«Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder» decía Abraham Lincoln.
La adversidad es parte de la vida cotidiana. No existe la felicidad constante, ni el hartazgo sin hambre, ni la contrariedad que no se cruce en tu vida. Todos estamos capacitados para atravesar determinadas tormentas, a caer y recuperarnos, a tropezar sin por ello darnos por vencidos. Es lo que venimos haciendo, por lo general, desde el mismo instante del nacimiento.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando tenemos la convicción de que somos «más que vencedores»? ¿Qué malestar profundo se está cebando cuando se nos convence de que el universo conspira para que nuestro objetivo sea alcanzado? ¿Qué surgirá a la luz de nuestro carácter al sentirnos poderosos?
Para tratar de entrever alguna respuesta, analicemos.
¿Qué es lo que pretende hacerte el EGO?
Someterte, dejarte postrado, hacerte sentir en impotencia (real o imaginaria), doblegarte para que no avances.
¿Cómo?
Pareciera que el método de que sientas el fracaso, la debilidad, la penuria sería el más efectivo, ¿cómo no sentirse impotencia en la impotencia en cualquiera de los planos de existencia, o en todos ellos?
Pero, lo cierto es que cuando te elevas, en el momento que te crees poderoso e invencible, cuando miras hacia abajo y notas lo mucho que has avanzado y temes la caída o te vanaglorias de tu conquista y fantaseas con tu perpetua superación, es entonces cuando el EGO ha preparado y sazonado el camino para tu tropiezo, cuando probablemente te darás de narices con las murallas del no poder y la impotencia te someterá.
Sí, ciertamente, cuando te regodeas en tu poder (real o imaginaria, mayor o menor), o trastabillas a causa del miedo que él te estimula, es entonces cuando se manifiesta tu carácter, tu verdadera capacidad para ser libre y feliz, o ser esclavo del EGO.
Si estás capacitado para ser poderoso, sin remordimiento, sin temor, sin dudas, sin jactancia, entonces eres libre y seguramente disfrutas de los ratos de felicidad que se cruzan en tu vida.
Pongamos el caso de la persona en su relación con el Eterno en la faceta de la oración.
Aquel que sucumbe a la idea de no merecer el encuentro con Él, por ser pecador, por haber errado, por no estar en determinado nivel o grupo, que se siente escaso en poder, y por tanto no se comunica con el Padre, y se aparta más, y se derrumba aún más profundamente, y se siente menos meritorio, y se esconde más… ¿es víctima de las vocecitas perversas de su EGO o está procediendo como debiera?
Por el otro lado, aquel que se cree súper poderoso, independiente de todo poder, por sobre las reglas del espíritu, en posesión de secretos místicos maravillosos, que no precisa del Padre ni considera que es menester alabarlo y agradecerle, y por tanto no reza, no se toma el tiempo para la profunda reflexión de autoconocimiento que debiera ser la plegaria, y se perturba más su imagen corroída por las máscaras del Yo Vivido… ¿está más liberado de su EGO, y es por tanto realmente libre, feliz, trascendente; o está ahogándose en falso poder, en impotencia, pero adormecido por sus ilusiones de superioridad?
Vamos, piénsalo, medítalo, toma conciencia de cómo haces tú, en donde te ubicas, que tan distante estás de la armonía de tu Yo Vivido en concordancia con tu Yo Esencial.
Y tal como con el ejemplo que describimos respecto a la falta de rezo, está cada área de tu vida, con el EGO detrás haciendo oír su voz corrompida, debilucha que aparenta fortaleza, que te insiste con que no puedes, con que eres inútil, con que eres pecador, con que nunca hiciste las cosas bien, con que no eres salvo, con que solo con el EGO (y cualquiera de sus representaciones externas: religión, secta, líder, dictador, dios, ángel, amuleto, costumbre, etc.) puedes tener un poco de sanidad y esperanza.
Puedes recordarte en tus situaciones pasadas, o tal vez verte en la actualidad. ¿Supiste ser un cortés ganador? ¿Admitiste tu triunfo sin por ello despreciar al que batiste? ¿Te angustias por perder tus adquisiciones o que éstas te lleven al sufrimiento? ¿Sabes disfrutar de tus posesiones y haberes, o encuentras excusas para no hacerlo? Ganes o pierdas, ¿te mantienes dentro del respeto y el agradecimiento hacia tu contrincante o rival?
Y ya que preguntamos acerca de la rivalidad, de le competitividad, ¿celebras con auténtico regocijo el éxito de tus amigos y familiares?
¿Eres capaz de animarlos a que desplieguen sus alas y alcancen sus mayores potenciales?
¿Qué sientes cuando es otro, alguien que es cercano pero no tú, el que está en su período de victorias y adquisiciones?
¿Puedes aplaudir sin resentimiento ni envidia la fama, dinero, logros de otra persona, una que te sea cercana y con la cual has estado en competencia?
¿Eres cooperativo cuando corresponde, o tu afán de vencer, o tu miedo a ser humillado no te lo permiten?
Mira el caso de los judíos que estaban esclavos del faraón (representante externo del EGO) en el momento de su liberación de Egipto.
Faraón podía liberarlos físicamente, pero los esclavos emocionales seguirían oprimidos por el tirano. El representante externo puede desparecer o cambiar, pero el EGO no deja de actuar si no hacemos el trabajo de fortalecernos y liberarnos, en la medida de lo posible, de él.
Como pasa con aquellos adictos, por ejemplo al alcohol (representante externo del EGO), que «milagrosamente» dejan su adicción pero se vuelven adictos a la religión (representante externo del EGO). Cantarán loas acerca de su secta, de su iglesia, de su líder, de su dios, de sus santos, de su salvador, de lo que fuera, pero no advierten, o no quieren hacerlo, que cambiaron una adicción y servidumbre por otra.
Y así pasó con los judíos a la salida de Egipto, ya no estaba el faraón, pero la esclavitud no los abandonó. Seguían siendo tan o más esclavos que antes. A pesar de que sus cuerpos eran libres, sus almas permanecían encerradas en las mazmorras del EGO, y como esclavos se comportaban.
Al respecto: «Cuando el faraón dejó ir al pueblo, Elokim no lo guió por el camino de la tierra de los filisteos, aunque era más corto, porque dijo el Eterno: ‘No sea que al enfrentarse con la guerra, el pueblo cambie de parecer y se vuelva a Egipto.’» (Shemot / Éxodo 13:17). Un pueblo libre quizás temería un enfrentamiento con el enemigo, pero lo encararía con el poder que contará. Pero el esclavo, se infravalora o se sobrevalora, no se reconoce en su justa y real medida. Entonces, o se lanza a una guerra alocada, sin tomar en cuenta que está condenado al fracaso; o huye despavorido, sin siquiera intentar levantar un arma en su propia defensa.
Por supuesto que eso estaba en la mente del Eterno, sabía de la pobreza interna del pueblo, incapaz en aquel momento de confrontar a sus enemigos.
Aunque, poco después se encuentra el caso de que un núcleo sano del pueblo, más sintonizado en su multidimensional, tuvo el valor de defenderse del ataque traidor de Amalec, y hasta de derrotarlo. Pero, contaban con ese núcleo sano que tuvo el poder para enfrenar a un rival bastante más débil que la máquina de guerra filistea.
Tómalo en cuenta, conocer tu poder real y apreciar en su realidad el obstáculo, es un paso relevante para ser exitoso y feliz.
Los que logran algún grado de libertad fortalecen ese estado por medio de los actos de bondad y justicia con el prójimo, acciones que ayudan o influencian al otro a alcanzar también algún grado de libertad.
Entonces, podemos ser más fuertes, más poderosos, más felices, más saludables, más benditos cuando trabajamos generosamente por el bienestar del prójimo, para que alcance un grado de mayor libertad, de bien, de justicia. Al respecto podemos comprender así el siguiente pasaje: «Cuando compres un esclavo hebreo, seis años te servirá; pero al séptimo saldrá libre, gratuitamente.» (Shemot / Éxodo 21:2). Se llegaba a la esclavitud, en tiempos «bíblicos», por lo general a causa de deudas que no podían ser pagadas de otra manera. El amo no era dueño del esclavo ni podía disponer a su antojo de su vida. De hecho, tenía el deber de cuidarlo y eventualmente liberarlo al poco tiempo. Al liberar a otro, se libera uno.
Actualmente, cuando la mayoría de nuestras sociedades no admite la esclavitud al viejo estilo, podemos liberarnos al esclarecer al otro, ayudarle a encontrar su propio poder, a hacer que en el mundo reine el shalom.
Construir shalom no es un ideal inocente, para ingenuos. Tampoco es un lema hueco, para lavar cerebros y formar una secta turbia. Construir shalom es la meta para alcanzar la propia libertad en tanto se ayuda al prójimo a alcanzar la suya propia. Con actos de bondad, de justicia, de lealtad.
Pero, ten presente. Que tus actos sean REALMENTE de bondad y justicia, motivados por el AMOR y no por el EGO disfrazado. Que no haya interés detrás, ninguno. Sin expectativas de recibir algún premio, elogio, salvación, recompensa, aplauso, retribución, pago, o lo que sea. Sino que sean motivados por el AMOR, con generosidad sin esperar nada a cambio.
Una cosa son los actos buenos y justos que forman parte de una transacción comercial, o de favores que se piden y reciben.
Otra cosa es la actitud benevolente, generosa, que no es parte de una negociación sino meramente de la construcción de shalom por sí misma.
Si haces de tus actos de bondad y justicia un método mágico, o extorsivo, para obtener ganancias (por ejemplo, los que dan diezmo porque les alientan a que recibirán por diez o cien lo que han dado), entonces están bajo la bota del EGO, esperando recompensas, actuando con falso poder, que finalmente los entorpece, los enceguece, los nubla, los deja en esclavitud. Por el contrario, quien hace por real generosidad solamente hace, sin esperar NADA a cambio, y nada es nada.
El EGO juega con el poder y la impotencia, que se ponen de manifiesto con acciones (o falta de ellas).
Para el AMOR las acciones también son fundamentales, pues es la concreción en la realidad de la bondad y la justicia, pero no se basa en obtener rédito alguno, ni en demostrar el poder, ni siquiera en auto satisfacerse con la sensación de haber hecho algo bueno. Simplemente ES, tal como el espíritu simplemente ES.
Puede ser que te resulte un poco complejo el comprender algunos de los pasajes, más aún si no tienes conocimiento de la multitud de información que hemos brindado al respecto de los manejos del EGO. Te sugiero que con calma y paciencia leas, estudies, analices, repases, pregunta, critica, encuentra ejemplos para esclarecer, y cuando tengas la idea llévala a la práctica por medio de actos de AMOR, construyendo Shalom.
Habrá equilibrio, paz, dicha, armonía, sensación clara de unidad interna y de unidad con el cosmos. El orden se impone sobre el caos, el bienestar sobre los sentimientos oscuros.
Cuesta fluir, conectarse, confiar, ser quien realmente eres… pero es posible, con altibajos, con vaivenes, pero es posible.
Te invito a que seas poderoso, realmente poderoso, tanto como estás capacitado.