Cuando el individuo se preocupa intensamente por lo que otros creen de él,
al punto que sus conductas y actitudes son motivadas por esas expectativas ajenas,
entonces, se puede decir que no está viviendo realmente,
sino que está actuando personajes en una barata obra teatral.
No vive como persona,
sino como personajes;
no porta una cara,
sino que se le identifica por sus máscaras;
no está en ninguna parte, ni en ninguna circunstancia.,
su esencia está ausente, prescindente.
Mantiene exiliado a su YO Auténtico,
desterrado de sus jornadas.
En algún lugar suponemos que está,
pero maniatado, amordazado, enrejado,
para que no se ventile, para que no salga, para que no muestras de vida.
Mientras tanto, el individuo se la pasa entre una representación y la siguiente,
no hay tiempo, ni energía, ni disposición de ánimo para su ser esencial.
En cambio, transita actuando los libretos de autor/es ajeno/s y que son dirigidos por otro/s,
va de disfraz en disfraz,
de parlamento en parlamento,
sin diálogos verdaderos,
sin comunicación auténtica,
sino meros monólogos solitarios entre otros monologuistas como él,
enlazado en estrategias de manipulación de uno hacia otro uno.
Así consume su tiempo de vida,
en solemne o jolgoriosa apatía hacia la vida,
falto de trascendencia.
El individuo que vive centrado en el otro,
al punto que se desconoce,
tampoco puede conocer al otro.
Hemos de discernir aquí finamente las palabras, para no confundirnos.
Atendamos:
«Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Eterno.»
(Vaikrá / Levítico 19:18)
No ordena el mandamiento (judaico) enfocarse en el deseo del otro,
anular el yo, en procura de satisfacer exclusivamente al ajeno.
Dios expresa con claridad que es deber amar al prójimo,
pero como a uno mismo.
Es decir, quien no consigue amarse, ¿cómo hará para amar a otro?
Quién desprecia su vida, al punto de actuar personajes en lugar de desplegar su persona hasta su máximo potencial, ¿está capacitado realmente para amar a alguien?
Aquel que dice ser generoso y despilfarra sus recursos en otros, pero no se cuida a sí mismo, ni respeta su YO Auténtico, ¿está amando con su presunta generosidad o solamente está demostrando su incapacidad para controlar efectivamente su vida y vivir armoniosamente?
Ese sujeto que se somete al deseo de otro, que actúa servilmente y sin límites, ¿está haciendo su parte que le toca en el Plan Divino?
El requisito previo para cumplir cabalmente este mandamiento (judaico) es tener conciencia del YO Auténtico, reconocerlo, mimarlo, respetarlo, cuidarlo, tenerlo en el lugar justo y medido que le corresponde. Cuando uno llega a amarse, recién entonces puede ser que ame a otra persona.
Por otra parte,
el individuo que solamente tiene ojos para su EGO,
está domesticado para servirlo,
es siervo de sus pasiones y apetencias,
se desvive en fatua reverencia hacia su YO Vivido,
¿acaso se ama más que el que es esclavo de otros?
¡Por supuesto que no!
En realidad, se desprecia profundamente, pues él también no sabe quién es en realidad,
ni vive de acuerdo a su identidad,
ni desarrolla sus potencialidades,
ni canaliza sus fuerzas para adquirir dones.
Es otra forma de estar pendiente de otro,
ya que el sumiso del EGO,
no se respeta, no se ama,
aunque declame y grite que así lo hace.
En la pura verdad,
está “alienado”, es decir, se vive como un ajeno,
es un extranjero en sí mismo.
Su alma derrotado se pierde en la oscuridad,
bajo las pezuñas del EGO,
se convierte en otro, en uno que no es él.
Su vida es falsa, plenamente falsa.
La vida verdadera, es aquella que tiene conocimiento de su Yo Esencial o Auténtico,
usa su Yo Vivido como una herramienta, tal cual es su propósito original,
manipula a su EGO, en lugar de ser mancillado por él.
Adquiere armonía a través de sus acciones y actitudes,
se aprecia en su justa medida, es realmente generoso, es comunicativo, es solidario,
está en sintonía con el cosmos,
para amar al prójimo en serio.
Así pues, antes de barruntar misticismo, quejarse por esto y aquello, expeler lemas judaicos sin sentido, barbotar palabrejas seudo-cabalísticas, pregonarse como sabio a sus propios ojos, la persona bien haría en adquirir humildad, en llenarse de sumisión ante Dios.
Andar a la sombra de Dios, cumpliendo los mandamientos que a cada cual competen,
el judío, aquellos que le atañen de los 613 de la Torá,
el gentil, cada uno de los Siete Mandamientos Universales.
De tal modo, las cosas se ponen en su orden y tiempo.
Las vivencias dejan de ser ilusorias.
Los rosotros pierden su dureza de máscaras.
Los cuerpos se liberan para gozar de lo permitido.
Las almas se llenan de luz y la irradian.
El paraíso se experimenta a cada momento.
Eso conseguimos cuando asumimos nuestra identidad espiritual, hacemos libre a nuestro Yo Esencial.
¿A qué estamos esperando?
¡Les deseo a usted y los suyos que pasen un Shabbat Shalom UMevoraj y Feliz Séptimo!
Moré Yehuda Ribco