Parashat Vaieshev 5763

El secreto triunfo
Les propongo introducirnos brevemente en una historia de la Torá, cita en Bereshit / Génesis 39:20-23.

Iosef hijo de Israel hace rato que se encuentra esclavizado en Mitzraim/Egipto.
Y, para colmo de males, una cadena de desgracias injustas lo ponen en serios aprietos, pues: "tomó su señor a Iosef [José] y lo puso en la cárcel, en el lugar donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel."
Imaginemos cómo debería estar sufriendo el hebreo, pues:

  • estaba solo;

  • en país extranjero;

  • sin amigos;

  • encarcelado por un crimen que no cometió;

  • su presente le señalaba que eran fantasías sus sueños de grandeza y dominio;

  • fue vendido por sus hermanos;

  • aparentemente olvidado por su padre;

  • y por si fuera poco, era esclavo de esclavos.

Muchos en una situación así de desesperada sentirían la amargura cubrir su corazón, y ahogando el llanto seguramente endurecerían su carácter y agriarían su vida.
Pero, no fue así con Iosef. En el terrible padecimiento supo mantenerse en paz consigo mismo, y trató de estar en armonía con su entorno.
¿Cómo pudo encaminarse por esta senda de crecimiento, en lugar de dejarse arrastrar por la desmoralización?
Pues, poniendo plenamente su confianza en Dios, tal como su padre le había enseñado: "hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Elokim" (Mijá / Miqueas 6:8).
Y como consecuencia: "el Eterno estaba con Iosef [José]; le extendió misericordia y le dio Su gracia a ojos del ministro carcelero."

El director de la cárcel pudo reconocer una personalidad diferente en Iosef, un algo que lo hacía sobresalir por sobre el resto de los encarcelados.
El carcelero no sabe lo qué es ese algo, pero no se dedica mucho a filosofar, por lo que reconociendo las capacidades diferentes de Iosef, en poco tiempo: "entregó en manos de Iosef [José] a todos los presos que están en la cárcel; y todo lo que allí hacen, él lo hace."

Por ser Iosef un hombre leal a Dios, y noble con el humano, los negocios de la cárcel son exitosos: "El ministro carcelero no ve absolutamente nada de lo que está en sus manos, porque el Eterno está con él; aquello que él hace, el Eterno lo prospera."
Pero… ¡un momento! ¿Qué quiere enseñarnos la Torá con las palabras "El ministro carcelero no ve absolutamente nada de lo que está en manos de Iosef"?
¿Cómo podemos entender esta frase en su contexto?
Tenemos al menos dos formas:

  1. En la primera opción, significa que él deja todo lo referente a la dirección de la prisión a cargo de Iosef. El carcelero sería de esa clase de personas que prefieren que otro haga dos trabajos: el que le corresponde y el ajeno (y cuando les conviene dicen: lo tuyo es mío, y lo mío es mío).
    Entonces, el perezoso funcionario se descansa en Iosef, que está a cargo de SU tarea de administrar la cárcel.
    "No ve nada del trabajo", porque está viendo cómo deleitarse y pasar el tiempo vacío.

  2. En otra forma de entender el pasaje, se puede interpretar que el carcelero tenía sus dudas acerca del origen del éxito de Iosef.
    Pues era sumamente llamativo que este joven hebreo abandonado y sin recursos, en tan poco tiempo logrará ganancias para la empresa que no se habían conseguido antes.
    Quizás el ministro pensaba que era conseguido por medio de brujería (recordemos que en Egipto había una antigua tradición de magia y brujería); o pensó que Iosef tenía conexiones con el mundo del hampa egipcio; o quizás que Iosef estaba actuando ilegalmente de otra manera; o vaya uno a saber qué pensaba el carcelero.
    Y revisó, investigó, inspeccionó, inquirió… y finalmente: ¡no vio nada extraño!
    Lo único que comprobó el egipcio es que "nada había entre manos de Iosef".
    Si hubiera sido un poco menos obtuso, quizás hubiera advertido que el triunfo de Iosef no estaba "entre sus manos", sino en su comportamiento total y sincero. Hubiera aprendido que de lo negativo (en la brujería, en los dioses, en el crimen, en todo lo opuesto a la Torá) no surge el verdadero éxito, ya que éste no se mide con parámetros materiales, sino espirituales.

Recordemos: "Hay quien todo el día codicia y codicia, pero el justo da y no escatima." (Mishlei / Proverbios 21:26). El justo, ¿cómo no habrá de triunfar?

¡Shalom iekarim! ¡Les deseo Shabbat Shalom! ¡Jag Urim Sameaj!
Moré Yehuda Ribco

Relato a propósito del comentario

Érase un sabio rey que gobernaba sobre un enorme reino.
Cuando el príncipe se hizo joven, el rey quiso saber si ya estaba preparado para reinar con justicia y bondad. Para lo cual lo sometería a una sencilla prueba.
Convocó al heredero y le dijo: Pídeme un deseo, que hasta la mitad de mi reino te concederé. Piénsalo bien que es el único regalo que te daré en mucho tiempo.
El joven respondió: Oh padre, ya me has dado mucho, ¿qué más te puedo pedir?
Esa respuesta no fue la que esperaba el rey, quien pensó: Aún no está preparado, pues un rey debe saber recibir y dar. Pues, aquel que no es capaz de recibir con justicia, quizás no sepa dar con generosidad.
Y entonces le dijo: No hijo, tú debes pedirme un deseo, que hasta la mitad de mi reino te concederé.
El joven: Ya que lo dices, siempre me agrado tu anillo real, ese con el que sellas tus decretos.
Y el rey pensó: ¿Ahora mi hijo demuestra avidez? ¿Quiere mi anillo real? ¿Él no sabe que éste es el símbolo del poder del soberano? Hmmm, da para pensar… ¿es tan ingenuo como parece?… hmmm… pero… veré si quiere mi anillo o algo más…
Y entonces le dijo: Hijo, te ofrecí hasta la mitad de mi reino, ¿pero un anillito es lo único que pedirás?
Príncipe: Sí padre.
Y el rey entregó en manos del joven el símbolo de su poder.
Antes de pasada una hora se presenta el joven ante su padre, y le dice: Estuve angustiado en mi habitación, pensaba que teniendo en mis manos este anillo podrían entrar ladrones y llevárselo; ¡esa sería una gran pérdida! Te ruego padre que me concedas extender mi deseo.
Rey: No es lo que habíamos hablado antes, pero, ¡pídeme!
Príncipe: Me parece que si me entregas un castillo con guardias armados, y mucha seguridad podré proteger este precioso anillo.
Rey: Bien hijo, te lo concederé.
Al día siguiente vuelve a presentarse el príncipe: Padre, quiero pedirte que extiendas mi regalo un poco más. Toda la noche la pasé sin dormir, pensaba que ahora que tengo soldados y lacayos y un castillo a mi disposición preciso de dinero para los sueldos, alimentos, mantener el funcionamiento del castillo, y una infinidad de otros gastos. Por favor padre, concédeme alguna de tus empresas que me den dinero regularmente.
Rey: Hijo, no es lo que habíamos convenido, pero te daré una flota de barcos mercantes una fábrica, y un rancho ganadero. ¿Te parece suficiente?
Príncipe: Sí padre.
Un semana después el príncipe vuelve a visitar al rey: Padre, me diste el anillo, y luego un castillo, y más tarde empresas. Ahora me doy cuenta de que tengo que pagarte muchos impuestos por mis empleados, y mis negocios, y todo lo que tengo. ¿Podrías exonerarme de impuestos y obligaciones?
Rey: No. Hijo, el respeto a la ley del país debe ser justa y equitativa con todos sus habitantes leales.
Príncipe: ¿No? ¡NO! ¿Cómo puedes hacerme esto, padre? Te podía haber reclamado la mitad del reino y sólo te pedí un anillo, y ¿ahora me niegas lo que te pido? ¿Sabes lo qué? Te devuelvo tus empresas, y tu castillo e incluso este anillo… prefiero vivir tranquilo, tal como estaba antes de que me dieras este fastidioso anillo…

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