Un paso al frente, al abismo

Koraj era un hombre influyente en el pueblo hebreo de aquellos tiempos. Pertenecía a la tribu de Leví, por tanto ocupaba un rol en las actividades concernientes al Santuario. Era familiar cercano de Moshé, un hombre que disfrutaba del poder y aprovechaba muy bien sus vínculos sociales. Había formado una bella y animada familia. Por si fuera poco, se cuenta que su riqueza era abundante, por no decir excesiva. Su salud física era impecable y hasta donde conocemos su inteligencia superaba el promedio. Sin embargo, todo era poco para él. Su anhelo parecía no saciarse. Él quería más. Pero, ¿qué le faltaba?
Una cosa sentía que le haría feliz: creía que al tener el control total, por fin estaría satisfecho y feliz.
El obstáculo era Moshé y Aarón. Ellos habían sido designados por el Eterno para guiar a Israel, no porque así lo quisieran, ni por decisión de algún emperador extranjero, como tampoco por elección del pueblo. Alguna virtud, cualidad o característica notable les había servido para tal elección divina, la cual trataban de cumplir del mejor modo posible. No eran perfectos, tampoco lo querían ni aparentaban. Con las herramientas a disposición hacían su tarea, con altibajos, pero siempre íntegros, sin esperar honores, gloria, riqueza o alguna otra ventaja sobre sus dirigidos. Solamente trataban de cumplir su tarea para el bien de la mayoría y honra del Eterno.
Difícil vencerlos en su carrera hacia el poder; ¿qué hizo entonces el primo Koraj?
Durante bastante tiempo fue acumulando rencor, envidia, anhelos dañinos, ira, odio hasta que por fin encontró la oportunidad en esas tramas del “destino”. Aprovechó la tremenda decepción que significó el asunto de los exploradores (que leímos la semana pasada), con la consiguiente orden de mantenerse fuera de la tierra de Israel. Esto fue un golpe tremendo para el pueblo, caldo de cultivo para los cultores del caos, que usó como excusa para armar una astuta rebelión en contra de su autoridad. El pretexto era que el poder estaba en el pueblo y eran ellos los que deberían elegir a sus líderes, o mejor aún, cada uno ser su propio jefe, ya que todos eran escogidos de Dios y no solamente Moshé y sus hermanos (Aarón y Míriam). ¡Basta de protegidos y favoritismos! ¡Basta de que un puñado se lleve lo que pertenece al colectivo! ¡Ya no más una conducción imperfecta, los israelitas se merecían una dirección iluminada, superior, carente de debilidades!
Con mensajes demagógicos por el estilo, simpáticos (a primera vista), entradores, que encendían la llama de la codicia y la ambición de poderío, sería muy fácil conquistar las adhesiones populares, y tener lemas para enarbolar a la hora de los reclamos y posteriores disputas. Cuando finalmente, tras la revolución -violenta o no, poco le importaba a Koraj-, Moshé y familia ya no estuvieran más al mando, Koraj les haría ver a sus seguidores que sin su guía estarían perdidos, deberían entregarle a él el dominio para ser felices. Con hábiles piruetas se las arreglaría para que los que ayer protestaban por ser ovejas, hoy agradecieran serlo y en una condición mucho más miserable que antes.
Si en medio no hubiera estado el Eterno involucrado, es más que probable que Koraj hubiera tenido éxito, o lo que él creía era tal.
Lo cierto es que al final Koraj y los que lideraban la revolución fracasaron estrepitosamente, en lugar de alcanzar las alturas terminaron hundidos en la hoguera de sus oscuras pasiones.

¿Sigue habiendo personas que operan al estilo de Koraj?
¿Cuáles son los riesgos de actuar como hizo él y sus seguidores? ¿Cuáles los beneficios?

¿Cuál te parece podrían ser los mensajes que esta parashá nos deja para la vida diaria?

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JULIAN Martinez

Autentico, verdadero Lider.
Aquel que vé las penurias de sus hermanos, que lucha por solucionar los problemas, que no los aumenta…aquel que vé las penurias con los ojos y con el corazón.

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