Esta semana, como ocurre en ciertos años, las dos parashot (Ajarei Mot y Kedoshim) son leídas juntas. Es interesante ver la frase que forman ambos nombres unidos: "Luego del fallecimiento, santos"; y no es porque en el judaísmo se considere que la persona fallecida sea un santo, o alguien especial con cualidades únicas, que el resto de las personas no pueden tener, sino porque sabiendo que la vida es limitada, corta, y finita (con un fin), es necesario llenar cada instante de la existencia en Este Mundo de finalidad, de sentido, de valor, de lo que es "santidad" en términos estrictamente judíos.
Para el judaísmo la muerte no es el fin de la existencia, si bien es el final de la vida en la Tierra, tal como nosotros la podemos comprender y compartir, por lo tanto el final del individuo no es la conclusión de su ser.
Les quiero contar algo que me sucedió esta semana. Una persona que está de duelo por haber fallecido su padre me dice: "Estoy admirado de que en el judaísmo entre oración y oración se haga un estudio de Torá en memoria del difunto, o por la elevación de su alma". A lo que le conteste: "¿Qué tiene eso de extraño?". Y me dice: "El enlutado podría llorar, lamentarse, estrujarse las manos, callar, protestar, cualquier cosa que demuestre su dolor, la pérdida, ¡pero no estudiar Torá!"
Claro, este hombre está hablando por lo que él puede estar sintiendo en ese momento, la pena por la desaparición de su papá, la falta de esa presencia querida; pero, por otro lado está sintiendo que su dolor es acompañado por otros judíos, que no son familiares suyos, que ni siquiera lo conocen, pero que saben compartir los momentos ingratos (también) para reconfortarlo de su dolor, para que no perciba la soledad, pero también para que la persona fallecida pueda hacerse meritoria a todas las buenas acciones que los que le sobreviven hacen por ella.
Por eso, luego del fallecimiento – santos.
Porque no se pierde el precioso tiempo que tenemos los que viven, en lamentaciones inconsecuentes, en duelos vacíos que terminan por vaciar la vida; sino que por el contrario se hace que el personal dolor lleve a elevarse a sí mismo, al alma de la persona que feneció y al resto de la comunidad. Porque si en vida se busca sentido, se intenta producir momentos de real existencia, entonces la muerte estará acompañada por dolor, pero también con esperanza, y con una luz buena que llene la existencia de otros con bien; y eso, es Santidad.