Amar allende las máscaras
En nuestra parashá está testimoniado que:
"Éste es el libro de los descendientes de Adán: Cuando Elokim creó al hombre, lo hizo a semejanza de Elokim."
(Bereshit / Génesis 5:1)
Cada vez que nos encontramos con nuestro prójimo debiéramos tener presente este versículo, este testimonio, pues nos llevaría a conducirnos con respeto y honor hacia él.
¿Cómo no hacerlo si el otro, tal como yo, somos creaciones a imagen y semejanza del Padre celestial?
En nuestra sacra Tradición (Sifrá, Kedoshim), Rabí Akiva había enseñado que el versículo "Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Eterno" (Vaikrá / Levítico 19:18) es el principio fundamental de la Torá.
Por su parte, Ben Azai enseñaba que el versículo: "Éste es el libro de los descendientes de Adán: Cuando Elokim creó al hombre, lo hizo a semejanza de Elokim." (Bereshit / Génesis 5:1) era incluso un principio más importante que el anterior.
¿Cómo ha de entenderse esta elección tan particular de Ben Azai?
El amor por el prójimo que no está basado y nutrido por el reconocimiento de que él es un hijo del Eterno, a Su imagen, generalmente termina fallando en su objetivo. No se lo ama, sino que se intercambia servicios o necesidades con él.
El mayor de los engaños en el plano de los afectos es llamar "amor" al negociado furtivo de mutuas necesidades, error que es más común de lo que suele reconocerse.
Pero, cuando es para nosotros un hecho indeleble que el otro es hijo del Eterno, una imagen de Él, no dudaremos en brindarle el honor y respeto que se merece.
Lo amaremos auténticamente, lo serviremos con altruismo y sin requerir nada a cambio, porque él se lo merece por ser un hijo del Eterno.
Aunque la relación no sea color de rosa, aunque en su faceta externa no nos agrade la tal persona, cuando alcanzamos a reconocer esa esencia divina en su interior las fricciones se esfuman y la unidad con el otro se acrecienta.
Si tenemos la intención de amar al prójimo simplemente porque es hijo a imagen del Padre, no nos dejaremos confundir por la máscara que nos presenta, y eludiremos por tanto las excusas y los caminos erróneos para concentrarnos en alcanzar el centro de nuestro prójimo, su verdadero ser.
Y cuando estamos en este proceso, en este camino, estamos también en el camino del auto-conocimiento, pues el camino al propio ser pasa por el encuentro auténtico con el prójimo.
Pero, ¿qué somos?
Prestemos atención a este otro versículo de nuestra parashá:
"Y formó el Eterno Elokim al humano, polvo de la tierra. Y sopló en sus narices aliento de vida, y el humano llegó a ser un ser viviente."
(Bereshit / Génesis 2:7)
Conviven en nuestro ser dos mundos distintos, la neshamá que se mantiene siempre intacta, pura a pesar de todas las educaciones y entrenamientos. Es nuestra vida, nuestro puente indestructible con el Bendito sea Él.
Y por otro está el mundo externo, el de las máscaras que la persona ha ido asumiendo como su personalidad a lo largo de los años de adiestramiento social, que comienza incluso antes del nacimiento. Es el mundo de lo material, de lo terreno, de lo inerte, carente de vida, si no es animado por la espiritualidad.
En el diseño celestial ambos planos se conjugan y posibilitan al ser humano alcanzar altas dimensiones de conocimiento y gozo auténtico.
Pero, en líneas generales las máscaras, la personalidad que se ha adquirido por el adiestramiento social, choca con lo que el ser es en su esencia.
Y en la base de este conflicto podemos mencionar que el plano terrenal tiende a rehuir la unión con la esencia espiritual, pues esta esencia representa esa vida a la que tanto temor le tiene la sociedad terrenal… ¡por no conocerla, o por estar la persona cómoda en la menor observancia de los preceptos!
En verdad, con paciencia y sin forzar las cosas es posible armonizar entre ambos planos, y entonces la paz es factible entre las personas, pues sintonizan y se encuentran auténticamente, sin falsos tapujos, sin rostros falsos… como en el pretérito Edén:
"Estaban ambos al des-cubierto, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban."
(Bereshit / Génesis 2:25)
Estar en un estado de autenticidad con sí mismo, y así con el otro, y no avergonzarse de ello… ¡eso es el Edén!
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!
Moré Yehuda Ribco
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"La persona generosa será prosperada, y el que sacia a otros también será saciado."
(Mishlei / Proverbios 11:25)
Notas:
1–
Otras interpretaciones de este pasaje de la Torá, y más estudios los hallan HACIENDO CLIC AQUÍ, AQUÍ y AQUÍ.
Preguntas y datos para meditar y profundizar:
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El camino
"En la vida real observamos que existen personas que cumplen los preceptos sin vitalidad. Estudian Torá, pero ello no las conduce a cumplirla en la práctica. La Torá nos exige “y vivirás en ellos -en los preceptos-”- es decir- que la Torá y sus preceptos iluminen el alma de la persona y todos sus proyectos y que todos los aspectos de su vida sean vividos de acuerdo a la Torá."
(Rabí Iosef Itzjac Schneerson, 6to Rebe de Jabad)-
¿A qué debe inducir el estudio de la Torá?
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¿Cómo crece espiritualmente la persona?
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Desde el corazón
"Rabí Shlomó de Karlín dijo: “No sólo aquel que sirve al Eterno con todo su corazón es llamado servidor de Dios, sino aquel que tiene el anhelo de servir al Eterno con todo su corazón también es llamado servidor de Dios"
(Relatos jasídicos)-
¿Cómo se puede explicar esta afirmación? ¿Acaso no son las obras las que juzga el Eterno?
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¿Cuál es el mérito de aquel que tiene el corazón dispuesto a servir al Eterno?
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http://serjudio.com/bereshit/bereshit66.htm