Dice la parashá Jaié Sará:
«Avraham era anciano y muy venido en días, y el Eterno había bendecido a Avraham en todo.»
(Bereshit/Génesis 24:1)
¿Qué es ser bendecido en todo?
Veamos una de las formas de responder a esta pregunta.
Es trabajar nuestra mente y emoción para que de a poco vayamos alcanzando un estado de conciencia tal que comprendamos que todo trabajaba para reportarnos bendición.
Todo, incluso los momentos amargos, las desgracias, todo aquello que no se percibe como bendición en verdad sí es una bendición. Es una dádiva del Cielo para que estemos bien.
Pero, ojo: ¡no quiere decir que todo sea bueno!
Porque hasta el propio Creador ha dejado asentado para que lo tengamos bien en claro que hay cosas que definitivamente no son buenas.
Pero sí que podemos desarrollar una visión espiritual de las cosas, por medio de la cual relativizamos todo lo que sucede en este mundo para de esa manera hallar la ganancia incluso en la pérdida.
Entiéndelo: puede que haya una pérdida, la cuestión está en sobreponerse a ella y descubrir o elaborar una ganancia a pesar, o gracias a, la pérdida.
No es fácil, no siempre es comprensible de buenas a primeras, por ello decimos que es necesario alcanzar ese estado de conciencia, trabajar para ir creciendo por sobre lo obvio, despegarnos del razonamiento materialista y avanzar en la sincronización de nuestra vida material con nuestra esencia espiritual.
Entonces, cuando a través de lo que nos pasa vamos revelando la Luz espiritual, hacemos conexiones, aprendemos algo, nos fortalecemos en cierto aspecto, logramos reconocer la bendición en todo, también en lo que materialmente es un fracaso.
Sería maravilloso pasar por esta vida sin sufrir, y así decir que la bendición, el bienestar está en todo de manera simple y evidente. Pero eso es imposible. El mundo fue diseñado y elaborado por el Todopoderoso para que estemos sometidos a frecuentes, sino constantes, situaciones de impotencia. El Creador ha puesto en este mundo imperfecciones, limitaciones, todo tipo de contrariedades, y hasta incluso nos dio un EGO que nos provoca abundante malestar. Sin embargo, también esas pesadas cargas sirven para que revelemos la Luz espiritual, para que sean usadas en encontrar la bendición en todo.
El inspirado rey salmista lo plantea en pocas palabras:
«Bueno me es haber sido afligido, para que aprendiera Tus decretos.»
(Tehilim/Salmos 119:71)
La pasaban cosas terribles al rey David, sentía miedo, dolor, impotencia, todo tipo de maltratos.
Pero aprendió a no hundirse en la oscuridad, no se esclavizó a la desesperación, no sumó el rencor al fracaso.
Por el contrarío, de los frutos secos y quebrados encontraba la forma de extraer un rico sumo vivificante.
Revelaba la chispa del Divino, incluso en lo más aterrador que le acontecía.
¡Y mira que no pocas amarguras tuvo que sufrir David desde incluso antes de nacer y hasta el último momento de su vida!
Te daré un ejemplo de la vida real.
Un amigo sufría tremendos dolores en su vientre, al punto que un día quedó paralizado.
En la urgencia del sanatorio le dijeron que podía ser algo muy grave.
Luego de los inmediatos estudios se confirmó que no era un mero dolor de panza, había que ir ya a cirugía.
Finalmente fue operado y a su debido tiempo recobró la salud.
Todo esto le sirvió como enseñanza, en varios aspectos.
Así tomó conciencia de que debía cambiar su dieta, volver a ejercitar, no dar nada por seguro y muy especialmente a valorar cada minuto con su familia y a no descuidarla por asuntos que pudieran parecer importantes pero en verdad no son más que vanidades.
¿La pasó fácil?
¡Seguro que no!
¿Hubiera querido evitarlo a toda costa?
¡Seguramente que sí!
Supo aprovechar la situación para que la limitación no se convirtiera en una fosa insalvable, sino en una escalera para trepar a una nueva perspectiva.
Además, nos sirve de ejemplo a nosotros… ¿quién sabe cuánto se gana cuando parece que tanto se pierde?
Cada situación de impotencia es una oportunidad para aprender y crecer, por sobre lo que pueda haberse perdido.
Cada momento de triunfo, donde resplandece nuestro poder, es también una chance que nos da la vida para demostrar qué tanto podemos agradecer al Creador, ser humildes, tomar en consideración a los demás, etc.
Pero, por lo general todo se pierde cuando uno se victimiza, solamente se queja, llora, patalea, insulta, echa culpas, se resiste a lo que no puede ser cambiado.
Mejor es aceptar cuando se ha perdido, si es que realmente se ha perdido, y desde allí crecer con la certeza de que solamente queda crecer de ahora en más.
No es casualidad que la parashá sea acompañada por la haftará correspondiente, en la cual encontramos este pasaje:
«¡Vive el Eterno que rescató mi alma de toda adversidad!»
(1 Melajim/I Reyes 1:29)
Estaba confirmando el viejo David, ya en sus últimos días, que tuvo adversidades en su vida. No se mentía diciendo que todo fue bueno, que su existencia fue maravillosa y color de rosa.
Y también exclamaba que no dejó que el fracaso material le llevara al fracaso en revelar chispas de la Divinidad en todo.
Por el contrario, usaba los malos tragos para crecer gracias a ellos.
¡Que no sea el triunfo del miedo y la angustia!
¡Que no sea el EGO el que controle tu existencia!
Sino que puedas hacer consciente tu esencia espiritual, que entiendas que estamos de paso por este mundo y que no es lo más importante lo que pasa acá, ni lo bueno ni lo malo, aunque sea muy importante.
Simplemente son motivos para experimentar, para entrenarnos en fortalecernos en conectarnos con nuestra espiritualidad.
Igualmente, hay que pedir al Eterno para que no nos haga aprender de esta manera.
Que no tengamos que estar sufriendo para revelar la Luz.
Sino desarrollar la visión espiritual desde la paz, desde el reposo, sin tener que atravesar tormentos para crecer.
Es decir, estar preparados para hacernos más poderosos en el fracaso, pero no esperar al traspié para conectarnos con la espiritualidad.
Sino que en todo momento saber que estamos siendo benditos en todo.
De esa forma podemos cantar junto al rey:
«¡Alabad al Eterno, porque es bueno; porque para siempre es Su misericordia!»
(Tehilim/Salmos 118:29)
Encontrar las bondades del Eterno a cada rato, no a través del dolor sino del gozo.
Como hizo Avraham, que estuvo gestionando su vida para descubrir al Creador y servirLo.
Que las innumerables tragedias no lo achicaron.
Que no se dejó corromper, ni angustiar por las incesantes contrariedades que se cruzaban en su camino.
Más bien, revelaba la Luz en todo.
Es una cuestión de actitud, mirar desde la perspectiva espiritual y no desde el ojo de la limitación.
Sobrepasar nuestra impotencia y revelar nuestra esencia eterna.
Que todo lo negativo sea tomado como un desafío que está ahí para fortalecernos, y encontrar la bendición a pesar del golpe.
Que todo lo positivo llegue, sin necesidades ni padecimientos.
Entonces, ¿podemos cada uno de nosotros llegar a ese nivel de bendición celestial?
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