Ponerse en los zapatos de otro

Alguien me preguntó el otro día de por qué si el patriarca Iaacov y el líder Moshé habían dicho cosas parecidas, el apoyo dado por el Eterno había sido rotundamente diferente.
Para tratar de entender la consulta, veamos los dichos de uno y otro:

Y Iaacov [Jacob] respondió al faraón: –Los años de mi peregrinación son 130 años. Pocos y malos son los años de mi vida, y no alcanzan al número de los años de la vida de mis padres en su peregrinación.” (Bereshit/Génesis 47:9) (https://serjudio.com/exclusivo/cterapia/palabra-mortal).

Y Moshé [Moisés] respondió al Eterno diciendo: –Si los Hijos de Israel no me escuchan, ¿cómo, pues, me escuchará el faraón, siendo yo falto de elocuencia?” (Shemot/Éxodo 6:12) (https://serjudio.com/exclusivo/cterapia/de-labios-torpes).

El resultado fue que al patriarca se la acortaron los años de vida, como puedes ver en el texto que puse el link; en tanto que Moshé recibió el apoyo del Eterno para cumplir con su tarea.
Entonces, el buen señor que me hizo la consulta no entendía a qué se debía que uno fuera considerado un fracasado (Iaacov) en tanto que al otro (Moshé) se le aupaba rumbo al éxito.

Bien, es una interesante observación, para la cual tenemos muy simple y clara respuesta.
De hecho, más de una…

1- Iaacov estaba hablando con amargura, desde la queja, de su pasado, del sufrimiento y angustia que le habían carcomido y llevado a perder su vitalidad, su conexión, su voluntad de emprender nuevos retos incluso en la vejez.
Moshé estaba temeroso por el futuro, por las dudas naturales y las otras no tanto, que se le presentaban a causa de una tarea inmensa que se le estaba encomendado y que él no quería. Por tanto, no estaba en la posición del derrotado que se queja, sino del vacilante que no se ve con capacidad para triunfar.

2- Iaacov estaba evaluando su vida, sus penurias, sus logros y fracasos; era una visión que él había elaborado, que con razón o sin ella, así diagnosticaba lo que vivió.
Moshé estaba considerando todas las dificultades que se le podrían presentar en una misión titánica, realmente inhumana que se le estaba cargando sin su deseo. Veía que el trabajo no era para nada fácil, de hecho, resultaba razonablemente imposible para él completarlo, Veamos: debía ir a hablar con Hitler y exigirle detener la Solución Final, también parar la Segunda Guerra Mundial, romper toda la maquinaria productiva del Imperio, llevar al remanente judío a Eretz Israel y cambiar la mente y cuerpo de los israelitas para que se hagan responsables de su Estado Judío. ¡Todo eso y solamente hecho por un hombre! Sí, resulta que tiene todo nuestro apoyo Moshé si sentía que estaba muy lejos de conseguir siquiera el 1% de la cuestión.

3- Iaacov ya se había retirado de la vida, aunque siguiera viviendo.
Moshé tenía su vida tranquila, cómoda, agradable, organizada, seguramente con un sentido de plenitud, llena de buenas acciones cuando de repente “algo” le exige, le demanda, le ordena, dejar TODO, pero TODO, para salvar a un pueblo que el no sentía suyo, para dedicar su vida a una tarea que él no quería, para llenarse de responsabilidades y dramas que él no se merecía, entre otras cosas ingratas que le esperaban lógicamente adelante… ¿cómo subirse al carro entonces?

4- Iaacov estaba centrado en sí mismo, en sus cosas, en sus amarguras. No lo juzgamos, cada uno hace con su vida lo que puede, y él es uno de los pilares de la nación. Pero su tarea como patriarca ya estaba, básicamente, terminada.
Moshé tenía que ponerse al hombro a toda una nación y a una muchedumbre allegada y llevarlos por un camino sumamente difícil, no solamente por donde habrían de caminar sino especialmente el que lleva de la esclavitud más tremenda a la libertad, responsabilidad, compromiso, espiritualidad, etc. Sin dudas que el Eterno tenía mucho para hacer aquí.

5- Iaacov se había autolimitado, no alcanzando a desarrollar al máximo su potencial. Quedó en Iaacov, con una promesa de ser Israel, lejos, muy lejos de ser Ieshurún.
Moshé conocía sus límites así como los enormes retos que se le venían encima. Sabía que tenía ciertas conocimientos y capacidades, pero no eran lo suficientes para cumplir con la imposible misión que le estaban exigiendo. Ser realista no es lo mismo que negativo, aunque la realidad que uno encuentre sea muy negativa.

En conclusión, uno está muy cómodo aquí a miles de años de distancia, con el diario de ayer en la mano y muy lejos de la realidad de aquellas inmensas y notables personas.
Por ello, más que juicios acerca de ellas o de sus acciones, lo que podemos encontrar son enseñanzas para mejorar nuestra propia vida y llevarla al máximo de su potencial, así como estar dispuesto a ayudar al prójimo para que también lo haga.

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