La ecología metanatural o cómo lo espiritual afecta el plano material

Recorrimos recientemente dos intensas parshiot (Shoftim y Ki Tetzé) que estaban principalmente interesadas en promover la justicia así como destacar el valor de los derechos individuales.
Ahora ha llegado el momento en el cual Moshé dirige su discurso de despedida de la nación hacia las realidades que deberá afrontar en su próximo ingreso y posterior residencia en Eretz Israel.

Quiere dejarnos sus enseñanzas, como el amoroso padre y maestro que fue para el pueblo judío, a pesar de lo cual, tan incomprendido y muchas veces escasamente reconocido por aquellos que benefició.
En su afán de legarnos un estilo de vida formidable, que nos brinde bienestar verdadero y trascendente, nos informa que tanto nuestros comportamientos como la ley natural están sujetos a la palabra de Dios e interactúan entre sí.
Es decir, lo que hacemos repercute directamente en nuestro entorno físico, no solamente en el plano de lo evidente, de causa y efecto físico, sino también en una dimensión mucho más profunda e íntima.
De alguna manera incomprensible para nuestras limitadas mentes, hay una conexión espiritual entre todo lo existente. Esta conexión es especialmente poderosa entre el pueblo judío y la tierra de Israel, por tanto, el comportamiento de los judíos en ella la afecta de formas más allá de lo que los ojos o los aparatos científicos pueden cuantificar.

Siendo así, no solamente porque nos es ordenado por la Torá, sino por propio convencimiento es lo más acertado comportarnos de tal modo que manifestemos el dominio siempre presente del Creador en nuestras vidas.

Como dijimos un poco antes, esto aplica en cualquier lugar del mundo, pero cobra particular relevancia para aquellos que moran en Eretz Israel. Según encontramos en una parashá anterior: “Es una tierra constantemente bajo el escrutinio de Dios” (Devarim/Deuteronomio 11:12).

Cuando ignoramos o rechazamos las enseñanzas e instrucciones de la Torá, estamos negando el dominio de Dios sobre el hombre; y esto no es un hecho que quede en el mundo de los pensamientos, ni tan siquiera en la esfera de lo particular, ya que afecta de muchas formas al entorno, provocando que padezcamos distintos “castigos” que provienen de nuestra falta de dominio del mundo natural.

No sé si he logrado expresar la profundidad del mensaje que nos quiere transmitir Moshé en esta sección de la Torá.
Cómo lo que hacemos o dejamos de hacer está vinculado a lo que sucede en el entorno físico y social, mucho más allá de lo evidente o científicamente cuantificable.

Por supuesto, como no entra dentro del campo de lo cognoscible por los científicos, no podemos esperar sapiencia desde allí. No por alguna conspiración científica anti-Torá, sino simplemente porque como humanos no tenemos capacidad física para investigar estos sucesos del plano espiritual. De hecho, nuestras limitadas capacidades incluso nos impiden entender, o siquiera imaginar más o menos acertadamente de qué se habla cuando se habla de “lo espiritual”.
¿Qué nos queda entonces?
Confiar en las enseñanzas del más grande de los profetas, y de los profetas que le siguieron y quedaron registrados en el Tanaj.
Personas que recibieron porciones de conocimiento desde aquellos reinos espirituales, y que como bien pudieron los manifestaron. Con la limitada capacidad de todo humano, porque también esto les afectaba a ellos.

Durante los 40 años del desierto, los judíos se estaban preparando para su ingreso a la tierra de Israel y comenzar la vida independiente allí.
Ese tiempo de entrenamiento les permitió experimentar en carne propia la realidad del dominio de Hashem y los efectos de ser responsable (o no) al cumplir Sus mitzvot. Para ellos era evidente la presencia Divina, así como Su directo e indirecto accionar en el mundo.
Para ellos no era cuestión de tener hueca fe, o de seguir un sistema establecido de creencias, o de dejarse impactar por el poderoso discurso de su pastor. Ellos vivían en carne propia la Divina Presencia y eran partícipes de los milagros diarios.
Nosotros no podemos ni debemos esperar algo similar, pues la etapa de entrenamiento fue aquella y solamente aquella.
Nos quedan sus relatos, algunos plasmados en la Torá, otros consignados en algunos midrashim, y otros más en la conciencia ultrapersonal de la nación judía.

Para que todo esto no se vaya diluyendo y perdiendo es que Moshé estableció algunas ceremonias y declaraciones, tales como las que encontramos al comienzo de la Parashá Ki Tavó.
Por medio de estas ceremonias se estaría subrayando la relación de causa y efecto que existe entre la adhesión a la Torá, las leyes de la naturaleza y la receptividad divina de la tierra.

https://youtube.com/yehudaribco

https://serjudio.com/apoyo

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