Saber lo que está más allá

«Envía hombres para que exploren la tierra de Canaán, la cual Yo doy a los Hijos de Israel. Enviaréis un hombre de cada tribu de sus padres; cada uno de ellos debe ser un dirigente entre ellos.»
(Bemidbar/Números 13:2)

El hombre tiene un afán natural de saber lo que está más allá.
Esto nos impulsa a descubrimientos en diferentes ámbitos de la existencia. Impulsa el pensamiento científico y la invención tecnológica.
Permite romper los lazos de lo sabido y darnos poder para aventurarnos por senderos desconocidos.
También nos jala hacia develar lo que está más allá del mundo físico, para tener una idea del mundo espiritual.

La curiosidad es buena, cuando está al servicio del intelecto y no al contrario.
Pero, al caer la mente en las trampas del EGO y ser secuestrada por éste, pronto las herramientas intelectuales se emplean para encerrar al hombre en su celdita mental y no para darle alas y permitirle sobrevolar sobre posibilidades en busca de aquello que sea realmente mejor.
En el caso del rapto mental, el sistema de creencias se refuerza y amplía, asfixiando las posibilidades de crecimiento y conciencia. Porque ya no se estimula el pensamiento crítico, sino que se trabaja de acuerdo a condicionamientos, el hábito reemplaza a la voluntad, la pasión oscurece el raciocinio. Las creencias se solidifican y quitan energía y prioridad al intelecto. La imaginación se destierra, o se transforma en un sirviente delirante que arrincona la creatividad en vez de potenciarla.
Es un oscuro paisaje este, del EGO haciéndose cargo de las comarcas de la mente.

Entonces, las dudas no se transforman en preguntas que disparan reflexión, estudio, análisis, compromiso; sino que desestimulan, atemorizan, restan confianza, aniquilan.
Los titubeos llenan los resquicios que deja el miedo.
Las fantasías se adueñan del escenario y se deja de percibir en su mayor claridad el entorno, para quedar a merced de ideas brotadas de sentimientos y de preconceptos y de mandatos sociales.

Tal como ocurrió en el asunto de los doce exploradores quienes a instancias del pueblo fueron enviados a recorrer la Tierra que Dios había prometido a los patriarcas y que estaban los israelitas prontos a obtener.
Si los dubitativos hubiesen confiado en el Eterno, que hasta ese momento no los había traicionado ni decepcionado, entonces hubieran ingresado a la Tierra par asentarse bien pronto en ella.
Pero no fue así.
Pues, el EGO les había usurpado el pensamiento, por lo cual dudaban y temían, agredían y se escondían, suponían futuros inciertos y terribles en lugar de regodearse con las visiones placenteras de la tierra buena que mana leche y miel.

Entonces, enviaron a esos exploradores, diez de los cuales eran espejo de sus temores.
Eran emisarios del EGO en lugar de espejos de la NESHAMÁ.
Hacia allá marcharon pero el discurso ya estaba preparado, uno que coincidía con el sistema de creencias que les administraba la conciencia.
Por lo cual, al regresar en la víspera del nueve de Av, 40 días más tarde, poco se salieron del guion y actuaron de acuerdo al designio del EGO.
Lo que repercutió a su vez en el EGO de los oyentes, quienes naufragando en el miedo producto del sentimiento de impotencia bloquearon la LUZ de la NESHAMÁ para sumergirse en la oscuridad irracional.
Así les fue como les fue… que supongo sabes el resto de la historia y no te la contaré.

Que nos sirva de enseñanza.

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