Ayer mencionamos un pasaje profético, que anuncia una señal clara y evidente de que estamos viviendo en la Era Mesiánica.
Se encuentra en el libro de Zejariá/Zacarías, capítulo 8, versículo 19:
«Así ha dicho el Señor de los ejércitos: El ayuno del cuarto mes, el ayuno del quinto, el ayuno del séptimo y el ayuno del décimo se convertirán para la casa de Yehudá en días de regocijo y de alegría, en festividades alegres. Amad, pues, la verdad y la paz.»
En este pasaje, el profeta Zacarías anuncia una época futura en la que los días de ayuno y luto serán transformados en días de celebración y alegría para el pueblo judío. Este cambio se producirá como resultado de la restauración de la justicia y la paz en la tierra, y será un signo de la bendición de Dios sobre su pueblo y Su Presencia en medio de Israel.
Por supuesto que, es una demostración de que las cosas han cambiado en la consciencia espiritual de los pueblos de la tierra, quienes no seguirán enceguecidos detrás de idolatría y superstición, no continuarán en su odio hacia los judíos y Dios, sino que aceptarán sus propios mandamientos de origen Divino, es decir, el camino del gentil justo o noajismo.
Por tanto, el fiel al Eterno, aquel que tiene conocimiento de las señales del fin de los tiempos, no espera revelaciones estrambóticas, ni personajes cantinflescos que fracasan en cada una de las verdaderas profecías mesiánicas; sino que atienden a los acontecimientos que se desarrollan en el mundo, para ver como se van cumpliendo cada una de las verdaderas profecías. Sin necesidad de malabares mentales, sin argumentar cuestiones mágicas o segundas venidas metafísicas, pues la Era Mesiánica es una realidad palpable, de este mundo para este mundo.
Y, este pasaje del profeta de la Verdad, es una de esas manifestaciones irrebatibles.
Al día de hoy, esos cuatro ayunos se siguen conmemorando en el pueblo judío, pues si bien ya ha acontecido hace unas pocas décadas el amanecer de la Era Mesiánica, aún no es el tiempo de su mayor esplendor.
Por tanto, seguimos aguardando activamente la llegada del Mesías, el verdadero y que demostrará a ojos de todo el mundo que él es el rey del pueblo judío, que para ello se lo conoce como el Mesías.
Por otra parte, este pasaje nos recuerda que, aunque a veces experimentamos momentos de tristeza y dolor en la vida, siempre hay esperanza de que las cosas mejoren y se transformen en algo mejor. Al confiar en Dios y en su poder transformador, podemos encontrar la fuerza y la esperanza para enfrentar incluso los desafíos más difíciles y superarlos con éxito. Por lo cual, estaremos transitando este valle de sombras, este puente hacia la era de esplendor con convicción en nuestro Padre Celestial y rechazando de plano toda superstición, mitología perniciosa e idolatría.
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