Parasha Jaiei Sara 5763

¿Para qué correr?
¡Shalom iekarim!

En breves renglones la Torá reitera un verbo.
Prestemos atención y aprendamos algo provechoso para nuestros días.

En el capítulo 24 de Bereshit/Génesis, encontramos a un buen padre judío preocupado por el destino de su familia. El anciano Avraham desea que su hijo, su único heredero, Itzjac/Isaac, despose una mujer de su familia, alguien compatible con la misión de mantener y fortalecer el judaísmo. Avraham sabía que si su hijo andaba tras los pasos de otras culturas, el legado del hebraísmo se extinguiría. Por lo cual, compromete a su fiel mayordomo Eliezer para que vaya a la lejana tierra hogareña, a la mesopotámica tierra de Najor, y allí haga lo necesario para encontrar esposa idónea para Itzjac.
Eliezer parte a su misión cargado de responsabilidad y tesoros, pero además de dudas y expectativas, porque, ¿cómo haría para hallar la mejor esposa para su patroncito?
Eliezer sabía que el futuro del judaísmo, y de la entrega de la Torá al mundo, dependía de él, de un pequeño siervo de Avraham.
Entre tanta duda y peso, Eliezer hizo lo que había aprendido de su maestro y patrón: se encomendó a Dios, es decir, hizo tefilá -rezó-, y se aprontó para estar atento a la señal que le indicaría lo mejor.
Y ni bien estaba orando, una joven hermosísima, de una frescura y gracia inigualables, se aproximó al sitio en el cual él se hallaba.
Él la miró, y creyó percibir la respuesta a su tefilá, por lo cual: "Entonces corrió hacia ella…" (Bereshit / Génesis 24:17). Y conversaron un rato. Y con cada palabra, con cada gesto, con cada mirada, Eliezer iba confirmando su premonición: ¡esa era la elegida! ¡Dios había respondido prestamente a sus ruegos!
Ella, que era Rivcá/Rebeca, le invita a ir a su hogar, allí podría descansar seguro, alimentarse y hacer reposar a sus camellos.
El siervo acepta con mucho gusto, y como agradecimiento le regala una joyas finísimas, tras lo cual enfilan para la casa de Rivcá. Cuando están en las cercanías: "La joven corrió y contó estas cosas en la casa de su madre." (Bereshit / Génesis 24:28). Contó acerca del siervo de Avraham que estaba llegando por el camino, de los tesoros que cargaba en sus camellos, de su porte hacendoso, de la relación de parentesco entre ellos y su patrón, etc.
Entre sus escuchas está su hermano Labán, que era un hombre astuto, calculador, ambicioso, "el cual corrió afuera hacia el hombre, …cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana…" (Bereshit / Génesis 24:29-30). Labán quería que le dieran ganancias ya, ahora, de inmediato. Labán se había enamorado del oro y fama que traía el siervo de Avraham. Eliezer, viendo esto y comprendiendo la oscuridad en el corazón de Labán: "sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rivcá. También dio obsequios preciosos a su hermano y a su madre." (Bereshit / Génesis 24:53).
La historia finalmente termina con el matrimonio entre Rivcá e Itzjac, pero, no es nuestro tema ahora.
Lo que quiero destacar es el verbo correr que aparece en tres ocasiones.
Veamos la finalidad de cada uno:

  1. Eliezer corrió para dar cumplimiento a una orden, y tras reconocer la probable señal de Dios a sus rezos.

  2. Rivcá corrió llena de sana emoción, dispuesta a comunicar su regocijo a las personas de su querencia.

  3. Labán corrió enfermo de ambición, buscando obtener ganancias materiales sin ningún merecimiento, y sin ningún verdadero provecho.

¿Qué podemos aprender de cada uno de estos "corrió"?
Si bien el verbo es el mismo, ¿el significado lo es?
¿Cuál es el correr que es perjudicial para el bienestar?
¿Para qué correr y para qué guardar la calma?

¡Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco

Relato a propósito del comentario

El Jofetz Jaim regresaba a su hogar, y en el camino recogió a un hombre que andaba por la ruta. Mientras conversaban el hombre le comentó al rabino que iba a ver al gran Jofetz Jaim, el sabio de renombre. Había partido de su hogar varios días ha, y sufrido varias complicaciones en el viaje.
El Jofetz Jaim, que no se había dado a conocer, le replica: ¿Para qué haces un viaje tan largo y peligroso? ¿No es ese sabio un ser humano como cualquier otro? Su aspecto es igual al de cualquiera. Lee sus escritos si deseas, pero… ¿irlo a ver? ¡No vale la pena!
El viajero ofuscado abofeteó al Jofetz Jaim mientras le reprendía: ¿Cómo te atreves a hablar de esa manera irrespetuosa del genio más grande de nuestra generación?
Y se bajó del carruaje sin siquiera despedirse.
Horas más tarde, el Jofetz Jaim estaba recibiendo a los numerosos visitantes en su hogar, cuando entra el viajero que le había abofeteado. Cuando el hombre lo ve, se arroja a los pies del rabino, y en pleno llanto le implora que lo perdone.
El Jofetz Jaim sonrió mientras le respondía: ¿Que te perdone? ¡No tengo de qué perdonarte! Si me golpeaste para guardar mi honor.
En todo caso, soy yo el que te tengo que agradecer, ya que siempre enseñé que es preciso respetar al prójimo y no me había dado cuenta que uno también tiene que respetarse a sí mismo, sino, ¿cómo lo respetarán los demás?
(Basado en un relato en "De generación en generación" de R. Abraham Twerski)

http://serjudio.com/bereshit/jaiesara63.htm

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