Hay muchos padres y maestros que suelen inculcar la idea de que la persona espiritual vive sin conflictos, porque desde la dimensión metafísica corren a solucionarle sus problemas; o ni siquiera hay inconvenientes, puesto que se evaporan antes de existir. Así la persona con mucha “fe”, obtiene una protección insuperable, que le hace avanzar por las dificultades que el resto de los mortales padecen.
A veces se precisan de rituales o de objetos cargados de simbolismo, tales como amuletos. Ciertamente con ellos se resuelve la angustia y el sufrimiento, pues el poder místico anula los decretos malignos.
Tal es la creencia que es tan acariciada y codiciada.
Y en verdad, seduce y es hermosa.
¡Quién no quiere pasar bien y sin dolencias!
Una creencia hermana a esta es la que dice que pueden aparecer obstáculos, pero el creyente no los sufre, porque su “fe” es tan poderosa que los asume como males necesarios, como escalones que hay que subir aunque fuera más cómodo quedarse en el llano.
Entonces, se niega cualquier sufrimiento como tal y se los renombra como pruebas de “fe”, o “guerra espiritual” o de cualquier otra manera que instale en el creyente la imagen de resignación sagrada, de soportar como Job los pesares porque son “para bien”.
La otra creencia hermana a esta es la que dice que “todo es bueno”, hasta el Holocausto, hasta la agonía cancerosa del hijito pequeño, hasta el siniestro de tránsito en el cual un ebrio dejó sin madre a seis niñitos, etc.
Porque en el plano de la mística religiosa todo es bueno ya que el Dios bueno no hace el mal, y como todo viene de Él (TODO viene de Él), entonces sin dudas que todo es bueno. Es nuestra escasa “fe”, nuestra poca comprensión las que nos hace sufrir, demostrando que nos merecemos sufrir por ser tan pecadores y negados de la luz sobrenatural.
Finalmente está la verdadera visión espiritual, que no es religiosa como las tres anteriores.
Una perspectiva nacida en la NESHAMÁ (espíritu) y que no recurre a las trampas del EGO para manipularnos.
Una óptica que respeta al ser humano en su sufrimiento, en sus duelos, en sus temores, en sus debilidades, así como en todo lo poderoso que hay en él.
Un pensamiento saludable, que destierra la pereza del Sistema de Creencias para afirmarse en el razonamiento y en la EMUNÁ.
Este enfoque realmente sagrado es el que el Creador nos comunicó en el pasaje que estamos comentando:
«Cuando salgas a la guerra sobre tu enemigo y el Eterno tu Elohim te lo entregue en tu mano»
(Devarim/Deuteronomio 21:10)
¿Qué aprendemos?
- No todo es pacífico, ni siquiera para el que deposita su confianza y convicción en el Creador.
- Existen las guerras y los conflictos.
- Existen los enemigos.
- Hay gente que nos detesta y quiere hacernos daño.
- Es nuestro deber estar consciente de lo malo.
- Es nuestro derecho defendernos.
- Tenemos que salir a la guerra en el caso de ser necesario.
- Hay que salir de la zona de confort, dejar las excusas y las fantasías, porque el enemigo no es vencido con nuestra buena intención.
- El Eterno hace SU parte.
- Cada uno de nosotros tiene su propia parte para hacer.
- Cuando nos asociamos con el Eterno, entonces es factible que seamos exitosos en la guerra contra el enemigo.
- El Creador no nos dará la victoria a no ser que hagamos el esfuerzo que no corresponde.
- Dios no pide fe, ni palabrería, ni rituales, sino salir de la comodidad (real o ficticia) para enfrentarnos realmente con el enemigo.
- Cuando hacemos nuestra tarea es que Dios nos acepta como Sus socios y completa la parte que no podemos completar nosotros.
- El enemigo está esperando a la puerta.
- Cualquier desliz y el enemigo nos sobrepasa.
- La victoria es posible.
- Aunque todo parezca en contra, hay un Socio que es más poderoso.
- Depender de magia o milagros no es la senda del socio de Dios.
- Dios nos quiere, por eso nos obliga a trabajar.
- Es más satisfactorio el mérito obtenido por el esfuerzo que el avergonzante beneficio obtenido gratuitamente.
- Porque el Creador nos ama realmente nos impone a ser activos y no a ser pasivos.
- Si nos dejamos caer en impotencia, perdimos la partida.
- Tenemos poder, limitado pero existe: es un deber aprovecharlo hasta el máximo.
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