No en el monasterio

El camino del Eterno,
es decir, la senda espiritual,
no se encuentra, ni manifiesta, ni despliega en un monasterio
o algún apartado retiro del mundo material.

Más bien,
¡todo lo contrario!

Se realiza cuando logramos desarrollar estrategias que nos conducen a la paz interior
incluso en medio del caos del mundo “normal”,
o especialmente en esas circunstancias.

A veces precisaremos un momento de soledad,
un tiempo y lugar para retirarnos del ajetreo,
pero esa no es la meta
y ni siquiera la regla cotidiana,
más bien la excepción,
pues hay un tiempo para el bullicio y otro para el silencio.

La cosa es vivir cada instante,
en cada situación,
allí en donde estemos,
sin rehuir de este mundo,
pues no estamos aquí y ahora para ser probados si caemos en “tentación pecaminosa por lo terrenal”,
sino como gimnasio en el cual entrenarnos,
como antesala en la cual prepararnos,
como escuela en la cual aprender,
si dejamos pasar las lecciones,
las lecciones no nos dejarán pasar a nosotros.

Al afrontar la impotencia que nos aprisiona a casi cada instante
con respuestas de construcción de SHALOM,
edificando un mundo de verdad y honestidad,
en donde se comparte la bondad y la justicia,
en pensamiento, palabra y acto.

Los sentimientos y emociones no desaparecen,
ni se evitan,
tampoco se enmascaran o reniega de ellas,
sino que se las advierte,
reconoce, clasifica, entiende y no se reacciona a su paso,
sino tan solo es tomado como material para fortalecernos cada vez más.

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