El hombre ve a su mujer que está por botar a la basura un pollo entero, entonces le pregunta por qué está haciendo eso.
Ella le explica que tanto el aspecto como el olor indican que ya está bastante pasado y que si lo comieran quizás se enfermarían o tendrían problemas digestivos.
Él le dice que no desperdicie de esa manera tanta comida buena, que se lo podrían dar al vecino, un anciano hombre con muy pocos ingresos.
Ella no cree que sea buena idea, pero al final terminan haciendo la voluntad del marido.
Uno de los argumentos que más convencieron a la mujer fue: “Estaremos haciendo un acto de bondad con un hermano judío necesitado”.
El viejo vecino recibe con buen agrado el regalo podrido, pero sea por hambre, inexperiencia o ignorancia no identifica el potencial riesgoso del alimento.
A la mañana siguiente despierta entre vómitos y terribles dolores de vientre, está afiebrado y sumamente débil. Como puede se comunica con la emergencia, la cual luego de algunas horas lo retira del hogar rumbo al hospital.
Al enterarse, la pareja se miran, ella con reproche, él con inocencia, y es el hombre quien comenta: “Pobre viejo vecino, seguramente tuvo una cena como en años no comió. Se habrá llenado tanto que le cayó mal. Así es la gente, que no sabe medirse y cuidarse en sus conductas. Iré a visitarlo al hospital esta misma tarde”.
La mujer na da le dijo, pero sabía que no era un caso de atiborrarse de alimentos, sino probablemente de infección por ingerir alimentos en descomposición avanzada.
El cuadro sanitario del vecino se agravó rápidamente, por lo que al cabo de un par de días falleció entre dolores.
La pareja, como no podía ser de otra manera, fueron al velorio y acompañaron el cadáver rumbo a su morada terrenal.
También dieron el pésame tradicional a los hijos y nietos del anciano tristemente finado.
Mientras regresaban a su casa el marido le recomendó a su mujer que la próxima vez que tuviera un pollo en similares condiciones que el anterior, le avisara, pues gracias a ello él pudo cumplir cuatro mitzvot, que de otra manera no hubiesen estado al alcance esa semana:
* alimentar al necesitado;
* visitar al enfermo;
* acompañar el sepelio;
* condoler a los dolientes.
Hasta aquí la anécdota que esperemos no haya sido real.
Una de las enseñanzas que podemos adquirir de ella es…
Tratar a tu prójimo como a ti mismo.
El mundo no se construye sólo con buenas intenciones
El tonto piadoso trató de hacer una buena acción con el desecho de un bien que el mismo no quería ni podía consumir. Si no lo quería para si mismo porque le podía hacer daño, tampoco debería haberlo regalado en tales condiciones. En el fondo estaba mas preocupado por haber perdido su valioso pollo (ahora podrido) y trató de sacar «ganancia espiritual» de su pérdida, tal vez, sin percatarse que perjudicaba a su vecino.
probablemente sabia que no era la mejor cosa regalar eso, pero algo en su interior era mas poderoso que la etica, por lo cual era muy religioso pero antagonico con lo espiritual.
tristemente es un caso muy frecuente
Nunca imagine que pudiese presentarse un caso así. Y mucho menos que una persona religiosa fuese antagónica con la espiritualidad. Pero por lo visto, si es posible.
Me da la impresión que esto caería en el nivel de la inocencia. Como un niño.
Pero no existe pecado por inocencia.
no necesariamenet es por inocencia
es cierto delallel, muy cierto, pero trsiotemente estamos rodeados de alegres ilusos que sueñan con mundos mejores pero no se preparan en conocimiento ni actuan con verdad
Y bueno, aprendiendo también a no serlo uno mismo. Gracias.