Quizás alguna vez razonaste, o te topaste con la idea, de que somos una mota de polvo en la infinitud del universo,
pero igualmente somos valiosos.
Para ejemplificar, recuerda al Quijote.
¿Acaso Quijano no era un tipo buscando trascender a una vida de impotencia a través de plantearse metas elevadas, de conseguir logros maravillosos, de superar sus limitaciones?
Como no conseguía enfocar su pensamiento ni adquirir dominio sobre sus circunstancias, él se disparó hacia un mundo de dominio imaginario, por lo cual tropezaba a cada rato con su impotencia. Es decir, no solamente tenía que luchar con las limitaciones de su existencia, sino que le añadía los tropezones y fracasos que su imaginación descontrolada generaban.
Con ello, no dejaba de evidenciar la angustia de todo ser humano que no está narcotizado y por tanto sufre de nuestra atroz impotencia. Él sentía el abismo, el vacío, el anonimato, la cruda realidad de la nada que nos consume; pero no quería dejarse tragar por ella. A las patadas, a como le saliera, Quijote quería dotar de sentido, y que fuera trascendente, a su vida.
Para ello se ponía en todo tipo de riesgos y dramas, a causa de su falta de tino, de su escasa cordura, de su mente nublada por la emoción y la locura.
Podemos dejarnos vencer por la parálisis mental, ser sumisos a la impotencia y con ello pretender no sufrir.
O podemos enojarnos, reaccionar con turbulencia, quejarnos, destruir nuestro entorno y con ello sumirnos también en la impotencia, pero al menos hacer de cuenta que no fuimos derrotados sin intentarlo. (En verdad, si nos conducimos así, poco y nada hicimos que demuestre nuestro poder).
O podemos sumergirnos en delirios de poder y manipulación, demandar al universo que nos obedezca y satisfaga, creernos amos de Dios, embrutecer nuestro entendimiento y hacer de cuenta que no padecemos de la impotencia que nos corroe.
O podemos reconocer eso, que somos un puntito en la inmensidad inabarcable del universo, que la impotencia es la presencia constante, y sin embargo tenemos valor y podemos alcanzar la trascendencia. ¿Cómo? Asumiendo nuestra condición limitada, advirtiendo que se nos dispara la emoción, pero no reaccionando a partir de ella, sino respondiendo asertivamente, positivamente, constructivamente. Esto es, construyendo SHALOM, en nuestro interior y con el entorno. Conduciéndonos con bondad Y justicia, en todo momento y circunstancia. En pensamiento, palabra y actos.
Entonces, seguiremos siendo esa minúscula partícula perdida en el absurdamente gigante cosmos, pero una partícula que está conectada a la Unidad, es parte de Ella, y por tanto eterna.
El mismo Dios que creó el universo y lo sostiene, que crea toda la vida y la sustenta, es Aquel que decidió traerte a existencia en este mundo y como NESHAMÁ (espíritu, Yo Esencial).
Para Él una galaxia es infinitamente pequeña, a Su escala, como lo eres tú.
Pero cada partícula está en Su “Mente”, conoce cada momento y no hay olvido para Él.
Por tanto, debes comprender y grabar en tu corazón que para Dios tú eres valioso, infinitamente valioso.
Entonces, no hay motivo para hundirse en la desesperación, aunque las circunstancias así lo reclamen.
Genera alternativas a tus impotencias, a tus emociones que te castran.
Construye con tus herramientas, dentro de tus limitaciones.
Entonces encontrarás mucho deleite y una vida eterna gozosa.
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