Porque Tú estás conmigo

Dice el inspirado salmista (23:4):

«Aunque ande por valle de sombra de muerte, no temeré mal, porque Tú estás conmigo«

En este mundo estamos tan limitados, reducidos a padecer constante impotencia.
Estamos en un valle ensombrecido por la presencia de la muerte, que es la máxima expresión del no-poder.

Nuestro potencial, que es la capacidad de superarnos, nos puede llevar un pasito más allá, un peldaño más arriba, pero el tope pronto nos estorba el progreso.
Es un hecho, este mundo es de limitaciones.
Incluso el pensamiento entrenado para razonar, fortalecido por la imaginación productiva, aceitado para expandirse, finalmente tiene un muro que lo contiene.
Solamente el espíritu se vincula con lo infinito, con el poder sin límite.
Pero, el espíritu es solamente una de nuestras dimensiones en tanto moradores de esta realidad mundana, por lo cual, aceptar nuestra impotencia es parte del poder.

Mira que paradoja, morir es la máxima de las impotencias, pero al mismo tiempo es cuando dejamos la impotencia de este mundo para existir en la plenitud del mundo venidero.
Sin embargo, no tenemos ni permiso ni derecho para apurar nuestra partida, sino que debemos mantenernos aquí hasta que nos llegue el momento de trascender.

Entonces, tengamos presente que no tengo control de lo que no puedo controlar, aunque llore, grite, patalee o niegue la realidad: mi dominio es limitado y hay una infinitud de factores y elementos que no pueden ser determinados ni por mis deseos, caprichos, pensamientos, oraciones, necesidades, trueques, trucos, negociados, etc.
Debo internalizar mi impotencia, analizarla y aceptarla; porque al hacerlo obtengo una cuota de poder.

En nuestra debilidad vivamos la vida, plenamente, en la medida de nuestras posibilidades. Dentro de lo permitido, apartándonos de lo prohibido.
Tengamos la conciencia de que es el Eterno quien tiene el control, porque al saberlo podremos calmar nuestra angustia aun cuando andamos por valles de sombras o de muerte.
Él no hará magia para cumplir nuestro caprichos, no aparecerá en un unicornio para salvarnos, aunque recemos mucho, aunque Le prometamos hasta lo inconcebible, Él no está para servirnos ni para darnos un sobrenatural poder sobre nuestra impotencia.
Pero, saber que Él está, que no nos abandona, que finalmente encontraremos la paz en Su seno, nos puede dar ánimo, entereza emocional y aclarar un poco nuestras ideas.

Así, podremos esforzarnos y ser valientes, disminuir nuestro miedo, para enfocarnos en la tarea de construir SHALOM con acciones de bondad Y justicia.
No temeremos el mal, aunque choquemos con el muro de la impotencia.
Y, si toca sufrir, lo haremos, pero con la capacidad para reponernos en la medida de lo posible y con la voluntad para elaborar un sentido trascendente de nuestra momento, sea de éxito o de fracaso.

Entonces, haz tu parte, eso es lo que Dios espera de ti.
Él hará la Suya.

Ser Sus hijos no nos libra de atravesar valles de sombras o de muerte y puede que sintamos miedo aterrador, pánico o desesperación y es en ese momento que debemos confiar en que Él es nuestro pastor fiel, que nos conduce sin abandonarnos.
Seamos nosotros quien no Lo abandonamos, pero especialmente quienes no NOS abandonamos a la impotencia y las reacciones erróneas para sobreponernos a ella.
¡No cambies a Dios por religión (ni siquiera por la de algunos judíos que desvían la senda espiritual con el pretexto de ser espirituales)!
¡No cambies Su compañía por espejismos y la falsedad de la fe!
¡Haz tu parte, construyendo SHALOM!

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Jonathan Ortiz

Los grandes retos, entro otros, de asumir la identidad espiritual que nos corresponde es moverse en la vida según los mandamientos que nos competen, actuar responsablemente, esforzarse en la medida de nuestras capacidades, y ademas confiar en Él y no en falsedades.

Gracias por la reflexión.

Me llama la atención que en el pasaje parece que El Creador y el Hombre se acompañan en el mismo andar. El hombre no teme porque está consciente de su temor y de su no-soledad (de su impotencia y de su trascendencia).

Es consciente y equilibrado.

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