Un atento lector me hizo una consulta a partir de este texto reciente de mi autoría: https://serjudio.com/tora/talmud/el-segundo-da-del-becerro-de-oro
Y la cuestión era: “¿por que el hecho de la traducción de la Torá fue un día nefasto también?”.
Una muy interesante pregunta que nos sirve para aprender y profundizar.
Una respuesta es la que sigue.
Cuando en el mismo idioma usamos sinónimos, 100% de las veces estamos cambiando el texto.
¿Por qué?
Porque una palabra tal vez tenga otros sentidos que no contemple su sinónimo, y entonces al cambiar una palabra por otra estamos necesariamente inventando un nuevo texto.
¡Por una sola palabra diferente y en el mismo idioma!
Ejemplo: depresión es un sinónimo válido para pozo, pero no da lo mismo decir “cayó en un pozo” que “cayó en una depresión”.
Un sinónimo necesariamente está compuesto por otras palabras, y por ello suena diferente.
Quizás no lo parezca, pero el sonido de las palabras y cómo se anudan en la frase tienen un gran poder emocional.
Ejemplo: “pasar a través del revés” no impacta igual que “pasar a través del hundimiento”.
¿No?
Cada palabra guarda un valor simbólico, estético, particular, además de una especial relación con su contexto histórico y social.
No es lo mismo decir “esa mujer obesa” que “esa tipa gorda”.
No dudo que no te da lo mismo una frase que la otra, aunque el sentido general pudiera ser igual, o al menos parecido.
Ahora escala toda esta información para la tarea de traducir un texto a otro idioma, en otra época, en otra cultura, con otros referentes y te darás cuenta de que toda traducción termina siendo una absoluta invención.
Es una nueva obra, que probablemente esté basada en el texto anterior, que guarde algunas similitudes, que con mucho esfuerzo y estudio además de la estricta instrucción de maestros que dominen ambos idiomas y culturas se podría llegar a comprender más o menos cabalmente.
¿Entendiste?
Traducción es traición, porque se hace pasar por el original pero no sabemos qué tanto dista del mismo.
Ahora, aplica toda esta información a la traducción de la Palabra Revelada, del infinito que se limitó para poder caber en unas 600.000 letras en hebreo de hace 33 siglos.
Sin dudas que hasta el más fiel, inteligente, aplicado, inspirado, dedicado traductor cometerá traiciones al texto, lo cual termina provocando quiebres en la pureza del mismo.
Por tanto, con gran sabiduría nuestros Sabios nos enseñaron que el día en que la Torá fue traducida, fue tan trágico como el del becerro de oro.
Cuando se interpuso una estatua entre las criaturas y su Creador, una invención pretendiendo reemplazar al original.
¿Ha quedado claro?
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