también hay motivos circunstanciales, otros que son estratégicos, así como están los sustanciales.
Evalúa hasta definir el medular, tanto motivo como objetivo, para que de esa manera el camino que recorras tenga sentido. Tus energías estarán enfocadas, tus dudas se responderán, las excusas no harán mella, tendrás mayor probabilidad de obtener el éxito.
Y recuerda, que cada instante se de construcción de shalom, con bondad Y justicia.
En palabras de los Sabios: “Sabe de dónde viniste, adónde vas y frente a Quién en tiempo venidero rendirás juicio y otorgarás cuentas” (Avot 3:1).