El descalabro a espaldas de Itró

Itró era un gran personaje en general, pero en especial a ojos del pueblo de Israel así como de la muchedumbre que se les había anexado.
Este hombre había sido sabio consejero del faraón poderoso, líder máximo en las religiones de Midián, suegro de Moshé y su maestro en la época intensa de su búsqueda de identidad y espiritualidad.
Era enorme su estatura espiritual, acrecentada cuando se acercó a los hijos de Israel para convertirse él también al naciente judaísmo, o quizás -vaya uno a saber con certeza- solamente intensificó su fidelidad a su propia espiritualidad como noájida. Como sea, fue un baluarte para Moshé y para el recién nacido pueblo judío, una luz de esperanza y de sobriedad.
Ahora el pueblo estaba por encaminarse hacia la tierra prometida por el Eterno, hacía bien poquito que habían salido de Egipto, ya habían recibido el Decálogo así como otras leyes, estaban por lo visto preparados para realizar la promesa divina y asentarse en la tierra de santidad en tres o cuatro días.
Moshé, por supuesto entraría con ellos y esperaba que su familia política les acompañara en el destino sagrado de Israel en la tierra de Israel.
Sin embargo, como de improviso, su pariente respondió:

«No iré, sino que me iré a mi tierra y a mi parentela.
Y Moshé [Moisés] le dijo: -Por favor, no nos abandones, ya que tú conoces el lugar donde debemos acampar en el desierto y nos servirás de ojos.
Y será que, si vienes con nosotros, cuando logremos el bien que el Eterno nos ha de hacer, nosotros haremos el bien contigo.»
(Bemidbar / Números 10:30-32)

No hubo caso, Itró regresó a las tierras midianitas.
Estaba en su derecho, supongo.
Pero, sin quererlo y sin saberlo se llevó consigo el corazón de la muchedumbre.
Pues, al marchar los problemas surgieron y de a poco aumentaron, hasta hacerse inmanejables, concluyendo en la prohibición de entrar a Israel para Moshé y casi todos los hombres de su generación, así como estar fuera de la tierra hasta cumplirse 40 años de exilio. Pero, por si fuera poco, el tiempo apropiado para afincarse era precisamente ese, y no 40 años más adelante. Por lo cual, se perdió definitivamente la oportunidad especial para tomar en relativa paz y fácilmente la tierra, desplegarse en ella, construir sus casas y el Santuario, hacer lo que aún estamos luchando por lograr mas de 3300 años más tarde.
Todo porque, en parte, Itró no se percató de su función y en lugar de seguir la dirección correcta se dejó llevar por sus cálculos y deseos.
No lo hizo por maldad, no tenía perversas intenciones. Seguramente que si hubiera leído el diario de la semana siguiente su decisión hubiese sido otra. Pero es lo que fue.

Allí, cuando se separa Itró culmina la parte A de Bemidbar y se introduce el micro libro del VAIEÍ BINSOA.
Luego, poquititas palabras después inicia Bemdibar B de una manera lamentable, que serviría de tónica de aquí en más:

«Aconteció que el pueblo parecían amargamente quejumbrosos a oídos del Eterno. Lo oyó el Eterno, y se encendió Su furor; y un fuego del Eterno ardió contra ellos y consumió un extremo del campamento.
Entonces el pueblo clamó a Moshé [Moisés], y Moshé [Moisés] oró al Eterno; y el fuego se extinguió.
Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego del Eterno ardió contra ellos.
Entonces el populacho que había entre ellos se dejó llevar por la gula. Y también los Hijos de Israel volvieron a llorar diciendo: -¡Quién nos diera de comer carne!
Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos.
Pero ahora nuestro apetito se reseca, ya que no hay ante nuestros ojos más que el Man [Maná].»
(Bemidbar / Números 11:6)

El pueblo, que era la muchedumbre anexada a Israel, se quejó por la marcha veloz de los hijos de Israel rumbo a la tierra santa. Querían descansar, o tal vez tenían miedo del lugar que les tocaría en el terruño judío. Vaya uno a saber, el hecho es que la queja cundió y se abalanzó como llama.
Pero el castigo no calmó su indisciplina, la cual revivió de inmediato y contaminó a los judíos llevándolos a llorar y reclamar por cosas que eran accesorias y realmente innecesarias. Al punto que la insatisfacción falta de motivo verídico terminó siendo una manifestación de ingratitud, de reproche, de auto engaño, de estafa emocional, de EGO.

Así es, el genial Itró se fue, y se llevó con él, sin quererlo, el corazón de ese pueblo. Con ello desequilibró a Israel y trastocó el destino de gloria.

¿Cuáles pudieran ser las importantes enseñanzas para nuestra vida cotidiana de este estudio?

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Pues, de mi parte, llama la atención las alturas que puede alcanzar el hombre, especialmente el que no es judio, cuando asume una actitud pacificadora y esta consciente de su lugar; que se le extraña cuando falta y su nombre se le recuerda.

Esto, porque me acorde de otro gentil que consiguió penetrar a dimensiones de información imposibles para otros, pero se le recuerda por su maldad.

http://serjudio.com/exclusivo/cterapia/el-profeta-poderoso-no

Lo que no entiendo es porque Abraham desperto tanta envidia entre la gente, que separó en bandos ( los que eran sus amigos y los que no lo eran) a las personas hasta siglos después.

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