Parashat Ree 5767

Shabbat: Av 27, 5767; 11/8/07

Un comentario de la Parashá Ree (Devarim 11:26 – 16:17)
*Hijos del Eterno*

Shalom, bienvenido nuevamente.
Muchos y muy variados son los temas que nos trae nuestra parashá de la semana, es bueno que nos tomemos tiempo para leerla completamente y para analizar cada una de sus valiosas enseñanzas.
Pero ahora, te pido que nos concentremos en una muy breve frase, que es enorme en contenido:

«Vosotros sois hijos del Eterno vuestro Elokim»
(Devarim / Deuteronomio 14:1)

¡Cuántas cosas podemos aprender de tan pocas palabras!
Veamos algunas de las enseñanzas.

1- Somos hijos del Eterno, por tanto, nacemos puros, sin manchas, sin pecados.
Tenemos una esencia radiante, luminosa, que no puede ser extinguida por ninguna acción o pecado, pues es nuestra identidad espiritual. Esa es nuestra «imagen y semejanza» con nuestro Padre Celestial, quien nos ha dado esta identidad de manera eterna.
No padecemos de defectos espirituales, ni cargamos con pecados originales, ni debemos expiar culpas ajenas… ¡somos hijos de Dios por derecho de nacimiento!

Como expresamos cada mañana en la tefilá:

«Mi Dios, el espíritu que me diste es puro»
(Sidur, rezo matinal diario. De acuerdo a TB Berajot 60b.)

Todos los días al despertarnos recordamos y afirmamos nuestro origen puro, nuestra pertenencia a los salones celestiales, nuestra cualidad de ser hijos del Eterno.
Nuestro cuerpo es material, polvo de la tierra, una miseria, en hermandad con los primates (nuestros primos genéticos);
PERO
nuestro verdadero carácter es celestial, del mundo de los espíritus puros, tal como dice el inspirado autor:

«Es que el polvo vuelve a la tierra, como era; y el espíritu vuelve a Elokim, Quien lo dio.»
(Kohelet / Predicador 12:7)  (( Ver también TB Shabbat 152b al respecto de la pureza del espíritu.))

No hay mácula en el espíritu, ni pecado que le quite su origen y destino celestial.

2- En nuestra vida, a causa de nuestra constitución física, estamos a merced de la imperfección: podemos equivocarnos, pecar, extraviarnos, hacer cosas negativas.
Sin embargo, nuestro núcleo más profundo anhela el Bien, como un sediento busca el agua.
Desde lo más original y verdadero de su ser, la persona desea el encuentro con el Padre Celestial y con aquellas cosas que nos acercan a Él.
Incluso a veces el pecar es la manera incorrecta y dañina de estar buscando a Dios.

Dice el salmista:

«Tu Torá está en medio de mi corazón»
(Tehilim / Salmos 40:9)

Pero el profeta dijo:

«Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio.»
(Irmiá / Jeremías 17:9)

¿No es esto una contradicción?
Realmente NO la hay.
El profeta nos informa de una gran verdad, el corazón nos engaña. Las pasiones nos llevan por caminos erróneos, nuestros deseos sin canalizar son amos destructivos. El corazón puesto al comando de la vida hace encallar a la persona en un mar de desastres.
Tal es la faceta carnal de la persona.
Pero, pero, pero… el rey David nos enseña que en medio de ese corazón, en su centro, allí donde no se lo ve, se encuentra la Torá del Eterno: el amor hacia Él, el temor reverente por Él. En un lugar intocable permanece inalterada la conexión espiritual entre la persona y el Padre celestial. En esa profundidad, debajo de mil disfraces y poses que el materialismo impone a la persona, hay abajo está la cualidad espiritual que nos identifica como «hijos del Eterno».

3- Nunca estamos solos, ya que nuestro Padre Celestial constantemente nos acompaña. Su compañía es de vida, gratificante, llena de energía vital.
Al mismo tiempo, cuando estamos conscientes de Su Presencia y Su poderío tenemos dos reacciones profundas y (aparentemente) contradictorias:
por un lado un inmenso amor hacia Él, pues nos ama y Lo amamos;
pero también un intenso temor reverente, pues, ¿cómo no temblaríamos ante Aquel que se inclinan cielos y tierra?

Bellamente descrito por el inspirado salmista:

«Oh Eterno, Tú me has examinado y conocido.
Tú conoces cuando me siento y cuando me levanto; desde lejos entiendes mi pensamiento.
Mi caminar y mi acostarme has considerado; todos mis caminos Te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua, y Tú, oh Eterno, ya la sabes toda.
Detrás y delante me rodeas y sobre mí pones Tu mano.
Tal conocimiento me es maravilloso; tan alto que no lo puedo alcanzar.
¿A dónde me iré de Tu espíritu?
¿A dónde huiré de Tu presencia?
Si subo a los cielos, allí estás Tú;
si en el Sheol hago mi cama, allí Tú estás.
Si tomo las alas del alba y habito en el extremo del mar, aun allí me guiará Tu mano, y me asirá Tu diestra.
Si digo: ‘Ciertamente, las tinieblas me encubrirán, y se hará noche la luz que me rodea’, aun las tinieblas no encubren de Ti, y la noche resplandece como el día. Lo mismo Te son las tinieblas que la luz.
Porque Tú formaste mis entrañas; me entretejiste en el vientre de mi madre.
Te doy gracias, porque has hecho maravillas.

Maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.»
(Tehilim / Salmos 139:1-14)

4- El saber que somos hijos del Eterno nos habilita a vivir con confianza, con esperanza, con alegría y serenidad, aunque las situaciones sean extremas y dolorosas.

Existen diferentes tipos de estados de sentirse desamparado emocionalmente.

  1. Una es la depresión debida a trastornos orgánicos, que se compensa por medio de medicación adecuada que el siquiatra se encarga de recetar.

Cuando nos negamos a concurrir a la cita con el médico experto, cuando rechazamos su ayuda, cuando nos desviamos de las indicaciones terapéuticas que nos ha dado, estamos también rechazando la sanación que el Eterno nos está enviando.

Aquel que confía en el Eterno, que se sabe y siente hijo de Él, comprende que su cuerpo está enfermo y precisa curarlo o compensar sus desequilibrios para de esa manera desplegar una vida dedicada plenamente al Eterno.

 

  • Existe una profunda tristeza y enojo a causa de eventos trágicos próximos y recientes, los cuales aún no hemos podido metabolizar emocionalmente (muerte de familiar, quiebra económica, accidente de tránsito, etc.).
    Este padecimiento se supera por medio de la paulatina reubicación de las energías anímicas, al tomar conciencia de la nueva situación y encararla con intención constructiva. Elaborar el duelo que se duce.
    Pero, cuando no se ha reubicado adecuadamente la energía, cuando el tiempo pasa pero el desborde energético perdura y se enquista, la persona se encuentra en un desequilibrio emocional que trastorna los otros planos de su existencia.
    No hay píldora que resuelva esto, ni procedimiento sicológico que restablezca «mágicamente» un balance perdido hace tiempo.Se debe entonces trabajar constante y seriamente, conducido por gente experta, para hallar los mecanismos de edificación personal (Ver CabalaTerapia, como procedimiento efectivo para mejorar en situaciones así).

    Uno de los métodos para resolver estos bloqueos de energía emocional consiste en aprender a confiar en el Eterno, a descubrir el núcleo de Luz tapado por las experiencias negativas.
    Cuando se consigue hacer esto, la persona evoluciona y se encamina al reencuentro de su más radiante personalidad, para decir junto al salmista

    «Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás desde los abismos de la tierra.»
    (Tehilim / Salmos 71:20)

     

  • Y existe un ánimo de desespero a causa de sentir que la existencia no tiene sentido, que nada vale para nada, que todo es insignificancia y vanidad. Que no hay nada por lo cual vivir.Estos estados demuestran una falta de percepción del Eterno, una negación de nuestra identidad de hijos del Todopoderoso. Pues, ¿cómo podemos permitirnos caer en desesperación cuando sabemos y sentimos que tenemos como Padre al Todopoderoso? ¿Cómo podemos permitirnos caer en desesperación cuando sabemos y sentimos que tenemos como Padre al Todopoderoso?

    Este estado es durísimo de soportar, pero hay maneras de rescatarse. (Ver CabalaTerapia, como procedimiento efectivo para mejorar en situaciones así).

    Una de esas maneras es despojarse de incertidumbres y dudas, y al mismo tiempo desterrar las certidumbres y los dogmas preconcebidos; para lanzarse de lleno al pavor de tener que confiar en lo que no nos es accesible mediante el intelecto: confiar en el Eterno.

    En palabras del salmista:

    «El que va llorando, llevando la bolsa de semilla, volverá con regocijo, trayendo sus gavillas»
    (Tehilim / Salmos 126:6)

    Sembrar, aunque sea con llantos, pero sembrar siempre. Porque se confía, aunque no se tenga la certeza, de que habrá un tiempo de recoger con alegría, con abundancia, con bien y bendición.

 

5- ¿Cómo habremos de actuar incorrectamente si sabemos y somos conscientes de nuestra identidad como hijos del Eterno?
¿Cómo seremos agresivos con nuestro prójimo, siendo que él es nuestro hermano, parte de nuestra Familia espiritual?
¿Cómo habremos de involucrarnos en situaciones desagradables, si nuestra identidad es eternamente bella?
¿Cómo haremos lo malo, si desde nuestra fibra más íntima y real se nos está reclamando que abracemos al Padre Celestial, por medio de cumplir con Sus mandamientos?

El saber que somos hijos del Eterno es un faro en la noche, una mano amable y firme que nos conduce por la Buena Senda: el estudio de la Torá y el cabal cumplimiento de los preceptos.

«Ahora pues, Israel, ¿qué pide el Eterno tu Elokim de ti?
Sólo que
reverencies al Eterno tu Elokim, que andes en todos Sus caminos, que
ames y sirvas al Eterno tu Elokim con todo tu corazón y con toda tu
alma
»
(Devarim / Deuteronomio 10:12)

Con el amor de un hijo por su Padre, que todo le da y nada le pide a cambio para Sí.
Con el reverente temor de aquel que se reconoce limitado, finito, pequeñito ante la Presencia del Creador del universo, del infinito Eterno.

En palabras del salmista, alcanzamos a vivir con bien y bienestar si tememos con reverencia al Eterno y anhelamos Sus mandamientos para ponerlos por obra:

«Bienaventurado el hombre que teme al Eterno y Sus mandamientos desea en gran manera.»
(Tehilim / Salmos 112:1)

6- Somos hijos del Eterno,
¿podemos pedir algo mejor?

¡Te deseo a ti y a los tuyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj!
¡Qué sepamos construir shalom!

Moré Yehuda Ribco

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Otros comentarios de la parashá, resumen del texto, juegos y más información haciendo clic aquí.

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romi

con mucho respeto Yehuda…gracias al Eterno por tener a los sabios de la Torá
no estaria mal que nos explicase ( a los noajidas lo que para algunos hasta poco fuímos idolatras y no teniámos ni idea correcta sobre el estado de despues de la muerte), algo mas quisas mucho mas, sobre que dice la torrá al respeto…muchas gracias…

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