Vaietzé («Salió…»), es la séptima sidrá de la Torá; está en el sefer Bereshit, entre los versos 28:10 al 32:3. Se acostumbra a acompañar su lectura público con la porción del profeta Hoshéa/Oseas, versos 12:13 al 14:10.
Comienza la parashá con la salida de Iaacov de Beer Sheva para ir a Jarán, huye de la furia de su hermano Esav, por lo que va a buscar refugio con su familia materna en la lejana tierra aramea. Probablemente, tiene intención de encontrar esposa allí, siguiendo el pedido de sus padres, y formar su propia familia, para eventualmente regresar a la patria, en la tierra de Heber, aquella que nosotros llamamos de Israel.
Por ahora, el futuro es incierto, y el presente se siente complejo.
Por delante está el camino, lleno de incertidumbres.
Nos cuenta la Torá que Iaacov es sorprendido por el ocaso en el «lugar», así es llamado ese sitio. Según la tradición, sería el monte Moriá, el paraje donde Abraham Abinu amarró a Itzjak, dispuesto a sacrificarlo en respuesta al pedido de Dios. Es el mismo punto donde en el futuro sería construido el Beit haMikdash.
Todo esto lo sabemos nosotros, pero no estaba en la mente de Iaacov, quien solamente preparó una tosca cama y se acostó a dormir, por lo que soñó. Entonces, en sueños, vio ángeles que ascendían y descendían una escalera que unía el cielo a la tierra. Percibió la presencia de Dios en la cabeza de la escala, y escuchó proféticamente que Él le prometió darle la tierra de Israel y también que sus descendientes serían una gran nación. Como los anteriores patriarcas, él también estaba recibiendo tales promesas. Ahora, además, le aseguró Dios, que le acompañaría Su protección.
Iaacov despierta y promete ser creyente en el Eterno, en tanto reciba de Él socorro en su travesía, y que al volver sano y pudiente, ofrendaría al Eterno un décimo de sus riquezas.
Sabiendo que había encontrado un portal al cielo, llamó a aquel sitio Bet-El, casa de Dios.
Continúa su viaje y alcanza la ciudad de Jarán, como de costumbre en aquellas culturas, se dirige al pozo de agua, para sociabilizar. Al poco rato, aparece su prima Rajel, de la cual queda enamorado de inmediato. Saluda a su prima y es invitado a la casa familiar. Tras unos días, Iaacov solicita a su tío, Lavan, permiso para desposar a Rajel. Como era habitual, la familia recibía alguna retribución del marido, como Iaacov no tenía nada material que ofrecer, trabajó arduamente siete años para Laván.
Tras los prometidos siete años, Laván lo engaña y le entrega a su hija mayor, Lea, en lugar de la querida por Iaacov, Rajel.
Luego de reclamar a su tío y suegro, se compromete a trabajar otros siete años por Rajel, lo cual hace fielmente.
Nos sigue contando la parashá que Iaacov y Lea tienen cuatro hijos: Reuven, Shimon, Leví y Yehudá. En tanto que, Rajel, la esposa más amada, es estéril y cela a su hermana abundante en hijos, por lo cual le entrega a su marido como concubina a su sierva Zilpá, la cual concibe a Gad y a Asher.
Tras esto, Lea vuelve a parir, naciendo ahora: Issajar, Zevulun y una hija, Dina.
Entonces, Dios quita la imposibilidad de engendrar a Rajel, por lo que junto a su marido tienen a Iosef.
En el ínterin, han pasado otros seis años más con Lavan, para hacerse con alguna estabilidad económica, de cierta riqueza.
Hace tiempo sabe que las relaciones con su tío/ suegro no son cordiales, y que se han venido agraviando cada vez más, por lo que, decide regresar a su hogar, luego de sortear un nuevo engaño (esta vez económico) que Laván intentó en su contra. En un interesante episodio, la Torá nos relata las estrategias de Iaacov para no caer en las trampas del tío, y lograr enriquecerse en lugar de lo contrario.
Sumándose a esta tirantez, un nuevo sueño profético le insta a retornar a la tierra de los antepasados, a continuar su camino allá. Por lo cual, Iaacov aprovecha una ausencia de Laván para marcharse de la casa, yéndose con toda su familia y los bienes que ganó en su prolongada estadía en Jaran. Al huir, Rajel roba los ídolos de su padre, escondiéndolos entre sus pertenencias que acarrea hacia su nuevo hogar.
Al enterarse de lo sucedido, pero en particular de la sustracción de sus terafim, Laván los persigue, pero Dios le advierte que los deje en paz. Laván los alcanza y acusa a Iaacov de haberse escapado con todo lo que le pertenecía a él, pero en especial por llevarse sus dioses. A lo cual Iaacov jura que no los tiene, y que nadie de los suyos puede tenerlos, y maldice con la muerte a quien los tenga, sin estar consciente que es su amada esposa quien los robó. Laván busca entre las pertenencias de todos, también de Rajel, pero no los encuentra, ya que ella aprovechó a que estaba embarazada para ocultarlos y no moverse del sitio del escondite.
Laván y su yerno firman un pacto de paz, tras lo cual el primero regresa a su casa.
Iaacov continua su viaje, hallando un campamento de ángeles en el límite, entrando en la tierra prometida.
Preguntas:
- ¿Quién huye en esta parashá?
- ¿Cuáles son los sueños en la parashá?
- ¿Quién tenía celos de su hermana y el motivo para ellos?
- ¿Cuáles fraudes son mencionados?
- ¿Qué relacionaba a Lavan con Iaacov?
- ¿Por qué Iaacov desposó a quien no amaba?
- ¿Cuántos años trabajó Iaacov por amor?
- ¿Quién robó ídolos y que castigo recaería sobre esa persona?
- ¿Qué prometió Dios a Iaacov? ¿Y viceversa?
- ¿Dónde se relatan hechos con ángeles?
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