¡Shalom, queridos lectores!
La Parashá Lej Lejá, cuyo nombre significa ‘Vete’, comienza con la llamada de Dios a Abram, un momento crucial en la historia del Tanaj y del mundo. Dios le ordena abandonar su tierra en la que tan cómodo estaba y dejar de lado todo lo que había conseguido en sus relaciones sociales, para emprender el viaje a una tierra que era añorada en su familia, la tierra del patriarca Eber (el padre de los hebreos). Este paraje, la sagrada tierra de Israel, es prometido por el Eterno a Abram para que sea de su familia por siempre.
Abram sale convencido de su misión divinamente pautada, acompañado por su esposa Sarai y su sobrino Lot, quienes vienen acompañados por muchas personas que encontraban en Abram y Sarai sus maestros de vida. Finalizan su travesía, pero no sus aventuras, pues enfrentan desafíos como la hambruna que los lleva a Egipto. Allí, para proteger a Sarai de la codicia del Faraón, se presentan como hermano y hermana. El rey de Egipto rapta a Sarai, la quiere para su harén. Sin embargo, una plaga enviada por Dios impide que el Faraón se acerque a Sarai, lo que lleva a su liberación y a que se le entregue una recompensa a Abram.
La familia de vuelta en Canaán, no encuentro reposo, ya que, por causa de conflictos entre sus pastores, Lot se separa de Abram y se establece en Sodoma. Cuando esta ciudad es atacada por reyes poderosos venidos de lejos, Lot es secuestrado, junto a otros habitantes de la región. Al enterarse, Abram organiza una campaña militar para rescatar a su sobrino y a los otros secuestrados. Tras una exitosa batalla, es bendecido por Malki-Tzedek, rey de Salem (Jerusalén).
Luego, Dios establece un pacto con Abram, el brit ben habetarim, prometiéndole una descendencia numerosa y la tierra de Israel como herencia eterna. Como parte de este pacto, Dios cambia el nombre de Abram a Abraham (‘padre de multitudes’) y el de Sarai a Sara (‘princesa’). A pesar de los años de espera, Abraham y Sara no tienen hijos. Siguiendo el consejo de Sara, Abraham tiene un hijo con su criada Hagar, llamado Ishmael. (Por ser un resumen, estoy omitiendo varias partes muy interesantes del texto, que invito a leer y profundizar).
Finalmente, Dios promete a Abraham que tendrá un hijo con Sara, cuyo nombre será Itzjac. Este hijo será el heredero del pacto divino y el fundador del pueblo judío. Como señal de este pacto, Dios ordena a Abraham circuncidarse a sí mismo y a todos los varones de su casa.
Reflexión
La historia de Abraham en Lej Lejá resalta el poder de dejar atrás el pasado para avanzar hacia un futuro incierto pero prometedor. Dios le pide a Abraham salir de su zona de confort y lanzarse hacia lo desconocido. En nuestra vida cotidiana, empoderarnos emocionalmente implica a menudo soltar creencias limitantes o zonas de seguridad que nos impiden crecer. Al igual que Abraham, a veces necesitamos coraje y determinación para avanzar y crear una nueva vida que refleje nuestro verdadero potencial.
El quedarnos encerrados en nuestra zona de confort puede resultar cómodo, asegurador, cálido, pero sencillamente, es una gran oportunidad para vivir limitando nuestro potencial. Si nos atrevemos a salir, aunque sea un solo paso, fuera de los límites conocidos; si tenemos el valor de arriesgarnos, aunque tengamos miedo de los resultados, probablemente descubramos que había un mundo más grande y más bello a nuestro alcance.
Es muy fácil inventar justificaciones y excusas, es muy agradable acomodarnos en el «no puedo», «no es para mí», «no vale la pena», «mejor malo conocido que bueno por conocer», pero detrás de esto, se esconde el fracaso que se disfraza de «mejor poco que nada».
Abraham fue invitado a quebrar sus limitaciones y atreverse a mirar que puede construirse como una nueva personalidad, a pesar de estar comenzado su carrera a los 75 años de edad. Es un mensaje necesario para que tengamos en cuenta.
¡Shabat Shalom!
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