Cayó la oscuridad sobre los egipcios.
Ellos se lo buscaron y lo consiguieron.
Qué patético es que la persona pudiendo ser feliz elige no serlo.
Teniendo a un paso el camino de la LUZ, optamos por ir por otra senda y así ocultarla, obstaculizarla, negarla, rechazarla, cambiarla por aquello que no es luz (por ejemplo, adoctrinándonos en religión en vez de llevar una vida espiritual; sumergiéndonos en el EGO, sin atender nuestra verdadera esencia y poder).
No solamente me estoy refiriendo a aquellos egipcios, desde el más grande al menor, sino a todos los humanos allí en donde estemos.
Su oscuridad, así como lo contrapuesto, quedaron plasmados así:
«No se podían ver unos a otros, ni nadie se movió de su lugar durante tres días.
Pero todos los Hijos de Israel tenían luz en sus moradas.»
(Shemot/Éxodo 10:23)
En un primer momento esa noche palpable que los rodeo y tragó era simplemente eso, una noche.
Pero, en la noche hay focos de luz, reflejos, algo que brilla.
Al poco rato, también eso desapareció.
La espesura era total, como cuando nos internamos en una caverna sin nada que alumbre.
Yo hice la experiencia varias veces, en particular en Israel –pero no solamente-, y en lo personal me resultó espeluznante.
Sí, tenía a mano linterna, celular, y a veces hasta un guía de caminos experto, pero esa sensación tremenda de impotencia pesada era inevitable.
Claro, una cosa es estar a oscuras totales en la habitación de uno, donde se conoce la ubicación de los objetos y se puede tener cierta certeza de seguridad física; algo bien diferente es encontrarse en un ambiente desconocido por completo, ajeno y probablemente con elementos hostiles.
La impotencia es aterradora.
Uno no puede ver al otro, ¡si ni siquiera se puede ver la propia mano!
Ni la punta de la nariz es visible en esa negrura intensa, que literal o poéticamente se puede tocar.
Como nos pasa, cuando sumergidos en problemas, egoísmo, deseos, pasiones, pensamientos idiotizantes, religión, y cosas por el estilo dejamos de percibir al prójimo para ver solamente las comiquitas que de ellos tenemos en la mente.
Estamos a oscuras, hundidos en la ajenidad del EGO.
Creyendo que el Yo Vivido es el único yo que podemos ser, que fuimos y seremos.
Tratando con fantasmas del prójimo en lugar de con él.
A oscuras.
Amargados, aunque nos rompamos las costillas de las carcajadas.
Como encerrados en una caverna tortuosa, oscurísima, lejana al mundo.
Entonces, nos petrificamos en esa celdita mental.
No nos movemos del lugar.
Aferrados a la zonita de confort como si fuera un palacete maravilloso, un Edén genial.
Y es solamente la zonita de confort. Algo que suponemos menos malo que otra cosa que está fuera de allí.
Inmovilizados, paralizados, anestesiados, alelados, apocados, padeciendo impotencia constante en varios aspectos.
Cuando esa no tiene porqué ser la realidad que vivamos.
Ya que otros a nuestro lado, sí, al lado mismo, están con luz en sus moradas.
Es decir, en sus vidas.
En lo que están siendo en este mundo.
Porque es gente que hace el trabajo necesario para destrabar los rayos de la LUZ que proviene de la NESHAMÁ y así dotar de un sentido especial, sagrado, hasta a las cosas más cotidianas y mundanales.
Gente que apela a la humildad para ser feliz. (Te invito a que leas los links, vale la pena el esfuerzo).
Podemos cambiar el pensamiento.
Entrenarnos.
Empezar a ver las cosas un poquito diferente a como lo hacemos habitualmente, y en general oscuramente.
Estamos en capacidad de generar alternativas mentales que nos lleven a cambios en la estructura del pensamiento y así hablar diferente, actuar diferente y como consecuencia sentir diferente.
No de un día para el otro, pues hay hábitos que extirpar mientras se generan otros.
Hay mucha maleza para desbrozar, pero en tanto se hace, más LUZ va penetrando allí en donde debía haber estado alumbrando.
Cada conducta favorable va sumando y fortaleciendo lo que es bueno.
Pero, depende de ti, de nadie más.
Claro que puedes rezar y pedir colaboración divina, así como ayuda a otros.
Pero, en definitiva tu libertad interior depende de ti.
Dios liberó a los israelitas de Egipto, pero pasaron muchísimos años hasta que ellos pudieron romper los esquemas mentales y avanzar por sobre las trampas del EGO y los hábitos adquiridos (personalmente y como colectivo) en la esclavitud.
Así es gente, podemos estar aturdidos por la oscuridad o llevar LUZ, ser de LUZ (lo que en esencia somos en realidad).
¿Qué aprendimos de esta exposición?
Que se requiere 2 cosas para darse cuenta que se vive en el país de los ciegos: 1. Un faro, 2. La humildad