El camino a la Teshuvá
Siglos antes de que Dios revelará Su Torá al pueblo de Israel (por medio de Moshé), entre los hebreos ya existía el concepto de teshuvá -total y sincero arrepentimiento-.
Una de las evidencias las tenemos de las palabras de nuestro tercer patriarca, Iaacov, cuando en nuestra parashá: "…dijo a su familia y a todos los que le acompañaban: –Quitad los dioses extraños que hay en vosotros, purificaos y cambiad vuestros vestidos. Levantémonos y subamos a Betel…" (Bereshit / Génesis 35:2, 3).
¿Cuáles son los pasos de la teshuvá que les está enseñando a su familia y allegados?
Veamos:
-
"dijo": Lo primero es tener el deseo de arrepentirse. Esto es, algo que nos susurra: "Eh tú, mira que este camino que llevas NO es el más indicado para tu vida. ¿No es hora de que lo cambies?". A veces nos percatamos de que esa voz (interna o externa) está ahí señalando nuestros errores, entonces estamos capacitados para avanzar a la segunda fase.
-
"a su familia y a todos los que le acompañaban": El segundo paso es el tomar conciencia del deseo de arrepentirse. Pues, si el deseo permanece oculto y ajeno a nuestro pensamiento, ¿cómo haremos para reconocerlo y actuar en conformidad a él?
Así pues, cuando se hace conciente, y meditamos en esto, y entendemos que es necesario el cambio positivo, llegamos al momento en que lo podemos compartir con nuestros allegados, y decirles que estamos en camino de mejorar como seres humanos. -
"Quitad los dioses extraños que hay en vosotros": Tras hacernos cargo de nuestro deseo de teshuvá, comienza el verdadero trabajo de arrepentirse, que implica quitar de dentro de nosotros aquello que apreciamos mucho (como si fuera una deidad) pero que en verdad nos extraña, es decir, que nos hace extraños ¡a nosotros mismos! Los vicios, los hábitos extraviados, los sentimientos innobles, las acciones perjudiciales resultan ser a menudo paradójicos, pues por un lado los anhelamos con ansia, mientras sabemos que nos están dañando. Como el joven capaz de estudiar, que sabe que si no supera la prueba mañana perderá el curso; y que en lugar de aplicarse a los libros, prefiere quedar atrapado por el programa en la TV. ¿No es un acto paradójico, que brinda placer mientras se sabe que se está preparando diligentemente el sufrimiento?
En resumen, el tercer paso enseñado por nuestro tercer patriarca es: quiten de ustedes aquello que los aleja de ser verdaderamente ustedes. Si se logra hacer esto, se puede avanzar al cuarto escalón. -
"purificaos": Cuando lo dañino ha sido separado de nuestras vidas, es preciso limpiar lo que está perjudicado, mancillado, arrugado, trastocado.
Y se debe empezar por clarificar lo que está dentro de sí, pues de lo contrario se está en riesgo de volver a caer bajo el dominio del dios extraño.
¿Cómo se facilita el lavado de los errores?
Pues, haciendo lo que es adecuado y correcto.
Volvamos al ejemplo del joven encandilado por la TV y que no estudia para la prueba. Supongamos que ha reconocido el peligro que esto implica, por lo cual, apaga la tele. Ese es el paso de quitar lo que desvía. Pero, ¿cómo hará para purificarse? ¿Acaso meditando mientras mira el techo? Seguramente que no es la mejor manera. Pero sí lo es si toma los libros de estudio, y (con disposición o dificultad) comienza a leer, para luego estudiar. -
"cambiad vuestros vestidos": Finalmente se llega al escalón del cambio externo que acompaña al que se ha producido interiormente. Aquel que ha transitado por el proceso de la teshuvá tiene un aspecto renovado frente al mundo, pues actúa de otra manera, y se presenta desde otro lugar.
Esa nueva presentación personal habilita a entrar en contacto con otras realidades, que antes también estuvieron presentes, pero que no eran advertidas por estar mareado por los dioses extraños que dominaban desde el interior. -
"Levantémonos": Cuando se ha cambiado favorablemente, se está en condiciones de levantarse, es decir, de dejar las cosas minúsculas y transitorias, para poder dedicarse a lo que es realmente relevante y fructífero.
-
"subamos a Betel": Y, por último, cuando el proceso de teshuvá ha cuajado profundamente en la personalidad, uno encuentra satisfacción en lo que es correcto, por lo que el actuar con corrección y en pos de la trascendencia se hace el estilo de vida cotidiano, dejando muy lejos los errores del pasado, a los que ya no se quiere retornar.
Entonces, el proceso en titulares sería:
-
Deseo por cambiar.
-
Conciencia del deseo de cambio.
-
Apartarse de lo perjudicial y erróneo.
-
Limpieza interna.
-
Limpieza externa.
-
Nueva perspectiva de vida.
-
Nuevo y mejorado estilo de vida.
¡Shalom iekarim! ¡Les deseo Shabbat Shalom!
Moré Yehuda Ribco
Relato a propósito del comentario
Érase un rey que gobernaba sobre un enorme reino.
No acostumbraba visitar sus posesiones, ya que desde tres ventanas de la torreta más alta del palacio podía divisar los extensos campos, mientras desde la cuarta ventana avistaba el infinito océano.
El rico rey vivía feliz en su castillo en la cima de la lejana montaña, y presumía que sus súbditos también eran dichosos, ya que, sin dudas gozaban plenamente viviendo en el paisaje tan esbelto que él contemplaba desde su alta torreta.
Así que, creyendo en aquello que quería creer, el rey no se enteraba de los padecimientos de sus súbditos, quienes verdaderamente lo estaban pasando muy mal, pues en años apenas si habían caído una gotitas de lluvia, y el hambre y la miseria asolaban incluso las casas más encumbradas.
Algunos intrépidos pobladores sugirieron pedir del rey soluciones, pero tenían temor, ya que nunca nadie se había atrevido a dirigirse al rey, ¡y mucho menos para pedir favores! Decían los rumores que aquel que importunaba al rey, desaparecía sin volver a ser visto nunca más.
Pasaba el tiempo, y las cosas iban empeorando, hasta que finalmente la desesperación del diario hambre y dolor decidió a un viejo pescador, que se ofreció voluntariosamente para entrevistarse con el rey. El anciano había argumentado con sus vecinos: "Ya soy viejo, viví mucho y variado. Y si he de morir pronto, que sea intentando darle un alivio a mi pueblo, y no pasivamente por el hambre y la miseria."
Así que con el coraje del agobio, el veterano pescador inició la escalada rumbo al palacio.
Al arribar, fue recibido en persona por el soberano.
Tímido y angustiado el anciano saludó, y de inmediato se sorprendió de la afabilidad del rey, jamás hubiera creído que el rey era una persona tan accesible… ¡y pensar que allí abajo se le temía y se pensaba con temor de él!
En pocos instantes el rey estaba escuchando acerca del hambre, la pobreza, la desolación de su nación.
La primera respuesta del rey fue bastante infantil: "No te creo. Si yo estoy bien, feliz, satisfecho, ¿cómo puede ser que a unos pasos haya gente en tales deplorables condiciones?"
El anciano visitante estaba por explotar del enojo, pero se contuvo, sabía que los gritos e insultos no son de provecho, ¡mucho menos contra el rey! Así que intentó convencerlo con palabras y razonamientos.
Pero, la respuesta del rey entercado fue: "Sigo sin poder creerte. Si tu miras por las ventanas de mi torre, verás campos inmensos e infinita agua. ¡Cómo me hablas de sequía y pobreza! Lo que me dices contradice lo que es evidente desde mis ventanas. Te reitero, no me parece coherente con lo que yo sé lo que tú me estás contando. Mi pueblo está tan lleno como yo, su rey, lo estoy."
El anciano pescador ya no sabía qué decir, por lo que enmudeció.
Estuvo así un rato, hasta que invitó al rey a que lo acompañara a pescar.
El rey con gusto aceptó.
Bajaron del castillo, y por primera vez en años el rey se acercó a los poblados.
Vio casas miserables, niños pequeños desarrapados, caballos viejos y flacos tirando si fuerza de carros vacíos.
Pero, razonó el rey que estaban en una zona de gente pobre, es lógico que en todo país existan personas con menos recursos.
Sin embargo, el paisaje de penuria se reiteraba una y otra vez.
Y mechado entre los rostros pobres, el rey veía plantíos agotados, árboles resecos, pastos amarillentos y sin vida.
Y el rey quiso creer que era una cuestión pasajera.
Pero el paisaje era tan monótonamente pobre, que lo que el rey quería creer no podía sostenerse mucho tiempo en pie.
Por fin llegaron hasta el viejo y destartalado bote del pescador. Ambos embarcaron, y mientras el pescador con esfuerzo y zozobra remaba, el rey descansaba y se asoleaba. Luego de un fatigoso trayecto (para el pescador), arribaron a la zona más alejada del río. Y entonces, el viejo pescador salta de la barca.
El rey exaltado, grita: "¡Estás loco, no hagas eso!"
Para su sorpresa, apenas si el agua llega a las rodillas del pescador.
El rey: "¿Ésta es la parte profunda del río?"
Pescador: "Sí, Su Majestad. Ya le había dicho que hay sequía desde hace mucho tiempo…"
El rey: "Pero, pero al menos habrá buena pesca, ¿no?"
Pescador: "No mi rey. Desde hace meses que los peces han desaparecido, supongo que murieron por la escasez de agua y de alimentos en ella."
Rey: "Pero, al océano, ¿por qué no vas allí a pescar? Yo veo el océano desde mi torre, y es inmenso, debe estar repleto de rica pesca para ti y los tuyos."
Pescador: "Mi apreciado rey, ¿con qué fuerzas puedo remar contra el poderoso océano, si apenas esto es mi comida diaria?" Tras lo cual abre su morral y extrae unas pocas hojas de no se sabe bien qué, y unos mendrugos de pan pétreo.
El rey: "Ahora te entiendo. En verdad resultaste un buen pescador de mi atención. Aprendí de ti que si sólo se presta férrea atención a la propia perspectiva de las cosas, se está siendo tonto y ciego. Yo lo reconozco, me comporte como tal. Ahora te ruego que me lleves nuevamente a tierra firme, y te prometo abrir mis tesoros para alimentar al pueblo, y buscar soluciones para la sequía."
A partir de ese día, el rey iba a pescar con el viejo pescador a diario. Al principio sólo extraían ideas y esperanzas, pero con el tiempo pudieron hallar a los peces que retornaron a los cauces.