Desde que recuerdo he buscado y trabajado por ser eficiente, es decir, alcanzar los resultados óptimos con el uso de la menor cantidad de recursos, lo que posibilita la eficacia con efectividad.
(Sugerencia: aprende las diferencias de estos tres conceptos, te brindé links respectivos como un auxiliar).
Limpiar la casa, escribir, viajar, cocinar, en el trabajo, donde sea, haciendo lo que fuera, me parece una buena filosofía de vida el intentar simplificar racionalmente.
Así se ahorra energía, recursos materiales, esfuerzo, trabajo, y bastante tiempo.
Por si fuera poco, al buscar la eficiencia por medio de la simplificación racional, también se evitan numerosos inconvenientes, errores, confusiones, malos entendidos; tal como enseñó el sabio: «En las muchas palabras no falta error; pero el que refrena sus labios es prudente.» (Mishlei/Proverbios 10:19).
Seamos claros, lejos está la simplicidad racional de la ramplonería, ordinariez, torpeza, tosquedad o desprolijidad. Más bien, ¡todo lo contario! Emerge un panorama bello y ordenado, claro y pulcro cuando los recursos son empleados de manera eficiente y racional.
De la misma manera, no debe confundirse con avaricia, parquedad, tacañería, sino deseo de lograr lo mejor al menor costo posible, sin por ello reducir el placer o la solidaridad pertinentes.
Tampoco con la «ley del mínimo esfuerzo» de los holgazanes y perezosos, pero sí como estilo de vivir sin luchar innecesariamente, sin esforzarse por controlar aquello que no se puede controlar, esto es, admitir lo que está pasando, lo que sentimos, lo que el otro hace, siente, piensa o dice y no enfrascarse en guerras y esfuerzos que no producen beneficios ni bienestar. Fluir con la corriente, cuando no podemos ni es favorable nadar contra ella; generar los cambios, o subirse a ellos, en vez de pelear contra lo que nos excede. Dialogar y hasta discutir con tal de encontrar la porción de verdad junto al otro, y no debatir para vencer, o tener la razón, ofender, superar o decir la última palabra. Recuerda las palabras del sabio: «El corazón alegre trae sanidad, pero un espíritu abatido seca los huesos.» (Mishlei / Proverbios 17:22).
Con esta simpleza racional también uno se afirma en el presente, que es el único tiempo y espacio del cual disponemos, sin por ello rechazar el pasado o malgastar el futuro. Por el contrario, el pasado se toma en su real dimensión y peso, sin sentimientos de culpas, sin esclavizar, sin mortificar, sin asfixiar; en tanto que el futuro también es asumido en su medida correspondiente, como un fantasma que aún no existe, por tanto no angustia, no amedrenta, no quita energía a nuestro vivir actual.
Vivir el presente, el aquí y ahora, con plenitud, disfrutando de lo permitido en tanto nos apartamos de lo prohibido. Fluyendo en lugar de luchar, dialogando en vez de vociferar, disfrutando sin remordimientos, agradeciendo al Eterno por cada oportunidad de construir shalom y sentido. Si desaprovechamos este tiempo, atormentados por el pasado que ya fue o atribulados por un futuro que es una sombra, entonces sin dudas tampoco estamos viviendo ahora, no estamos rescatando nuestra vida del sufrimiento, por tanto sumamos mayores dificultades para el mañana.
Aprender a usar los recursos de los que disponemos, sacar el jugo al momento, simplificar en vez de llenarnos de tribulaciones, es un camino sagrado, de bendición, de felicidad, de trascendencia.
Esto va en línea similar a como enseña el Rav Kook el pasaje: «Yo he confiado en ti, oh Eterno. He dicho: ‘Tú eres mi Elokim; en tus manos están mis tiempos.’ Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores.» (Tehilim / Salmos 31:15-16).
Así trato de vivir, de acuerdo a esta filosofía que está fundamentada también en antiguos modelos y tradiciones del judaísmo, que bien pueden ser compartidos y asumidos por toda persona que desea racionalizar su existencia para obtener mejores resultados de sus esfuerzos.
Me parece bueno que lo sepas, que lo evalúes, y si notas que esta ética te puede servir, úsala y compártela.
Es una buena práctica del criterio: «Serás íntegro para con el Eterno tu Elokim.» (Devarim / Deuteronomio 18:13). No complicarse con lo que es inútil, no agregar mandamientos, no llenarse de supersticiones, no rogar a santos, no adorar hombres, no hundirse en fetichismos, apartar al EGO para servir con sencillez, con integridad, con pureza de corazón, mente, palabra y acción al Eterno. Tal forma de vivir llena de regocijo, de plenitud, de bienestar al punto que incluso en los momentos amargos se resplandece con calma y serenidad.
En palabras mesiánicas y proféticas: «… habrá allí una calzada a la cual se llamará Camino de Santidad. No pasará por ella ningún impuro. Será para los que siguen el camino, y los simples no se desviarán. Allí no habrá leones; no subirán por ella fieras voraces, ni se encontrarán allí. Pero caminarán por allí los redimidos. Los rescatados del Eterno volverán y entrarán en Tzión [Sion] con cánticos. Y sobre sus cabezas habrá alegría perpetua. Alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.» (Ieshaiá / Isaías 35:8-10).
Está el camino del EGO, con sus complejidades y absurdidad, con falso poder repleto de impotencia; y esta el camino del AMOR, con su simpleza, con su entereza, con su poder que puede parecer mansedumbre. Está en el camino de la simpleza el gozo, la alegría, el consuelo, la confianza, la paz.
Tal modo de vivir (multidimensionalmente), lleva a escoger las respuestas más simples, teniendo en cuenta que a igualdad de condiciones, la solución más simple suele ser la acertada, según expresa la máxima de Ockham.
En la vida cotidiana podemos llevarlo a cabo, practicar, entrenarnos, actuar con simplicidad racional, con eficiente eficacia. Haciendo uso de los recursos que contamos, conociendo tanto nuestro poder como nuestras limitaciones, para de ese modo desplegar el máximo potencial con el menor costo. Quizás, a pesar de nuestra tarea simple y bella, no alcancemos la meta, entonces tampoco es tiempo de complicarse con lamentos y penurias, sino que recordar que solo podemos controlar aquello que realmente está en nuestro dominio. El paso que damos, el trayecto que podemos recorrer, pero no si completamos el camino. Y así somos juzgados por el Juez, quien toma en cuenta el acto pero también la intención. Si hemos tenido la intención pero no el poder para completar el acto, o si la acción no alcanzó la meta por cuestiones que nos exceden, igualmente somos merecedores del beneplácito divino.
Así pues, con confianza analiza tu situación, evalúa tu poder y tu flaqueza, resta autoridad al EGO (que poca y nada autoridad tiene) y lleva a cabo tu parte, con entereza, con convicción, con dedicación, con sentido, trasciende a través de tu entrega de AMOR.
Como expresa el famoso rezo de los Altos Días: «lebojen lebabot, beiom din» – «que evalúa corazones, en el día del juicio«, y articuló con claridad el profeta: «Yo, el Eterno, escudriño el corazón y examino la conciencia, para dar a cada hombre según su camino y según el fruto de sus obras.» (Irmiá / Jeremías 17:10). Las obras son lo que cuentan, pero también el camino.
Tenlo presente, para que el EGO no te invente excusas tales como: «si no vas a poder, ni siquiera lo intentes», o, «si lo haces, fracasarás, mejor quédate en donde estás»… así trabaja el EGO, en su manipulación que te bloquea para la acción y ni siquiera permite el esbozo de la intención.
Ponte a hacer tu parte, con razón, con sentimiento medido, con intención trascendente, movido por AMOR, entonces tus obras serán de bendición, sean exteriormente exitosas o no.
Recuerda: Dijo Rabi Ashi: «Quien pensó en cumplir con una Mitzvá y tuvo un percance por lo cual no pudo cumplirla, se considera como si la hubiera hecho.» (TB Berajot 6a).
Pero cuidado, el fin no justifica los medios, y si para llegar a una supuesta buena causa se daña al prójimo, entonces de poco y nada valen las intenciones, allí cuenta exclusivamente el acto (ver Rabbí Jaim Shmuelevitz,de la Ieshivá de Mir, en «Sijos Mussar», maamar 24).
Aprende la lección de la simpleza racional.
No te justifiques con los «no puedo», «no pude», «es más fuerte que yo», «qué dirán», «es imposible», «no sé», «nadie lo hace»,» todos lo hacen», «nunca lo hice», «así soy yo», «no tengo opción» y todo el resto de invenciones que provienen del EGO.
Conocer tu capacidad, poder y debilidad, admitir tus límites pero también el poder de superar los que pueden ser superados, darse cuenta de las trampas del EGO, todo ello te sirve para aflojar las resistencias, quebrar las cadenas y ponerte en la senda del vencedor.
David, el joven que luchó con mil problemas, entre ellos el gigante Goliat, con total convicción afirmó e hizo: «Entonces David dijo al filisteo: -Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el nombre del Eterno de los Ejércitos, Elokim de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado. El Eterno te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Elokim en Israel! También todos estos congregados sabrán que el Eterno no libra con espada ni con lanza. ¡Del Eterno es la batalla! ¡Y él os entregará en nuestra mano! Aconteció que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David, éste se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo.» (1 Shemuel / I Samuel 17:45-48).
Un muchacho lleno de simple AMOR, convencido en su creencia, firme en su pensamiento, fuerte en su sentimiento que no esperaba el milagro sentado y llorando en la oscuridad, sino que salió al encuentro del mal para vencerlo en su propio terreno. Con armas simples, materiales, cotidianas, y con las armas de la integridad, de la pureza, del espíritu iluminando las acciones.
El milagro de David venciendo a Goliat es como el resto de los milagros, dependen del Uno pero también de uno.
Dejemos de gastar energía en parecer, en aparentar, en llevar máscaras, en actuar el papel de lo que deberíamos ser, en esconder al Yo Auténtico detrás de decenas de Yoes Vividos.
Encontremos aquellas facetas del Yo Vivido que expresan al Yo Auténtico, entremos en estado de armonía con nosotros mismos, lo que nos dará armonía con el prójimo, paz, seguridad, felicidad.
No busquemos el aplauso afuera, el elogio, la aceptación, la mueca divertida, que nos afianza en nuestra miseria, sino que encontremos el camino para desarrollar una vida de plenitud y autenticidad.
Seamos simples, seamos nosotros en nuestra multidimensionalidad.
No luches, admite. No te enojes, fluye. No niegues tus emociones, comprende. No te ates al rencor, perdona y deja actuar a la justicia. No te compliques, simplifica. No te apresures a juzgar, respira con calma, canaliza tu energía hacia la construcción de shalom. Y cuando debas enfrentar al enemigo en los hechos, que tus acciones sean fruto de tu simpleza racional, de tu poder intenso que emana de tu esencia divina. Tal como David lanzó una piedra, solo una, y con ella hizo caer al gigante al cual ningún héroe y guerrero antes había siquiera rozado con sus armas espantosas. Una piedra que cargaba con un poder infinito, contra las astucias y falso poder del EGO.
No es fácil, pero, ¿quién te dijo que vivir lo es?
Recuerda que tu espíritu quiere hacer lo correcto, quiere siempre lo que es bueno y justo. Siempre. No hay ocasión en que tu espíritu vaya en contra del Plan Divino.
Es nuestro EGO, con las máscaras del Yo Vivido, con las cáscaras que vamos asumiendo, el que inventa excusas y hace volteretas para llamar santo a lo ajeno, y puro a lo desconectado de la vida.
Si sigues la senda del AMOR, la espiritual, estarás en el cauce que fluye, sin asperezas, sin dolor, sin sufrimiento, en la buena onda de la dicha celestial.
No hay que esforzarse para ser, ya eres.
Eres hijo de Dios, no por lo que crees, ni por lo que rezas, ni por lo que adoras, ni por tu raza o etnia, eres hijo de Dios por ser humano.
Tú eres una esencia espiritual y otras dimensiones temporales.
Permite la sagrada conexión, de tus dimensiones entre sí, de tu esencia con tu existencia, de tú con el prójimo, de todo con el Eterno.
No te limites, no restes de tu poder, no te rebajes, no vaciles más. No precisas abrumarte con supersticiones, ni seguir líderes, ni repetir lemas, ni formar parte de sectas, ni llenarte de severidad que no tiene sentido, ni negarte a lo que Dios te permite, ni seguir atrapado por el EGO con sus fantasías y manipulaciones.
Mejor haz lo que Dios quiere de ti.
Vive a pleno, disfruta de lo permitido, goza del aquí y ahora incluso aunque no sea de dicha material.
Respira, siente tu respirar, fluye con la vida.
Eres poderoso, eres luminoso, estás conectado a lo más santo.
Deja de penar en sombras, vive.
«Sólo vosotros, que permanecéis adheridos al Eterno vuestro Elokim, todo de vosotros está vivo hoy.» (Devarim / Deuteronomio 4:4)
Nos adherimos a Él no meramente por cuestiones externas, por formalismos, por apariencias, sino por encontrar la conexión, el lazo de santidad, a través de nuestras acciones meritorias.
Todo lo tuyo está vivo hoy, vívelo.
Muy muy lindo Moré! Muchas gracias por estas y tantas otras perlas.
Cuando se imprimirá un compendio de sus escritos?
hola querido joven amigo, no se para cuando, ni siquiera si tiene algun valor como para q sea compendio. lo importante es q puedo ir ayudando poquito aa algunos que se toman la molestia de prestarme atencion.
me gustan mucho tus escritos, como los varios que publicaste aqui mismo en las ultimas semanas. un gran trabajo, de un gran tipo.
tora vaavoda im derej eretz, no?
un abrazo a la distancia
Quiero ser simple pero es tan dificil no dejarse llevar por lo que complica.