El amor griego

Sin pecar de irónicos, podemos afirmar que el gobierno del imperio seléucida amaba extremadamente a los judíos, ciudadanos del Estado Judea en territorio de actual Israel, unos 400 años antes de que a alguien se le ocurriera inventar el nombre “Palestina” para hacer olvidar el verdadero nombre e identidad judía de esa tierra.
Me remito a los hechos.

  • Prohibieron el Brit Milá, la circuncisión del prepucio de los jóvenes judíos.
    ¿Cómo permitir que esos ciudadanos queridos lastimaran primitivamente a sus pequeñitos hijos recién nacidos?
    Mejor enseñarles a valorar el cuerpo, su belleza, su deslumbrante majestad.
  • Prohibieron el estudio de Torá.
    ¿Cómo admitir que un pueblo desperdiciara su tiempo en cosas antiguas y fuera del foco actual?
    Mejor enseñarles a disfrutar del placer pasajero, de los vicios publicitados por la gloriosa farándula helenística. Que se entrenaran en los gimnasios, que fortalecieran los músculos, o preferiblemente que pasaran horas en bacanales, fiestas venéreas, y otras holganzas del cuerpo.

    Además, esa Torá pretendía una revelación divina y una especial distinción de Israel como guía de las naciones por la senda del Eterno.
    ¿Cómo dejar que esas creencias bizarras perturbaran la uniformidad y mezcolanza étnica promovida por la cultura griega?
    Era sabido que no había nada superior a las doctrinas de Grecia, impulsadas por filósofos, poetas y guerreros. Así pues, por amor a esos judíos era indispensable erradicar ese libro de las vidas individuales y colectivas.

  • Prohibieron el respeto de las reglas de Shabat.
    ¿Como tolerar que un pueblo tan querido se abstuviera de labor creativa durante 25 horas semanales, con la excusa de recordar un imposible evento de creación del universo, cuando todos sabían que el universo es y fue eterno? ¿Cómo dejar que se continuara con esa pereza que se escudaba de piedad, aduciendo haber sido redimidos de una imposible esclavitud en Egipto?
    Por simpatía judaica era necesario que los judíos dejaran de lado ese día de ocio inútil, así como las otras festividades incoherentes y que constituían un obstáculo para su integración social.
  • Prohibieron la Kashrut.
    ¿Como soportar que esa linda gente se limitara en sus alimentos y al mismo tiempo estorbaran los vínculos sociales, al estar sumamente limitados para confraternizar con los gentiles a causa de su tonta y poco sofisticada dieta de origen espiritual?
    Si no comían ni bebían juntos, sería improbable que los judíos desposaran bellas chicas gentiles, y viceversa. Entonces, ¿cómo se manifestaría la cima del amor entre judíos y gentiles sin casamientos entre ellos?
    Por tanto, quebrar la barrera ficticia de la dieta judía era un requisito para que el amor griego hacia los judíos se concretara al máximo.
  • Prohibieron la simpleza del monoteísmo y de la veneración de un Dios irrepresentable.
    ¿Cómo hacerles entender a esos cabeza dura de los judíos que los dioses son múltiples y tienen atributos físicos?
    ¿Cómo explicarles a estos tercos judíos que los dioses son poderes reales, concretos, que se los percibe y toca a diario, y que es una irreverencia suprema ser ateos, es decir, faltos de divinidad?
    ¿Cómo despertar esos corazones necios de los judíos y que entiendan que los dioses precisan de lugares de culto en donde el fiel entre en contacto directo con el dios adorado?
    Si los judíos no fueran tan amados por el imperio seléucida, éste no hubiera realizado ingentes esfuerzos para hacerles entrar en razón y salvarlos de la perdición por carecer de religión.
    Solo el amor genuino de los griegos explica la persistencia en querer imponerles estatuas, cultos religiosos, templos, vestales, y otras cuestiones que llevarían a una mejor asimilación de esa nación díscola.
  • Prohibieron que las mujeres fueran desposadas vírgenes por sus maridos, por lo que debían pasar la primer noche de bodas con el jerarca griego de la zona.
    Esa era, sin dudas, una prueba del amor de los griegos por los judíos, ya que obligaban a las obtusas vírgenes judías a perder su virginidad con griegos poderosos. Así también nacerían, seguramente, muchos chicos y chicas de padre griego, pero de madre judía; esto llevaría a una mixtura que finalizaría en la caída de la separación entre gentiles y judíos para ser al final todos una sola nación, hermanadas bajo el manto del helenismo.
  • Prohibieron los servicios del Templo.
    ¿Qué necesidad de mantener esas supersticiones y cuestiones perjudiciales, que apartaban a los judíos del resto de las naciones?
    Cuanto antes exterminaran todo rastro de la cultura propia judía, más pronto los judíos serían parte de la hermandad de las naciones, entonces no sufrirían más discriminación, persecución, oprobio, exilio, y tantas otras calamidades que los atormentaron a lo largo de los siglos a manos de los gentiles.

Como puedes comprobar en esta rápida lista, los de la cultura griega tenían tanto amor hacia los judíos que encontraron que eliminando el judaísmo, entonces los judíos serían felices, estarían seguros, formarían parte integralmente del imperio helenista.
Pero, esos judíos tozudos se las ingeniaron para estudiar y aprender Torá, circuncidar a sus hijos, respetar las reglas sexuales, cuidar la dieta sagrada, honrar al Eterno y ser fieles a Él, guardar el Shabat y el resto de las cosas que hacen que los judíos lleven una vida judía.
Es esta firmeza judía hacia su judaísmo que celebramos en Jánuca.
Y sin embargo, parecería que actualmente parte del amor griego está venciendo a la lealtad judía.

(Para quien no comprendió la ironía de buena parte del texto, favor seguir de largo y hacer de cuenta que nada ha leído. Gracias).

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Muy oportuno para estos tiempos modernos, en los que, por un lado, la religión se quiere imponer por la fuerza e intimidación; y por otro lado, las tendencias modernas del culto al placer seducen para hacernos olvidar la etica universal, borrando valores de la conciencia social.

Más que un derecho humano a la libertad de elegir la vida espiritual, esta fiesta judía invita a los que no lo somos a rebuscar los eternos valores que enaltecen y dignifican al hombre.

Gracias por el texto, el tiempo y la paciencia.

De los que casi no hay memoria colectiva. Esos que nos trasciende de seres humanos adoctrinados e impulsivos por las modas sociales de turno, a personas libres y responsables. Y en esa posición de libertad se ve más claro que hay un deber de cuido de todo lo que se esta a cargo, y no se demanda tanto.

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