Janucá, la festividad de la luminaria y la esperanza, evoca en nosotros el recuerdo de un milagro singular: la persistencia del aceite en el Templo y la victoria de los macabeos. Sin embargo, al adentrarnos en la esencia de esta celebración, descubrimos que el verdadero prodigio reside en la audacia de un puñado de valientes del pueblo que se alzó contra una hegemonía cultural que, a primera vista, no parecía opresiva. Los griegos, con su legado de arte, filosofía y literatura, no eran los antagonistas tradicionales de un relato bélico. La admiración de Alejandro Magno por las costumbres locales demuestra que su enfoque iba más allá de la conquista.
¿Por qué, entonces, la insurrección judía? La respuesta se halla en la profunda divergencia de cosmovisiones. Como señala Paul Johnson en su magna obra “Historia del Pueblo Judío”, la cultura helénica, a pesar de su esplendor, no logró comprender ni apreciar la riqueza espiritual y la tradición del pueblo judío. El conflicto trascendió lo meramente político para convertirse en un choque ideológico entre dos maneras de entender la vida y el propósito de la existencia.
Para los helenistas, en la materia estaba el sentido de sus existencias. Un sentido que quiere presumir de trascendencia, de altura, pero que no pasa de vivir lo fugaz imaginando que es parte de una eternidad.
Para los judíos leales a su identidad, la construcción del sentido es el sentido mismo. Ir tomando conciencia espiritual de las cuestiones cotidianas. Encontrar a Dios en cada cosa y momento. Saber que estamos de paso, pero esta vida es tremendamente importante. Sin embargo, no es lo único de la existencia.
Como ves, son formas de pensarse completamente diferentes, que no pueden compatibilizar.
Este conflicto nos invita a explorar una dimensión más profunda del judaísmo, una esencia que resuena en nuestra psique de manera inconsciente y nos impulsa hacia la plenitud. Es en este punto donde la psicología, de la mano de Abraham Maslow, nos ofrece una perspectiva esclarecedora.
En 1943, Maslow (quien, entre otras cosas, era judío) presentó su influyente teoría de la Jerarquía de las Necesidades Humanas. Según este modelo, las personas persiguen la satisfacción de una serie de necesidades que se estructuran en forma piramidal. En la base encontramos las necesidades fisiológicas (alimento, agua, abrigo), seguidas por las necesidades de seguridad (protección, estabilidad), las de amor y pertenencia (afiliación social), las de estima (reconocimiento y autoeficacia), y culminando en la autorrealización, la búsqueda de nuestro máximo potencial.
Aunque la teoría de Maslow ha sido objeto de debate y revisión, su valor radica en señalar la existencia de necesidades humanas universales cuya satisfacción nos conduce a la felicidad y al bienestar. Al observar el judaísmo a través de este lente, descubrimos que sus preceptos y enseñanzas proveen un marco integral para la satisfacción de estas necesidades.
Necesidades Fisiológicas: La Torá establece un sistema de justicia social destinado a asegurar que nadie sufra necesidad. Isaías nos exhorta a compartir nuestro sustento con los desamparados, y Dios mismo es descrito como el protector que provee a los peregrinos.
Necesidades de Seguridad: La confianza en el prójimo es un pilar esencial en la tradición judía. Los mandamientos de la Torá destacan la importancia de la honestidad como fundamento para la construcción de una sociedad segura y estable. La figura de un Dios omnisciente actúa como garante de la rectitud y la justicia.
Necesidades de Amor y Pertenencia: El precepto de «amar al prójimo como a uno mismo» constituye una guía para el desarrollo de relaciones afectivas y significativas. La centralidad de la familia en el judaísmo, ejemplificada por el mandamiento de honrar a los padres y la celebración del Shabat, refuerza la pertenencia y el sentido de comunidad. A lo largo de la historia, la capacidad de los judíos para crear comunidades móviles y solidarias ha sido esencial para su supervivencia y bienestar.
Necesidades de Estima: El mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo subraya la importancia de cultivar el amor propio como base para las relaciones interpersonales. Los padres, guiados por los preceptos de la Torá, tienen la misión de ayudar a sus hijos a descubrir sus talentos y capacidades, fomentando así su autoestima. Las festividades y celebraciones religiosas, al evocar relatos bíblicos de valor y redención, invitan a los individuos a identificarse con estos héroes y a encontrar su propio lugar en la historia del pueblo judío. El consejo de Proverbios (22:6), “Educa al niño en su camino”, resuena con especial significado en este contexto.
Necesidades de Autorrealización: En este nivel, el judaísmo se distingue por su visión teleológica de la historia. A diferencia de las mitologías cíclicas y fatalistas, y de las ideologías narcisitas tan en boga, la Torá introduce la idea de un camino sagrado que conduce hacia la redención del mundo. La dedicación por mantener la alianza con Dios se convierte en una búsqueda continua de la perfección y la armonía. Esta aspiración ha impulsado a los judíos a lo largo de los siglos a liderar movimientos sociales, políticos y científicos. La profunda sabiduría de los libros de Job, los Salmos y el Eclesiastés nos ofrece herramientas valiosas para esta búsqueda de significado y propósito.
Los macabeos, al alzarse en armas contra la opresión helénica, no eran conscientes de la teoría de Maslow, pero instintivamente sabían que la Torá contenía los elementos esenciales para su crecimiento y realización personal. El milagro de Janucá nos invita a reflexionar sobre el legado que hemos recibido y a continuar trabajando juntos para iluminar el mundo con los valores de la tradición.
Que la luz de Janucá disipe las sombras de la humanidad y nos impulse hacia un futuro de paz y redención.
Con profunda esperanza y esfuerzo, ¡podemos!
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