La gente tiene la tendencia a buscar que se confirmen sus creencias.
Por ello, visitan sitios de internet que comulguen con sus ideas y detestan pasar por aquellos que ponen a la vista contradicciones, malentendidos, falacias y otras cosas que no se quieren asumir de aquello que se cree.
Lo mismo pasa con sitios físicos, sea iglesias, clubes políticos y otro tipo de agrupaciones, pues uno va para seguir alimentándose (bah, comiendo en realidad) de lo que ya conoce y aprueba, teniendo mucho miedo o aversión por lo que no comulga con su parecer.
Algunos aventureros buscan pelea, por ello penetran en lugares inhóspitos, donde se profesa otras creencias, pero no para aprender, cuestionarse, darse cuenta de lo que uno está adorando y no es más que un mito sin sentido; ¡no! penetran para defender su punto de vista y tratar de derogar y mancillar el del otro… como si rebajando las creencias erróneas del otro (o las correctas), las propias creencias fueran mejores y correctas.
He visto gente que pone panfletos, pósters, posts y cualquier otra cosa que aplauda sus creencias, aunque sean disparates sin ton ni son, si uno se toma la molestia de analizar la cuestión lo más objetivamente que el Sistema de Creencias le permite.
Me he encontrado en infinidad de ocasiones con gente a la que se le demuestra que sus creencias no tienen fundamentos reales, que son invenciones tóxicas y que sus maestros son piratas de la fe (religiosa o de cualquier otra estirpe), y sin embargo, se aferran a su celdita mental y se enojan con aquel que les quiere ayudar en el camino de la iluminación. Algo así como el famoso mito de la caverna, de aquel viejo sabio llamado Platón.
En fin, dadas las cuestiones mencionadas, resulta 99% inaccesible el cambio de paradigma; que solamente se puede conseguir en aquellos de mente abierta y corazón alegre, dispuestos a remover lo que no sirve y promover la virtud.
O, cuando operan con mucho dinero y diversas manipulaciones los expertos en inducir a la falsedad, como su antepasado el serpiente del Edén. Van promoviendo sus agendas viles, destilando el odio pero con uniforme de amor, proponiendo cosas falsas pero que de tanto ser repetidas y admitidas en el ruedo, terminan pesando como verdades más verdaderas que la mera verdad.
Así pues, difícil tarea es traer el mensaje del Eterno a una humanidad que prefiere decir lo que dice y oír lo que no vale la pena.
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